Los pies de Schofield tocaron el suelo del minisubmarino y, cuando alzó la vista, vio la hoja de una espada acercándose a toda velocidad a su cara.
Movimiento reflejo.
Levantó su pistola H&K sin munición y la hoja que se acercaba a su garganta chocó con el guardamonte de la pistola y se detuvo a tres centímetros del cuello de Schofield. Era Dmitri Zamanov.
Llevaba una espada cosaca de hoja corta en sus manos y sus ojos brillaban con odio.
—Ha escogido el lugar equivocado para esconderse —gritó el cazarrecompensas ruso.
Entonces, antes de que Schofield pudiera moverse, Zamanov pulsó dos botones.
Primero el botón interno de la escotilla.
La escotilla se selló.
Y, en segundo lugar, el botón de puesta en marcha del submarino. De repente, Schofield sintió cómo el estómago le daba un vuelco cuando el submarino se soltó de sus cadenas y se precipitó a una caída de casi cinco metros hasta amerizar con un descomunal golpe sordo en el agua.
—¡Joder! —Aloysius Knight no podía creérselo—. ¡Pero qué coño es esto!
Un segundo antes había metido a Schofield a empellones en el minisubmarino y estaba a punto de meterse con él cuando, al siguiente instante, la escotilla del submarino se había cerrado en sus narices y había caído al agua.
Las balas impactaron a su alrededor cuando los equipos del IG-88 dejaron atrás lo que quedaba del almacén y se dirigieron hacia la pasarela del submarino.
Así que Knight hizo lo único que podía hacer. Se metió en el segundo minisubmarino mientras los disparos del enemigo silbaban a su alrededor.
Schofield y Zamanov lucharon.
Una lucha carente de estilo y técnica.
Una lucha callejera pura y dura.
En el reducido espacio del minisubmarino, rodaron y se golpearon una y otra vez.
La pistola de Schofield, sin munición, de poco le servía, pero la espada de Zamanov era la clave. Razón por la que lo primero que había hecho Schofield cuando el submarino había caído al agua había sido golpear la muñeca de Zamanov, haciendo que este la soltara.
Y entonces se enzarzaron en una feroz pelea. Schofield avivado por el sacrificio de Madre y Zamanov porque era un psicópata.
Se golpearon contra las paredes del submarino, forcejeando con furia, haciéndole sangrar al otro con cada puñetazo.
Schofield le rompió el hueso de la mejilla a su contrincante.
Zamanov le rompió la nariz a Schofield mientras que otro de sus puñetazos le sacó el auricular.
Entonces el ruso se abalanzó sobre Schofield, lanzándolo contra el panel de control del submarino, y de repente… el minisubmarino comenzó a… sumergirse.
Schofield se apartó del panel de control y vio que había activado el interruptor del lastre. El ASDS se estaba hundiendo.
En menos de lo que se hubiera imaginado estaban bajo el agua. A través de los dos cristales semiesféricos del submarino, Schofield contempló el mundo sumergido de la bodega.
Todo estaba en silencio, teñido de azul (el suelo, los silos, los cuerpos…); una increíble imagen submarina creada por el hombre.
El Talbot se estaba inclinando ligeramente sobre su costado derecho, por lo que el suelo de la bodega se inclinó al menos veinte grados hacia ese lado.
Zamanov recogió su espada.
El minisubmarino prosiguió con su caída a cámara lenta por la bodega anegada.
Y Zamanov y Schofield volvieron a enzarzarse (Zamanov atacándolo fuera de sí con su espada, Schofield agarrándole la mano cada vez que lo atacaba).
Pero entonces, con un crujido sordo, el submarino alcanzó el suelo de la bodega…
… Y comenzó a deslizarse hacia la puerta abierta del compartimento de carga.
El mundo en el interior del submarino se inclinó bruscamente.
Los dos hombres salieron disparados al otro lado.
El submarino se deslizó por el suelo inclinado antes de que, para horror de Schofield, se asomara por el borde de la entrada y cayera por ella, a mar abierto.
El pequeño submarino amarillo cayó con rapidez por las oscuras aguas del canal de la Mancha, bajo el gigantesco casco del Talbot.
El enorme tamaño del superpetrolero empequeñecía al submarino, que parecía un insecto bajo una ballena azul.
