«Epicuro saluda a Pítocles.
84. Me trajo Cleón una carta tuya, en la cual continuamente muestras un afecto hacia mí igual a mi interés por ti, y das pruebas, no sin convencer, de recordar las ideas que conducen a una vida feliz, y me pides que te remita una idea, breve y fácil de recordar, relativa a los fenómenos celestes, para recordarla fácilmente. Pues dices que mis escritos plasmados en otros libros son duros de recordar, aunque, como aseguras, los manejas continuamente. Recibí con gusto tu petición y por ella me sentí embargado de gratas esperanzas. De acuerdo con estos mis sentimientos, una vez que ya escribí todas las demás obras, daré cumplimiento a esas ideas, justo las cuales estimaste que habían de ser útiles también a otras muchas personas, y en especial a los que últimamente gustan de la genuina ciencia de la naturaleza y a los que están enredados en ocupaciones demasiado intensas de la vida diaria. Cáptalas muy bien y, guardándolas en la memoria, estrújalas fuertemente junto con las demás que remití a Heródoto en el Compendio Pequeño.
Así pues, en primer lugar hay que pensar que el fin del conocimiento de los cuerpos celestes, explicados bien en conexión con otros cuerpos o bien en sí mismos, no es ningún otro sino la imperturbabilidad y una seguridad firme, justamente como es el fin del conocimiento relativo a las demás cosas. Ni hay que forzar una explicación imposible ni hay que dar la misma interpretación a todas las cosas utilizando para ello bien los razonamientos que se aplican a la vida o bien los que se usan para la solución de las demás cuestiones de la naturaleza, por ejemplo, que el universo está constituido por cuerpos y naturaleza intangibles, o que los elementos básicos de la materia son indivisibles, y todas las afirmaciones de ese tenor que tienen una sola acomodación a las cosas que están a la vista. Vía de acceso que no les va a los cuerpos celestes, sino que concretamente estos tienen varias tanto causas de su origen como explicaciones de su sustancia acordes con las sensaciones. Pues se debe dar cuenta de la naturaleza no de acuerdo con axiomas y leyes vanas sino según demandan los hechos visibles, pues nuestra vida
87. no tiene necesidad ya de irracionalidad y vana presunción sino de que vivamos sin sobresaltos. Pues bien, todo marcha sin sobresaltos en lo relativo a todas las cosas solucionadas de varias maneras de acuerdo con la explicación de las cosas visibles si uno admite debidamente las explicaciones convincentes que hay sobre ellas. Pero si uno admite una explicación que está acorde con la realidad visible y rechaza otra igualmente acorde, es claro que huye de toda explicación racional de la naturaleza y que recurre al mito. Y es preciso aportar como indicio del proceso desarrollado en el mundo celeste cualquier fenómeno acontecido ante nosotros, porque estos se observa a simple vista cómo acontecen, y no los fenómenos que acontecen en el mundo celeste, pues estos últimos pueden originarse de varias maneras.
88. Sin embargo, debe uno guardar bien en su mente la imagen de cada fenómeno, y, entre las explicaciones conectadas con esa imagen, debe uno tomar las que la realidad de los hechos ocurridos ante nosotros no contradice que se efectúan de varias maneras.
Un mundo es un globo rodeado por el cielo, que engloba en sí a las estrellas, a la tierra y a todos los cuerpos visibles, y, si se disuelve este, todos los cuerpos que hay dentro de él serán presa de confusión, globo que marca una separación del infinito y que termina en un final vaporoso y denso y en un elemento que gira o que tiene inmovilidad, y que tiene un borde redondo o triangular o comoquiera que sea. Cabe, en efecto, que sea de cualquier manera, pues esto no lo contradice nada de lo visible en este mundo, en el que no es posible percibir final alguno.
89. Y que existen otros mundos como este infinitos en número es cosa comprensible, y también que ese mundo igual a este puede originarse tanto dentro de otro mundo como en el intermundo que llamamos espacio entre mundos, y eso en un lugar muy vacío y no en uno grande, totalmente puro y vacío como algunos afirman, para lo cual sólo se necesita que fluyan semillas adecuadas de átomos de un solo mundo o de un intermundo o también de varios, semillas que vayan produciendo paulatinamente agrupamientos, interrelaciones y transmutaciones del conjunto de estos átomos a otro lugar distinto, si los tiros van por ahí, y que lleven a cabo también irrigaciones, procedentes de los átomos adecuados para este cometido, hasta que el nuevo mundo, fruto de esas semillas, alcance su pleno desarrollo y fortaleza, características estas últimas que vienen condicionadas por la capacidad que los cimientos colocados debajo tengan de soportarlas.
