Schofield soñó. Soñó que lo levantaban de su asiento y lo esposaban con esposas de plástico… y que luego lo metían en la parte trasera de un reactor privado Lear… y que este despegaba…
Voces.
Brandeis decía:
—Sí, se lo oí primero a un par de tipos en Afganistán. Dijeron que había aparecido de repente en una operación antiterrorista en una cueva y que había entrado. Que había dicho que estaba relacionado con una recompensa.
»Entonces recibo una llamada hace unas horas de un tipo que conozco en el ISS. Es de la CIA, de la antigua escuela, sabe todo de todo el mundo, es un puto intocable. También fue miembro del GCI. Es un buen tipo. Jodidamente feo, eso sí. Se parece a una puta rata. Su nombre es Noonan, Cal Noonan, pero todo el mundo lo conoce como la Rata.
»Como es habitual en él, la Rata lo sabe todo. Sabe, por ejemplo, que hago trabajos fuera de Adén. Me confirma que la cabeza de Schofield tiene un precio: dieciocho millones de dólares. También me dice que Schofield está de camino a Yemen. Que si estoy interesado, puede disponerlo todo para que yo vaya a buscarlo con algunos hombres de confianza.
»También me dice, espere a oír esto, que ese Aloysius Knight está con Schofield y que su cabeza también tiene un precio: dos millones de dólares. Joder, cogería a Knight gratis. Pero si alguien quiere darme dos millones de pavos por hacerlo, mucho mejor.
El avión seguía volando. Schofield dormía.
Se despertó de repente. Estaba incómodo. Seguía llevando su chaleco, pero le habían quitado todas las armas. Lo único que no le habían quitado era la bolsa de cadáveres soviética, que no era ni mucho menos un arma.
Cambió de postura y vio de reojo a Knight y a Rufus, también esposados, sentados unas cuantas filas atrás, encañonados por soldados de Delta armados. Rufus estaba dormido, pero Knight estaba completamente despierto. Pareció ver a Schofield despertarse, pero este era incapaz de mantener los ojos abiertos.
Volvió a dormirse.
Se despertó de nuevo.
El cielo tras la ventana había cambiado del negro a un azul claro. Estaba amaneciendo.
Y a continuación oyó voces de nuevo.
—Entonces, ¿adónde los llevamos?
—A un castillo —dijo Brandeis—. A un castillo en Francia.