Pero, mientras que el superpetrolero estaba hundiéndose lenta y gradualmente, el minisubmarino estaba descendiendo a gran velocidad.
Más que eso.
Salió disparado en descenso vertical, poco menos que en caída libre, como un ascensor.
La profundidad media del canal de la Mancha es de unos ciento veinte metros. Allí, cerca de Cherburgo, la profundidad era de cien metros y el ASDS estaba cubriéndola en poco tiempo.
En su interior, Schofield y Zamanov luchaban en una oscuridad casi total, forcejeando bajo las espectrales luces azules del panel de control.
—Después de que lo mate, ¡pienso sacarle su puto corazón de yanqui! —gritó Zamanov mientras intentaba liberar su mano de Schofield.
Hasta ese momento, la pelea había consistido en movimientos más o menos estándar. Pero entonces Zamanov hizo lo que los marines llaman el «movimiento Lecter»: una táctica muy poco civilizada. Le enseñó los dientes e intentó morderle el rostro.
Schofield retrocedió al instante y echó hacia atrás la cara, y así Zamanov consiguió lo que realmente buscaba: liberar la mano que blandía la espada.
Fue a atacarlo cuando el submarino alcanzó el lecho del canal y los dos cayeron al suelo.
Se levantaron a la vez, veloces cual rayo.
Zamanov se incorporó de un salto y blandió su espada en el mismo momento en que Schofield se abalanzó con fuerza sobre él, metiéndose bajo el arco que Zamanov estaba trazando con su brazo mientras al mismo tiempo sacaba algo metálico del chaleco y se lo metía al ruso en la boca.
Zamanov no tuvo tiempo ni de sorprenderse, porque Schofield no vaciló.
Activó el pitón de escalada y volvió la cabeza, pues no quería verlo.
Con un sonido metálico, los extremos como pinzas del pitón se expandieron hacia fuera, buscando algo a lo que asirse.
Lo que encontraron fue la mandíbula inferior y superior de Zamanov.
Schofield no llegó a verlo, pero sí lo oyó.
Oyó el terrible crujido de la mandíbula inferior de Zamanov estirándose más de lo que era humanamente posible.
Schofield se giró y vio que la mandíbula del ruso le pendía grotescamente del rostro, dislocada y rota. El extremo superior del pitón, sin embargo, había causado un daño mayor: había penetrado en el cerebro de Zamanov, dejándolo inmóvil.
El ruso cayó de rodillas.
Schofield cogió la espada y se colocó delante del cazarrecompensas.
Los ojos de Zamanov parpadearon por acto reflejo. Era la única señal de que seguía consciente.
Schofield quería atravesarlo con la espada, cortarle la cabeza incluso, hacerle lo que Zamanov le había hecho a los demás…
Pero no lo hizo.
No podía.
Por eso dejó que el ruso se tambaleara allí donde yacía de rodillas y a continuación observó que instantes después se desplomaba en un charco de sangre.
Una vez hubo concluido la pelea, Schofield se colocó de nuevo el auricular en el oído…
—¡Schofield! ¡Schofield! ¿Me recibe? —La voz de Knight casi le deja sordo—. ¿Está vivo?
—Estoy aquí —dijo Schofield—. Estoy en el lecho. ¿Dónde está usted?
—Estoy en el otro submarino. Encienda las luces exteriores para que pueda ver dónde está.
Schofield así hizo.
Momento en el que la voz de Knight dijo:
—Oh, no me jodas…
—¿Qué?
—¿Tiene energía? —dijo rápidamente Knight.
Schofield probó con el panel de control. Ninguna respuesta.
—Tengo oxígeno, pero no propulsión. ¿Por qué? ¿Qué ocurre? ¿No puede venir y sacarme de aquí?
—No hay manera humana de llegar a tiempo.
—¿A tiempo? ¿A tiempo de qué? ¿Cuál es el problema?
—Eh… esto… uno muy grande…
—¿Qué?
—Mire hacia arriba, capitán.
Schofield escudriñó el exterior.
Y vio el casco del superpetrolero, extremadamente grande, precipitándose a una velocidad constante sobre él, descendiendo en caída libre por las aguas del canal como si la luna cayera del cielo… con su masa colosal yendo directa a él.