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FRAGMENTOS PRECEDIDOS DEL TÍTULO DE LA OBRA A QUE PERTENECEN

I. Sobre lo que se debe aceptar y evitar

1. En efecto, la imperturbabilidad y la despreocupación son gozos sedantes, pero la alegría y la satisfacción se ve que entran en actividad con ocasión de trances emocionales.

II. Casos dudosos

2. ¿Hará el sabio algo que las leyes prohíben, si sabe que pasará desapercibido? No hay una respuesta sencilla que dé paso a la certeza.

III. Compendio Pequeño

3. Aunque la posibilidad de adivinación existiera, que realmente no puede llegar a existir, no se puede admitir en absoluto que las cosas sucedan sin intervención nuestra.

IV. Contra Teofrasto

4. Pero es que, incluso aparte de esto, no veo cómo se puede afirmar que los objetos que están en la obscuridad tienen color.

V. El Banquete

5. Polieno. —¿Afirmas, Epicuro, que no existen ardores por efecto del vino? (Uno interrumpió diciendo que Epicuro declara únicamente que el vino no es productor de calor de una forma incondicional). (Y un poco después): En efecto, es evidente que el vino no es incondicionalmente productor de calor. Únicamente podría decirse que tal cantidad de vino produce calor en un determinado individuo.

6. Precisamente por eso no debe decirse que el vino es necesariamente productor de calor, sino que determinada cantidad de vino da calor a una determinada persona que se halla también en una situación determinada, o que determinada cantidad de vino produce frío a otra persona determinada. Pues dentro del cuerpo compuesto que es el vino hay sustancias de una determinada naturaleza por las que podría producirse frío si, unidas como es debido a otras, llegan a conformar la sustancia de la frigidez. De ahí que se deje engañar la gente y afirmen unos que el vino es en todas y cada una de las situaciones productor de frío, otros que de calor.

7. Muchas veces ni siquiera entra en el cuerpo el vino aportando poder calorífico o refrigerante, sino que, al moverse la masa del vino y tener lugar una transposición de los átomos, ocurre que los átomos que producen calor unas veces se juntan en una sola unidad y procuran al cuerpo, a causa de su número, calor y ardor, y otras veces, al separarse, lo enfrían.

8. Las relaciones sexuales jamás favorecen, y por contentos nos podemos dar si no perjudican.

9. Realmente es extraño que tú no encontraras obstáculo en tu edad, como tú mismo estarías de acuerdo, para aventajar enormemente en el dominio del arte retórico absolutamente a todos los de tu época, varones avezados y famosos… Afirmo que realmente es extraño que tú no encontraras obstáculo alguno en tu edad para sobresalir en el dominio del arte retórico, asunto que parece que exige mucha práctica y hábito, y que, en cambio, seas impedido por tu edad para comprender cómo es la realidad, cuestión de la cual podría parecer que es más responsable la ciencia que toda práctica y hábito.

VI. Sobre el fin de las cosas

10. Pues al menos yo no sé qué pensar del bien si excluyo el gozo proporcionado por el gusto, si excluyo el proporcionado por las relaciones sexuales, si excluyo el proporcionado por el oído y si excluyo las dulces emociones que a través de las formas llegan a la vista.

11. Pues la disposición de bienestar del cuerpo y la confianza segura para con él conlleva la más alta y más firme alegría para quienes son capaces de reflexionar en esto.

12. Debemos apreciar la belleza, la virtud y las cualidades de índole semejante, siempre que proporcionen gozo, pero si no lo proporcionan hay que decirles adiós muy buenas y dejarlas.

VII. Sobre la Naturaleza

Libro I

13. La naturaleza del Universo son los cuerpos y el vacío.

14. La naturaleza de la realidad son los cuerpos y el vacío.

Libro XI

15. En efecto, si el sol por la distancia hubiera perdido tamaño, con mucha más razón habría perdido color, pues no hay ninguna otra distancia más adecuada para esta pérdida que la del sol.

Fragmentos de libros indeterminados

16. El átomo es un cuerpo sólido carente de toda implicación de vacío. El vacío es una sustancia intangible.

17. En fin, ¡váyase al cuerno! Pues él (Nausífanes), exactamente igual que otros muchos esclavos, se ocupaba de dar a luz esa jactancia de pico que es la sofística.