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Aeródromo Aerostadia, Milán (Italia).

26 de octubre, 19:00 horas (hora local).

(13:00 horas en Nueva York).

El Cuervo Negro aterrizó verticalmente en el asfalto del aeródromo Aerostadia, en Milán.

Ya era tarde en el norte de Italia, pero el contingente de la Fuerza Aérea estadounidense había estado trabajando a destajo los últimos cuarenta y cinco minutos, abasteciendo de combustible a dos aviones muy especiales siguiendo órdenes expresas del departamento de Estado.

El Cuervo aterrizó a unos cien metros de un espectacular bombardero B-52 estacionado en la pista de aterrizaje.

Dos aviones negros y pequeños con forma de bala pendían de las alas del bombardero, cual misiles más grandes de lo normal.

Salvo que no eran misiles.

Eran X-15.

Mucha gente creía que el SR-71 Blackbird, con una velocidad de Mach 3, era el avión más veloz del mundo. Pero eso no es del todo cierto. El SR-71 es el avión operativo más veloz del mundo.

Un avión, sin embargo, había alcanzado velocidades superiores, superiores a los siete mil kilómetros por hora, más de Mach 6. Ese aparato, sin embargo, nunca había alcanzado estatus operativo. Era el X-15, construido por la Nasa.

La mayoría de los aviones se valen de motores a reacción para ser propulsados en el aire, pero esos motores tienen un límite y el SR-71 lo había descubierto: Mach 3.

El X-15, sin embargo, es propulsado por un cohete. Dispone de pocas partes sueltas. En vez de expulsar aire comprimido, el X-15 prende hidrógeno sólido como combustible, lo que lo asemeja más a un misil que a un avión (de hecho, el X-15 había sido definido en más de una ocasión como un misil con un piloto atado a él).

Solo llegaron a construirse cinco X-15, y dos de ellos, como bien sabía Schofield, se hallaban en el Aerostadia Italia con motivo de una exhibición acrobática aérea que comenzaba en pocos días.

Schofield salió del Cuervo y atravesó la pista de aterrizaje con Knight y Rufus a su lado.

Contempló los dos X-15 suspendidos de las alas del B-52.

No eran aviones grandes. Ni tampoco exactamente bonitos. Tan solo eran funcionales. Habían sido diseñados para cruzar el aire a velocidad astronómica.

Las letras escritas en sus aletas decían «NASA». A lo largo del costado de cada avión podían leerse las palabras «Fuerza Aérea EE. UU».

Dos coroneles fueron a recibir a Schofield: uno estadounidense y el otro italiano.

—Capitán Schofield —dijo el coronel estadounidense—. Los X-15 están listos, abastecidos de combustible y preparados para volar. Pero tenemos un problema. Uno de nuestros pilotos se rompió las costillas en un accidente durante el entrenamiento de ayer. No podrá pilotar en ese estado.

—Lo cierto es que confiaba en poder contar con mi propio piloto —dijo Schofield. Se volvió hacia Rufus—. ¿Cree que puede con una velocidad de Mach 6, grandullón?

Una sonrisa se esbozó en el rostro barbudo de Rufus.

—¿Es el Papa católico?

El coronel de la Fuerza Aérea los llevó junto a los aviones.

—También hemos recibido escaneos de nuestros radares por satélite de la oficina nacional de Reconocimiento. Podría ser un problema.

Les mostró una pantalla portátil del tamaño de una tablilla sujetapapeles.

En ella había dos imágenes por infrarrojos del sudeste del Mediterráneo, el canal de Suez y el mar Rojo. Una imagen más grande y la otra con zoom.

En la primera, Schofield vio una enorme nube de puntos rojos que parecían cernirse sobre la zona del canal de Suez.

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En la segunda foto tomada por el satélite, la imagen era más clara.

Había cerca de ciento cincuenta puntos en aquella «nube».

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—¿Qué demonios son esos puntos? —preguntó Rufus con lentitud.

El coronel no tuvo que responder, porque Schofield ya sabía la respuesta.

—Son aviones —dijo—. Cazas de al menos cinco naciones africanas diferentes. Los franceses los vieron despegar, pero desconocían el motivo. Ahora sí lo sabemos. Provienen de cinco países africanos a los que les gustaría que el orden mundial cambiara. Naciones que no quieren que anulemos el misil que apunta hacia La Meca. Es la salvaguarda final de Killian. Una flota aérea para proteger el último y definitivo misil.