90. Pues para la creación de un nuevo mundo no basta sólo, como asegura alguno de los llamados físicos, con que se produzca una acumulación de átomos ni tampoco un remolino de ellos en el vacío en el que, según todas las presunciones, puede originarse un mundo a la fuerza, y con que crezca hasta chocar con otro. Pues esta teoría tropieza con los hechos visibles.
El sol y la luna y las demás estrellas no nacieron por sí solos y luego fueron comprendidos por el mundo en su interior, sino que directamente desde un principio iban adquiriendo su conformación e iban creciendo por agregaciones y remolinos de ciertas sustancias constituidas por sutiles partículas bien de carácter ventoso o ígneas o de ambas clases, ya que también este proceso lo sugiere así la sensación.
91.El tamaño del sol, de la luna y de las demás estrellas, en lo que a nosotros afecta, es tal como se muestra, pero en lo que afecta al hecho en sí es mayor o menor que el tamaño visible o un poco más pequeño o igual. Pues también los fuegos terrestres si se miran a distancia se observa, según la sensación que de este fenómeno recibimos, que se ajustan a esta explicación. Y cualquier objeción a este punto será fácilmente rebatida si uno presta atención a las evidencias, como demuestro en mis libros que llevan por título Sobre la Naturaleza.
92. La salida y postura del sol y de la luna y de las demás estrellas hay que pensar que pueden deberse a su ignición y a la extinción de su fuego porque también las condiciones que se dan en ambos lugares, el de salida y el de postura, sean de tal naturaleza que se cumpla el proceso antedicho, pues ningún hecho de nuestra experiencia lo contradice. También podría cumplirse el proceso antedicho por la aparición de estos cuerpos sobre la tierra y posterior ocultación, pues tampoco ningún hecho de nuestra experiencia lo contradice. Y sus movimientos de rotación no es imposible que se deban al movimiento vertiginoso de todo el cielo o bien a que el cielo esté parado y en cambio los cuerpos citados experimenten un movimiento vertiginoso fruto de la ley inexorable originada ya al principio absoluto, en el origen del mundo, cuando estos cuerpos se levantaron en el cielo…
93. por un recalentamiento excesivo producido por una propagación de fuego que avanza continuamente de un lugar a otro. Los movimientos de rotación del sol y de la luna cabe que se deban a oblicuidad del cielo forzado a ese proceso de vez en cuando, y quizás también a un impulso de viento que sopla en sentido contrario a la dirección de los cuerpos celestes citados, o también a que materia siempre adecuada se va incendiando continuamente en nuevas zonas, mientras la zona quemada queda atrás, o también cabe que ya desde un principio les fuera aplicado a esos astros un movimiento vertiginoso de tal naturaleza que se muevan como una especie de huso. Pero si uno, en lo que se refiere a estos puntos, se atiene a la teoría de lo posible y puede explicar cada uno de estos puntos por su conformidad con los fenómenos de experiencia diaria sin miedo a los artificios de los astrónomos, propios de esclavos, entonces se ve que todos los procesos como los señalados y los afines a estos no desdicen de la evidencia de ningún hecho constatable.
94. Las menguas de la luna y sus siguientes crecimientos podrían deberse tanto al movimiento rotatorio de este cuerpo como igualmente también a conformaciones de la atmósfera, y además también a ocultación de la luna por interposición de otros cuerpos, y a cualquier causa de acuerdo con la cual los fenómenos terrestres invitan a explicar el fenómeno que estamos discutiendo, a menos que uno, encariñado con un solo tipo de explicación, desdeñe sin razón los demás, sin haber comprobado qué cosa es posible y cuál imposible que el hombre compruebe, y por este motivo pretendiendo comprobar cosas imposibles. Por otro lado, cabe que la luna tenga luz propia y cabe que la tenga del sol.
