6.3

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Bahía Upper New York (EE. UU).

26 de octubre, 11:25 horas (hora local).

Exactamente once minutos después de que su Concorde aterrizara en la pista del JFK, Libro II se hallaba en la parte trasera de un helicóptero CH-53E Super Stallion del Cuerpo de Marines, sobrevolando la estatua de la Libertad y la Bahía Upper New York mientras los rascacielos de acero y cristal de la ciudad neoyorkina se extendían ante sus ojos.

Sentados junto a él había doce marines de las fuerzas de reconocimiento fuertemente armados.

—¿Han encontrado terroristas en la fábrica? —gritó Libro II, estupefacto, por su micro. Estaba hablando con la persona al frente del departamento de Defensa que había inspeccionado la fábrica de Axon, un hombre llamado Dodds.

—Sí. Todos de Global Jihad, incluido, espere a oír esto, Shoab Riis. Todo apunta a que aquí se libró una terrible batalla.

—Global Jihad —dijo Libro—. Pero eso no tiene sentido… —Hizo una pausa.

De repente lo entendió todo.

El M-12 necesitaba a alguien a quien culpar. ¿Y quién mejor que una organización terrorista?

Porque, claro, ¿qué podía hacer Axon Corp si los terroristas de Global Jihad habían robado sus misiles y barcos? Pero ¿de dónde había sacado el M-12 a un grupo de auténticos terroristas de Global Jihad?

—Francia —dijo Libro II en voz alta—. Siempre los putos franceses.

Dodds dijo:

—Libro, ¿qué demonios está pasando? Todo el mundo aquí está acojonado. Podría tratarse del mayor ataque terrorista de la historia y van a usar nuestros propios misiles contra nosotros.

—Esto no es un ataque terrorista, Dodds —reveló Libro—. Es un asunto de negocios. Confíe en mí, los terroristas ya estaban muertos cuando llegaron a esa fábrica. Estoy comenzando a pensar que el servicio secreto francés ha prestado al M-12 una discreta ayuda en la sombra. Debo colgar. Libro, corto.

Libro volvió a fijar su mirada en los superpetroleros y buques portacontenedores anclados cerca de Staten Island: un grupo de leviatanes que esperaban permiso para acceder a los ríos Hudson y East.

Gracias al proyecto Kormoran, cada uno de ellos era un buque lanzamisiles en potencia.

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—Entonces, ¿cuál es este? —preguntó el piloto.

—Diríjase a las coordenadas GPS 28743.05 -4104.55 —ordenó Libro—. Ahí estará.

El piloto ajustó los cuadrantes y maniobró con ayuda de su localizador GPS.

Libro echó un vistazo a la lista de lanzamientos de su ordenador portátil por centésima vez. Después de haber hablado con Schofield, Scott Moseley y él habían calculado las localizaciones de los dos últimos petroleros-lanzamisiles Kormoran:

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Moseley y él habían señalado posteriormente todos los barcos en un mapa:

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¿La suma de todo aquello?

Además de los tres petroleros que iban a lanzar sus misiles con cabezas nucleares en Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Alemania, había dos barcos Kormoran más: uno en el mar Arábigo, listo para disparar a la India y Pakistán, y otro en el estrecho de Taiwán, cuyos misiles Taep’o-Dong apuntaban a Pekín y Hong Kong.

—Joder… —murmuró Libro.

Pulsó su micrófono por satélite.

—¿Fairfax? ¿Está ahí? ¿Cómo va todo por el oeste?

Océano Pacífico

A tres kilómetros de la bahía de San Francisco

08:25 horas (hora local).

11:25 horas (Tiempo del Este, Nueva York, EE. UU).

Dave Fairfax se encontraba en el interior de un Super Stallion, flanqueado por su propio equipo de soldados de la fuerza de reconocimiento. El pie derecho le temblaba todo el rato, un gesto nervioso que revelaba su más bien extremo miedo.

Llevaba un casco que le quedaba demasiado grande y un chaleco antibalas que le quedaba más grande todavía, y tenía en su regazo una unidad de enlace ascendente por satélite a tiempo real. Se sentía muy pequeño en comparación a los marines que lo rodeaban.

En ese momento, su Super Stallion estaba volando bajo, casi pegado a las olas del Pacífico…

Un superpetrolero permanecía silenciosamente anclado cerca de la costa de San Francisco.

—Hola, Libro —gritó por su recién adquirido micro de cuello—. Tenemos nuestro petrolero, y es muy grande. Sí. Se encuentra en la posición exacta, su localización concuerda con las coordenadas que me proporcionó. El petrolero ha sido identificado como el Jewel, matrícula de Norfolk, Virginia, construido por Atlantic Shipping Company, una filial de Axon Corporation.

El pie de Fairfax seguía moviéndose. Deseó que parara de una vez.

—Oh, y tengo ese número primo de Mersenne —continuó el informático—. Puf, los Mersenne suponen unas operaciones matemáticas increíbles. Solo existen treinta y nueve, que sepamos, pero algunos tienen como dos millones de dígitos. Son unos tipos de números primos muy extraños. Se consiguen aplicando una fórmula muy rigurosa: número primo de Mersenne = 2p -1, donde «p» es un número primo, pero la respuesta también es prima. El tres es el primer número primo de Mersenne porque 2² -1 = 3 y tanto el dos como el tres son primos. Al principio son pequeños, pero terminan siendo muy grandes. El sexto número primo de Mersenne es 131071. Se basa en el número primo diecisiete. Esto es, 217 -1 = 131071, que también es primo…

—Entonces, la respuesta es 131071 —quiso confirmar Libro.

—Así es —respondió Fairfax.

—Le diré el número a Espantapájaros —dijo Libro—. Gracias, David. Corto.

La señal se cortó.

Fairfax miró su pie delator con el ceño fruncido.

—Va con la responsabilidad del trabajo, señor Fairfax —le dijo Trent, el líder del equipo de soldados, mientras señalaba su pie—. Pero si Espantapájaros ha confiado en usted, eso significa que es apto para este desafío.

—Me alegra que piense que soy apto para ello —murmuró Fairfax.

El Super Stallion siguió avanzando hacia el petrolero.