6.2

Imagen

Y, por alguna razón, esas palabras hicieron que se detuviera.

Schofield se paró.

Y entonces cayó en la cuenta.

Madre nunca lo había llamado por su nombre. Ni siquiera fuera de servicio.

Bajó el arma unos centímetros y la miró.

Madre tenía un aspecto de lo más lastimoso: de rodillas, en el suelo, llena de barro, con las lágrimas cayéndole por la cara.

—Shane —gritó—, puede que al mundo no le importe. El mundo puede no saber que necesita a gente como tú y como Gant. ¡Pero a mí sí me importa! ¡Y sé que te necesito! Shane, tengo un marido y unas sobrinas preciosas de trece años que se visten como esa fulana de Britney Spears y tengo una suegra que saca lo peor de mí.

»Pero los quiero, los quiero con locura y no quiero verlos viviendo en un mundo de sufrimiento y muerte gobernado por una panda de hijos de puta multimillonarios. Pero no puedo evitar que eso ocurra. No puedo. Da igual lo que haga, lo mucho que lo intente, no soy lo suficientemente inteligente, lo suficientemente rápida, lo suficientemente buena. Pero tú sí. Puedes vencerlos. Y, ¿sabes por qué? Yo sí. Siempre lo he sabido. Y mi Gant también, y por eso te quería. Es porque puedes hacer lo que otra gente no puede.

Madre estaba de rodillas en el barro con los ojos llenos de lágrimas.

—Shane, nunca he sido la más lista de la clase, pero sí sé una cosa: las personas no son más que eso. Personas. Son egoístas y egocéntricas, hacen estupideces y no tienen ni idea de que ahí fuera hay héroes como tú que velan por ellos todos los días.

Schofield no dijo una palabra.

La lluvia le golpeaba las mejillas.

Pero Madre había roto el encantamiento.

La vida estaba regresando a sus ojos.

—Nunca te llamo Shane —dijo Madre—. Probablemente lo sepas. Pero ¿sabes por qué?

Schofield estaba clavado en el sitio. Paralizado.

—No. ¿Por qué?

—Porque no eres un tipo normal y corriente. No eres un «Brad» o un «Chad» o un «Warren». Eres Espantapájaros. El puto Espantapájaros.

»Eres más que un hombre normal. Razón por la que nunca te he tratado como a un hombre normal. Eres mejor que todos ellos. Pero, si te rindes, si optas por la salida fácil, estarás tomando el mismo camino que Brad o Chad o Warren tomarían. Y ese no eres tú. Ese no es Espantapájaros. Espantapájaros está hecho de otra pasta. No estoy diciendo que la vida tras esto vaya a ser fácil, no sé si una persona normal podría recuperarse tras oír lo que acabas de oír, pero si alguien puede, ese eres tú.

Schofield permaneció en silencio un largo instante.

Entonces finalmente habló.

—Voy a matarlos a todos, Madre —aseguró—. A los cazarrecompensas que la capturaron. A todos los cazarrecompensas implicados en esta cacería. Además de a todos los miembros del M-12 que han hecho que esto ocurra. Y, cuando todo haya terminado, independientemente de cómo haya terminado, sobreviva el mundo a esta crisis o se vaya al infierno, encontraré a Jonathan Killian y le volaré la puta tapa de los sesos.

Madre sonrió entre lágrimas.

—Suena bien.

—Pero, Madre, no te garantizo lo que vaya a hacer después —añadió de manera inquietante.

—Entonces supongo que tendré que luchar contra ti de nuevo —dijo Madre.

Y, al oír eso, Schofield parpadeó.

Había vuelto en sí.

Madre asintió.

—Espantapájaros. Puede que nadie te lo diga, así que yo te lo diré. De mi parte… y de la de Ralph, de mis seis clones de Britney y de la zorra de mi suegra: gracias.

Schofield fue hacia ella y le extendió la mano. Madre se la cogió y dejó que la levantara.

Antes de ponerse en marcha, sin embargo, Madre le dio un poderoso abrazo, engulléndolo en su enorme armazón. A continuación lo besó en la frente y lo llevó de regreso al Cuervo rodeándolo con el brazo.

—Ya la echo de menos —dijo Madre mientras caminaban.

—Yo también —dijo Schofield—. Yo también.

Caminaron juntos.

—Madre, siento haberte pegado.

—No pasa nada. Yo te pegué primero.

—Gracias por pelear conmigo. Gracias por evitar que perdiera los papeles.