95. Pues también aquí en la tierra se comprueba que muchos objetos tienen luz propia, y muchos a través de otros cuerpos. Y ninguno de los fenómenos celestes constituye impedimento a esta explicación con la condición de que se tenga siempre presente en la mente la posibilidad de explicaciones diversas y se compruebe a la vez las hipótesis y fas causas de la luz de la luna y no se mire a explicaciones disconformes con estos fenómenos y se exagere estas neciamente y se deslice así para venir a caer, unas veces de una manera y otras de otra, en la explicación por un solo procedimiento. La aparición de la cara de la luna en ella puede deberse tanto al paso sucesivo de las partes que la componen como también a la ocultación por interposición de otros cuerpos y por cualquier procedimiento que pudiera comprobarse que guarda coherencia con los hechos de experiencia diaria.
96. Pues no se debe abandonar tal método de investigación en la explicación de cualquier cuerpo celeste. Puesto que si uno choca con la propia evidencia, no hay forma de que llegue alguna vez a poder compartir la genuina imperturbabilidad.
El eclipse de sol y de luna puede deberse a su extinción, justamente como se comprueba que es lo que sucede también en la tierra, y luego también por interposición de algunos otros cuerpos, o bien la tierra o alguno invisible o algún otro de este tipo. Y se debe tener en cuenta que los comportamientos propios de un cuerpo para con otro y los encuentros de algunos entre sí no es imposible que se originen en el sentido antes señalado.
97. La asignación a cada cuerpo celeste de la órbita correspondiente debe ser interpretada exactamente igual que ocurre en la tierra con cualquier otra cosa. Y los seres divinos no deben ser relacionados en modo alguno con estas funciones, sino que deben ser mantenidos libres de estos menesteres y en toda felicidad. Porque si no se practica este método, absolutamente toda interpretación causal de los cuerpos celestes será estúpida, precisamente como ya les ocurrió a algunos por aferrarse a una explicación imposible y caer así en la estupidez de creer que no hay más que una sola explicación y de rechazar todas las demás posibles, con lo que vienen a dar en una explicación inconcebible, sin ser capaces de observar, para utilizarlos como punto de referencia, los fenómenos de experiencia diaria que se deben tomar como indicios de los fenómenos celestes.
98. Las duraciones variables de las noches y de los días pueden deberse a que los movimientos del sol sobre la tierra sean unas veces rápidos y luego lentos por causa de recorrer lugares de extensión diferente, y a que el sol atraviesa determinados lugares con más rapidez o con más lentitud, como así se comprueban en la tierra ciertos comportamientos, coherentemente con los cuales hay que dar cuenta de lo relativo a los cuerpos celestes. Las personas que se afeitan a una sola explicación chocan con los hechos de experiencia diaria y se desentienden de examinar si esa interpretación es posible al hombre.
Las señales de cambio de tiempo pueden deberse tanto a coincidencias fortuitas de circunstancias, que es justamente lo que ocurre con los animales que se ven en la tierra, como a alteraciones y cambios de la atmósfera, pues ambas explicaciones no tropiezan con los hechos de experiencia diaria. Y en qué circunstancias se deben a esta o a otra causa, no es cosa que se pueda intuir.
99. Las nubes pueden originarse y formarse por condensación del aire en virtud de una presión simultánea de los vientos, y por trabazón de átomos pegados unos a otros y adecuados para producir ese resultado, y por la confluencia de emanaciones procedentes de la tierra y de las aguas. Y de otras muchas más formas no es imposible que se desarrollen los componentes de tales nubes. Y luego a partir de ellas, unas veces por ser sometidas a presión y otras a un proceso de cambio, puede formarse
100. la lluvia, y además el transporte de la lluvia por vientos que se mueven desde zonas adecuadas y a través de la atmósfera, dándose la circunstancia de que los aguaceros demasiado violentos se originan a partir de determinadas acumulaciones de átomos adecuados para producir tales descargas. Los truenos cabe que sean producidos por el aprisionamiento de aire en las oquedades de las nubes, exactamente igual que en las vasijas de nuestra experiencia diaria, y al estruendo producido dentro de ellas por fuego agitado por el viento, y a estallidos, separaciones de nubes, y a fricciones y desgarramientos de nubes después de haber conseguido una dureza igual a la del hielo. Y los fenómenos de nuestra experiencia diaria invitan a decir que todo el asunto de los fenómenos atmosféricos y concretamente este pormenor se deben a bastantes causas.
