El X-15 impactó en el suelo del desierto a una velocidad de Mach 3.
Se estrelló violentamente y, en un solo y cegador segundo, el avión cohete se transformó en una bola de fuego.
Nada podía haber sobrevivido a ese impacto.
Sin embargo, una fracción de segundo antes del impacto, dos asientos eyectables habían salido disparados en diagonal de la cabina del avión, asientos en los que se encontraban Schofield y Rufus.
Los dos asientos flotaron en su descenso hacia tierra firme gracias a los paracaídas y aterrizaron a kilómetro y medio de distancia del cráter en llamas que marcaba el lugar del descanso eterno del X-15.
Los dos asientos impactaron en el suelo arenoso de costado.
No se movieron.
Pues allí, inmovilizados, se hallaban Shane Schofield y Rufus, inconscientes a causa de las colosales fuerzas G de su eyección supersónica.
Transcurrido algún tiempo, Schofield se despertó al oír voces.
Su visión era borrosa, tenía el rostro manchado de sangre y le dolía terriblemente la cabeza. Los ojos se le estaban amoratando (típica consecuencia de la eyección).
Vio sombras alrededor de su asiento. Algunos hombres estaban intentando soltarle los cinturones de seguridad.
Oyó sus voces de nuevo.
—Pero estarán tarados estos hijos de puta. Eyectarse a esa velocidad.
—Vamos, dense prisa, tenemos que alejarnos antes de que los putos boy scouts de los marines lleguen.
Schofield, que todavía no había recuperado del todo la consciencia, se percató de que estaban hablando en inglés.
Con acento estadounidense.
Suspiró aliviado. Todo había terminado.
A continuación, con ayuda de un cuchillo, le cortaron el cinturón de seguridad y Schofield cayó del asiento a la arena.
Un hombre apareció en su campo de visión. Un occidental con ropa de combate. Schofield reconoció su uniforme: la ropa de combate personalizada de la unidad Delta de las fuerzas especiales estadounidenses.
—Capitán Schofield… —dijo ese hombre en un tono amable, aunque su voz resultaba poco clara para su cerebro aletargado—. Capitán Schofield. Está a salvo. Somos de los Delta. Estamos de su lado. También hemos recogido a su amigo, el capitán Knight, a unos kilómetros de aquí.
—¿Quién…? —balbuceó Schofield—. ¿Quién es usted?
El hombre de los Delta sonrió, pero no fue una sonrisa amistosa.
—Mi nombre es Wade Brandeis. De los Delta. Hemos venido desde Adén. No se preocupe, capitán Schofield. Conmigo está a salvo.
Séptimo ataque
Francia
27 de octubre, 07:00 horas (hora local).
01:00 horas (Tiempo del Este, Nueva York, EE. UU).
Tenga cuidado con la furia de un hombre paciente.
John Dryden