6.17

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El B-52 recorrió a gran velocidad la pista de aterrizaje con los dos X-15 suspendidos de sus alas extendidas.

Despegó y se elevó a velocidad constante para alcanzar la altura en la que soltaría los veloces aviones.

Schofield estaba sentado con Rufus en el interior de la cabina para dos personas del X-15 derecho. Era un espacio muy reducido para Rufus, pero se las arreglaba bastante bien. Knight iba en el otro avión, con un piloto de la NASA.

Schofield tenía su unidad CincLock-VII sujeta en el chaleco, junto al resto de objetos que llevaba en sus respectivos compartimentos. El plan era muy arriesgado: puesto que nadie más en el mundo podía desactivar el misil Camaleón que apuntaba a La Meca, tendría que acceder al clon del complejo Krask-8 en Yemen con la única ayuda de Knight.

Esperaban toparse con resistencia, probablemente en forma de una unidad de soldados africanos, así que Schofield había solicitado que un equipo de marines fuera enviado desde Adén para encontrarse con ellos allí. Que llegaran o no a tiempo era ya otra cuestión.

Scott Moseley desde Londres:

—Capitán, creo que he encontrado lo que estaba buscando —dijo—. Atlantic Shipping Company posee dos mil acres de desierto en Yemen, a unos trescientos veinte kilómetros al suroeste de Adén, justo en la desembocadura del mar Rojo. En ese terreno se encuentran los restos de una instalación para la reparación de submarinos de la antigua Unión Soviética. Las fotos de nuestros satélites datan de la década de los ochenta, pero parece un enorme almacén rodeado por varios edificios de apoyo…

—Eso es —dijo Schofield—. Envíeme las coordenadas.

Moseley lo hizo.

Schofield las introdujo en el ordenador de a bordo del avión.

Distancia de vuelo al sur de Yemen: 5602 kilómetros.

Tiempo de vuelo en un X-15 a siete mil kilómetros por hora: 48 minutos.

Tiempo restante para el lanzamiento del misil balístico a La Meca: 1 hora.

Iba a estar muy cerca.

—¿Listo, Rufus? —dijo.

—Oh, sí —respondió Rufus.

Cuando el B-52 alcanzó la altura requerida, oyeron al piloto por el intercomunicador:

—X-15, acabamos de contactar con el USS Nimitz en el Mediterráneo. Es el único portaaviones dentro del radio de su ruta de ataque. Está enviando todos los aviones de los que dispone para escoltarlos: F-14, F/A-18, incluso cinco pilotos de Prowler se han ofrecido voluntarios para hacer las veces de sus guardias armados. Debe de ser usted un hombre muy importante, capitán Schofield. Prepárense para la comprobación de los sistemas de vuelo. Lanzamiento en un minuto…

Cuando el piloto cortó la comunicación, Schofield y Rufus oyeron a Knight por el auricular. Su voz sonó baja, inalterada.

—Eh, Ruf. Buena suerte, compañero. Recuerde que es el mejor. El mejor. No pierda la concentración y confíe en sus instintos.

—Lo haré, jefe —aseguró Rufus—. Gracias.

—Y, Schofield… —añadió Knight.

—¿Sí?

—Traiga a mi amigo de vuelta.

—Lo intentaré —prometió.

El piloto del B-52 volvió a hablar:

—Comprobación de los sistemas de vuelo concluida. Vamos a proceder al lanzamiento. Caballeros, prepárense en cinco, cuatro…

Schofield miró hacia delante y respiró profundamente.

—Tres…

Rufus agarró con firmeza la palanca de mando.

—Dos…

Desde su avión, Knight observó a Schofield y Rufus en la otra ala.

—Uno…

Los dos X-15 cayeron de las alas del bombardero, balanceándose brevemente antes de que…

—Activando propulsores… ¡Ahora! —dijo Rufus.

Pulsó los controles de los propulsores.

De la cola cónica del X-15 salió una llamarada de treinta metros de largo.

Schofield fue golpeado contra su asiento por una fuerza que ni siquiera había imaginado que pudiera existir.

Su X-15 salió disparado y llenó el cielo de explosiones sónicas que rasgaron, literalmente, su tejido. El continuo rugido de sus motores pudo oírse a lo largo del mar Mediterráneo.

Y así, los dos X-15 pusieron rumbo al sudeste, hacia el canal de Suez y el mar Rojo y hacia una base decrépita en Yemen desde la que en poco tiempo sería lanzado un misil Camaleón, un misil que haría pedazos el orden mundial existente.

Interponiéndose en su camino: la mayor flota aérea jamás reunida por el hombre.

Tras solo veinte minutos de vuelo, Rufus la vio.

—Oh, Dios mío… —murmuró.