101. También los relámpagos se originan exactamente igual de bastantes formas, pues debido al frotamiento y choque entre nubes la configuración de átomos determinantes del fuego da origen, según se desliza, al relámpago; y también debido a la expulsión de las nubes, a impulsos de los vientos, de este tipo de partículas que facultan ese relampagueo; y también a causa de compresión que acontece cuando tiene lugar un estrujamiento de las nubes motivado bien por presionar unas contra otras o bien por presión de los vientos; y también por causa de la reclusión de la luz difundida desde las estrellas y luego comprimida por el movimiento de nubes y vientos y que sale al exterior después de atravesar las nubes; o bien a causa de filtración a través de las nubes de luz compuesta por partículas extremadamente finas, filtración por la cual quedan repletas de luz procedente del fuego las nubes y por el movimiento de este se efectúan los truenos; y también a causa de la inflamación del viento producida por la intensidad de su desplazamiento y por su violento movimiento rotatorio;
102. y también a causa de estallidos de nubes causados por los vientos y al desprendimiento de átomos productores de fuego y que producen la aparición del relámpago; y también de otras muchas maneras será posible entender fácilmente los problemas que nos ocupan con tal de atenerse siempre a los hechos de nuestra experiencia diaria y de estar capacitados para ver y comparar lo que es igual a esos problemas.
En el contexto de unas nubes de tal naturaleza resulta que el relámpago precede al trueno también porque simultáneamente al hecho de la incidencia del viento sobre las nubes es expulsada de estas la configuración de átomos causante del relámpago, mientras el viento que está sometido a rotación produce ese estampido más tarde; y también puede ser debido a la salida simultánea de ambos, pero con la circunstancia de que el relámpago lleva una velocidad en dirección nuestra más intensa mientras el trueno se retrasa, justamente como ocurre en algunos fenómenos vistos a distancia y que causan impacto.
103. Los rayos cabe que sean debidos a una concurrencia de vientos muy compacta dentro de las nubes, con su consiguiente movimiento de rotación, llamas violentas, desgarramiento de una parte de las llamas y explosión un tanto violenta de esta parte en dirección a las regiones inferiores, produciéndose el desgarramiento porque las regiones son cada vez más compactas debido a la condensación de las nubes. También cabe que sean debidos a la propia explosión del fuego que gira dentro de las nubes, como cabe que se produzca también el trueno, al hacerse el fuego bastante compacto y ser agitado por el viento con cierta violencia y desgarrar en estas condiciones la nube al no poder retirarse el fuego a las zonas limítrofes por producirse una constante condensación entre unas nubes y otras.
104. También cabe que se formen los rayos de otras maneras varias. La única condición es que sea excluido el mito, y será excluido si uno, perfectamente consecuente con los fenómenos visibles, toma estos como indicios de los invisibles. Los ciclones cabe que sean debidos a la caída, en forma de columna, a las regiones inferiores de una nube empujada por un viento acumulado en ella y llevada por un viento poderoso, al mismo tiempo que el viento de fuera de la nube empuja a esta en sentido oblicuo, y cabe que sean debidos también a una presión del viento en derredor de la nube mientras una parte de la atmósfera la empuja continuamente desde arriba, circunstancias en las que se produce una gran corriente de viento que no puede extenderse en sentido oblicuo debido a la condensación en su derredor de la atmósfera. Cuando el ciclón baja hasta la tierra se originan remolinos de viento, que adoptan distintas formas según sea su origen, determinado por el movimiento del viento, y cuando baja hasta el mar se originan remolinos de agua.
105. Los terremotos cabe que sean debidos al aprisionamiento de viento dentro de la tierra con la consiguiente separación de la tierra en pequeñas masas y un continuo movimiento de esta, que es lo que le produce a la tierra el temblor. Y la tierra aprisiona en su interior este aire cogiéndolo de fuera o produciéndose al caer dentro, al interior de zonas cavernosas de la tierra, compactos montones de tierra que transforman en viento la atmósfera allí aprisionada. Y también cabe que sean debidos a la propia propagación del movimiento, iniciado con la caída de numerosos montones de tierra, y la consiguiente repercusión del movimiento de estos montones de tierra si coincide que choca con montones de tierra bastante duros; y también por otros diversos procedimientos cabe que se originen esas sacudidas telúricas.
