El Caballero y Espantapájaros.
Subiendo a la carrera la escalera de piedra en espiral iluminada por antorchas, emergiendo de las profundidades de la mazmorra, dos guerreros con idénticas e increíbles destrezas, cubriéndose entre sí, avanzando de manera conjunta con sus fusiles Colt Commando disparando sin tregua.
Como si los seis hombres de ExSol que protegían la escalera hubiesen tenido alguna posibilidad.
Como Schofield había sospechado, Cedric Wexley había enviado a sus seis mercenarios restantes a ese lado del foso para frenar su huida.
Los mercenarios se habían dividido en tres parejas, ubicadas a intervalos regulares en la escalera, que disparaban desde los nichos de las paredes.
Los dos primeros mercenarios quedaron reducidos a jirones por los disparos de los guerreros que ascendían por las escaleras.
La segunda pareja no los vio venir porque dos shuriken doblaron la curvada escalera cual bumeranes y se incrustaron en sus cráneos.
La tercera pareja fue más lista.
Les había tendido una trampa.
Habían esperado en el extremo superior de la escalera, en el interior del largo túnel de piedra situado tras la antesala (el túnel con las canaletas desde las que se lanzaba aceite hirviendo), el mismo túnel que conducía al despacho de verificación, donde Wexley se encontraba en esos momentos junto a Killian y Delacroix.
Schofield y Knight llegaron al extremo superior de la escalera, vieron a los dos mercenarios en el túnel y a los otros tras ellos.
Pero, esa vez, cuando Schofield se movió, Knight no lo hizo.
Schofield atravesó a la carrera la antesala, disparando a los dos mercenarios en el túnel, abatiéndolos mientras ellos intentaban hacerle lo mismo a él.
Knight corrió tras él gritando:
—¡No, espere! Es una tram…
Demasiado tarde.
Las tres puertas de acero descendieron de los techos del túnel y la antesala. Una cuarta selló la escalera por la que se subía a la antesala.
¡Pum! ¡Pum! ¡Pum! ¡Pum!
Y Schofield y Knight quedaron así separados.
Schofield: atrapado en el túnel con los dos mercenarios de ExSol abatidos.
Knight: atrapado en la antesala.
Schofield se quedó inmóvil en el túnel sellado.
Había alcanzado a los dos mercenarios: uno yacía muerto en el suelo mientras el otro gimoteaba.
La voz de Killian se oyó por los altavoces:
—Capitán Schofield. Capitán Knight. Ha sido un placer conocerlos a los dos…
Knight se giró y vio los seis emisores de microondas dispuestos en círculo alrededor del techo, incrustados en la piedra.
—Mierda… —murmuró.
La voz de Killian resonó:
—… Pero el juego termina aquí. Ahora comprendo por qué sus cabezas son tan valiosas.
En el interior del despacho, Killian los observaba a través de una pequeña ventana de plexiglás que le permitía contemplar el túnel. Vio a Schofield allí, atrapado cual rata.
—Adiós, caballeros.
Y Killian pulsó los dos botones del mando a distancia que activaban las trampas de cada sala: los emisores de microondas de la antesala de Knight y el aceite hirviendo del túnel de Schofield.
Killian oyó primero los zumbidos de la antesala, seguidos rápidamente del sonido de repetidos disparos.
Eso había pasado antes.
En alguna ocasión, los prisioneros habían intentado echar abajo las puertas de acero de la antesala. Nunca había resultado. En un par de ocasiones, algunos incluso habían intentado disparar a los emisores, pero las balas no eran lo suficientemente potentes como para penetrar en estos, ubicados en emplazamientos reforzados.
Entonces, el aceite amarillo y humeante comenzó a salpicar la pequeña ventana de plexiglás que separaba a Killian del túnel en el que se hallaba Schofield, impidiéndole ver lo que allí dentro ocurría.
Pero no necesitaba ver a Schofield para saber lo que estaba pasando.
Cuando el aceite hirviendo comenzó a abrirse paso por el túnel, Killian pudo oír los gritos de su compañero.