106. Los vientos coincide que se forman en determinados momentos debido a que se va filtrando en el interior de la atmósfera, continuamente y a dosis pequeñas, una materia extraña, y también se forman acumulaciones de agua en abundancia. También cuando unos pocos vientos caen sobre numerosas oquedades se forman, por efecto de su propagación, los demás vientos. El granizo se forma por congelación suficientemente sólida de determinadas partículas de aire, debido al aprisionamiento de estas partículas, en todo su derredor, y su posterior fragmentación; y también se forma por congelación un tanto moderada y simultánea rotura de determinadas partículas acuosas, congelación que produce a un tiempo su compresión y desgarramiento con el resultado de que estas partículas se consolidan, congelándose en sus partes individuales y de forma global.
107. La forma redonda del granizo no es imposible que se produzca al desaparecer por licuefacción, en todo su derredor, las partes salientes o también, según dice la teoría habitual, porque en la fase de constitución del granizo las partículas acuosas o de aire se van agrupando uniformemente por las diversas partes en todo su derredor. La nieve cabe que se forme cuando es vertida fuera de las nubes agua muy fina, lo que ocurre por tener el agua un tamaño igual al de su lugar de paso y a causa de continuas presiones violentas sobre nubes adecuadas para este fin a cargo de vientos, tras lo cual ese agua experimenta en su desplazamiento hacia abajo congelación producida por un fuerte aprisionamiento, en zonas más bajas, de ese agua por efecto del enfriamiento de las nubes. Y también en razón de la congelación de agua en nubes que tienen una finura uniforme podría producirse una precipitación de nieve como la señalada desde nubes acuosas, al ser forzadas a presionar entre sí al caer unas sobre otras, lo que, al producir una especie de coagulación, determina el granizo, proceso que se cumple más que en ningún otro sitio en la atmósfera.
108. También en razón de la fricción entre nubes congeladas podría salir despedido de ellas el conglomerado que conforma la nieve. También por otros procedimientos cabe que se produzca la nieve.
El rocío se forma por combinación entre sí desde la atmósfera del tipo de partículas determinantes de esa clase de humedad; y también por desplazamiento de estas partículas desde zonas húmedas o que tienen agua, lo que sucede en esa clase de zonas en las que más que en ninguna otra se forma rocío, con la consiguiente combinación unitaria de esas partículas y formación de humedad y su sucesivo desplazamiento hacia las zonas inferiores, exactamente igual que se comprueban a nuestro lado comportamientos similares a estos en relación con numerosos fenómenos.
109.La escarcha se forma por un cambio experimentado por el rocío, al congelarse algo de este por aprisiona miento provocado por el frío de la atmósfera.
El hielo se forma al ser exprimidas del agua unas partículas redondas, y ser comprimidas unas partículas triangulares y puntiagudas existentes en el agua, y también por aglomeración, desde fuera, de este tipo de partículas que, una vez soldadas, producen la congelación del agua, tras haber sacado a presión esas partículas un determinado número de partículas redondas.
El arco iris se forma por la iluminación que sale del sol y se proyecta sobre una atmósfera acuosa; por una aglomeración particular entre luz y atmósfera, aglomeración que será la causante de las especiales cualidades de esos colores, ya de todas juntas ya de cada una por separado; a partir de ese lugar,
110. responsable de la refracción de la iluminación, las zonas vecinas de la atmósfera se impregnarán, en razón de recibir iluminación por las diversas partes, del tipo de colorido que vemos. El aspecto de su forma redonda se debe a que el radio es percibido por nuestra vista igual desde cualquier parte o bien a que, al unirse de esa manera los átomos que hay en la atmósfera o los que hay en las nubes, llevados ahí desde la misma atmósfera, ese conglomerado deja caer una forma redonda.
El halo que rodea la luna se forma cuando el aire corre desde todas las partes hacia la luna o cuando rechaza las emanaciones procedentes de la luna tan uniformemente que las comprime alrededor en forma de esa nebulosa sin sobresalir absolutamente nada, o cuando ese aire rechaza desde todas las partes el aire de en tomo a la luna de manera adecuada para conformar el círculo compacto que la rodea. Lo que ocurre cuando, en determinadas partes, alguna corriente presiona desde fuera o cuando el calor bloquea los lugares de paso en manera adecuada para producir ese fenómeno.
111. Las estrellas cometas se forman o bien cuando en la atmósfera se acumula fuego en determinados lugares a ciertos intervalos de tiempo al producirse en su derredor una compresión o bien cuando el cielo adquiere encima de nosotros a intervalos de tiempo un movimiento peculiar, como consecuencia del cual se dejan ver las citadas estrellas o se ponen ellas mismas, a determinados intervalos de tiempo, en movimiento a causa de alguna compresión y llegan hasta las zonas a nuestro alcance y se tornan visibles. Y sucede que la desaparición de las estrellas de la vista se debe a causas opuestas a estas.
112. Determinados astros giran sobre sí mismos siempre en el mismo lugar, lo que ocurre no sólo porque esté fija esa zona del cielo en tomo a la cual gire el resto, justamente como algunos aseguran, sino también porque se ha formado en torno a él en forma circular un remolino de aire que sirve de obstáculo para que corra en derredor igual que los demás astros; o también porque en las regiones subsiguientes no hay materia adecuada para ellos, pero sí en esa zona en la que se ve que se hallan. Y también es posible que se produzca este fenómeno de otras diversas maneras, con la condición de que uno sea capaz de colegir los hechos obscuros que son coherentes con los fenómenos de nuestra experiencia diaria.
Que determinados astros anden errantes, si resulta que funcionan con ese tipo de movimientos, y que otros no se muevan, cabe
113.que se deba a una necesidad tal que unos de ellos se mueven a impulso del mismo torbellino que funciona pegado a determinadas anomalías. Y cabe también que, en las zonas por las que se mueven esos astros, en unos sitios haya derivaciones de aire uniformes que los empujan al unísono de manera uniforme, y que en otros las derivaciones de aire sean de distinta consistencia de suerte que se formen los cambios de movimiento observados. Y aportar una explicación única de estos hechos cuando los fenómenos visibles están reclamando varias es cosa de locos y no tratada adecuadamente por quienes practican esa estúpida astrología y atribuyen las explicaciones de determinados fenómenos a varias nociones, que es lo que ocurre cuando se obstinan en no dejar nunca a la naturaleza divina libre de la esclavitud de unas tareas.
114. Que determinados astros se observe que quedan un poco atrás de otros se debe a que recorren la misma órbita y sin embargo se mueven en derredor con más lentitud; y también a que se mueven en derredor unos atravesando espacios mayores y otros menores, recorriendo idéntico torbellino. Pero el manifestarse en relación con estas cuestiones aceptando una sola explicación es un proceder adecuado para los que gustan de contar milagros a la masa.
Las llamadas estrellas fugaces pueden formarse en parte por frotamiento entre sí con el consiguiente estampido de fuego en aquellos lugares en donde el fuego se transforme en viento, justamente como explicábamos a propósito de los relámpagos;
115. y también por la confluencia de átomos determinantes del fuego, lo que ocurre por haberse juntado un material adecuado para producir ese fuego, con el consiguiente movimiento del fuego en la dirección en que se produjera el impulso al principio en el momento de la confluencia de los átomos; y también por acumulación de aire en el interior de ciertas masas brumosas y la subsiguiente transformación de este en fuego ocasionada por su movimiento de rotación y el posterior estallido de la capa circundante, y moviéndose el fuego en dirección al lugar al que lleve el impulso primero de su desplazamiento. Y hay también otros procedimientos ubres de la mitología para producir este resultado.
Las señales del tiempo que resultan a propósito de determinados animales resultan por coincidencia casual de las circunstancias. Pues los animales no llevan consigo necesidad alguna de que se produzca un tiempo invernal, ni tampoco se halla ninguna naturaleza divina al acecho de las salidas de esos animales para luego conformar a eso las señales del tiempo.
116. Pues tampoco podría caerle a ningún animal por poca cosa que sea, aunque una cosa pequeña podría ser más grata que otra grande, una estupidez de ese tenor, y no digamos nada de la naturaleza que posee la felicidad perfecta.
Ahora, Pítocles, recuerda toda esta doctrina, pues con ella escaparás en gran medida de explicaciones fantasmagóricas y podrás comprender las cuestiones afines a estas. Pero sobre todo dedícate al estudio de los principios, de la inmensidad y de las cuestiones afines a estas, y también de los criterios de interpretación y de los sentimientos y de aquella finalidad con vistas a la cual obtenemos estas deducciones. Pues estos elementos básicos, si se analizan con toda precisión, harán que analicemos fácilmente las causas relativas a las cuestiones parciales. En cambio, los que se encariñen lo máximo posible con los procedimientos señalados ni podrán analizar bien estas mismas cuestiones parciales ni lograrán alcanzar el objetivo en razón del cual es menester analizar estos hechos parciales».