5.10

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Fortaleza de Valois, Bretaña (Francia).

26 de octubre, 16:00 horas (hora local).

10:00 horas (Tiempo del Este, Nueva York, EE. UU).

Llevaron a Libby Gant a rastras hasta el oscuro foso subterráneo.

Sangrando, herida y a punto de perder la conciencia, Gant se fijó en las paredes circulares de piedra y en el agua de mar que, gracias a la subida de la marea, cubría en esos momentos casi toda la base.

Agua que contenía dos tiburones.

Clunc.

La mitad superior de los bloques de madera de la guillotina cayó e inmovilizó la cabeza de Gant.

El hombre que la estaba apuntando fue quien lo hizo. Gant no lo había visto antes: era pelirrojo, con ojos negros y vacíos y un rostro de roedor extremadamente desagradable.

La imponente estructura de la guillotina se cernía sobre ella. Su cabeza estaba en esos momentos inmovilizada a tres metros y medio bajo la hoja afilada suspendida.

Gant hizo una mueca de dolor. Apenas podía arrodillarse. La herida del pecho le ardía.

Junto a Cara Rata estaba uno de los cazarrecompensas, el número dos de Cedric Wexley, un psicótico otrora marine real llamado Drake. Estaba apuntando a Gant con un fusil Steyr AUG.

Gant se percató de que Drake llevaba un extraño chaleco provisto de todo tipo de raros dispositivos como una pequeña botella de buceo y pitones de escalada.

Era el chaleco de Knight. Eso le hizo alzar la vista. Y lo vio. A cuatro metros y medio de ella, sobre una plataforma de piedra medio sumergida en el agua. Tenía los ojos fuertemente cerrados (pues le habían quitado las gafas), la espalda inmovilizada contra la pared curvada de piedra, las muñecas esposadas y las fundas de sus armas vacías. Aloysius Knight.

Una voz resonó por la mazmorra inundada.

—«Girando y girando en el vasto girar, el halcón no puede oír al halconero; las cosas se destruyen; ceden los cimientos; la anarquía se desata sobre el mundo». Yeats, si no me equivoco.

Jonathan Killian apareció en el balcón con el cazarrecompensas Cedric Wexley a su lado.

Killian contempló el foso de los Tiburones cual emperador contemplando el Coliseo. Sus ojos se posaron en Gant, a cuarenta y cinco metros de distancia, al otro lado del foso.

—La anarquía se desata sobre el mundo, teniente Gant —dijo en tono agradable—. Debo decir que me gusta cómo suena eso. ¿A usted no?

—No. —Gant gimió de dolor.

No fue necesario alzar la voz. Sus palabras resonaron por toda la mazmorra.

Killian dijo:

—Y el capitán Knight. Sus acciones me resultan de lo más molestas. Un cazarrecompensas de su fama entorpeciendo una cacería. Solo puedo llegar a una conclusión: ha sido pagado para ello.

Knight se quedó mirando al joven multimillonario sin decir nada.

—Me preocupa que haya alguien que desee echar por tierra los planes del Consejo. ¿Quién le paga para salvar a Schofield, capitán Knight?

Knight no dijo nada.

—Noble silencio. Qué predecible —dijo Killian—. Quizá cuando haga que le arranquen la lengua desee haber hablado antes.

—Sabemos cuál es su plan, Killian —dijo Gant entre dientes—. Comenzar una nueva guerra fría para ganar más dinero. No funcionará. Hemos destapado la caja de los truenos. El Gobierno estadounidense está al tanto.

Killian resopló con desdén.

—Mi querida teniente Gant. ¿De veras cree que temo al Gobierno? Los gobiernos occidentales actuales no son más que un grupo de hombres de mediana edad con sobrepeso que intentan minimizar su mediocridad ostentando altos cargos. Los aviones presidenciales, los despachos de los primeros ministros… no son más que ilusiones de poder.

»Respecto a esa nueva guerra fría —musitó Killian—, bueno, es más un plan del Consejo que mío. Mi plan tiene más amplitud de miras.

»Piense en el poema de Yeats. A mí en concreto me fascina el concepto del halconero que ya no puede controlar a su halcón. Da a entender que una nación ya no es capaz de controlar su arma más letal. El arma ha desarrollado una mente propia, se ha percatado de su letal potencial. Ha superado a su dueño y ha adquirido una peligrosa independencia.

»Ahora pongámoslo en el contexto de la industria de Defensa de Estados Unidos. ¿Qué ocurre cuando los constructores de misiles deciden no obedecer más a sus principales compradores? ¿Qué ocurre cuando el complejo militar-industrial decide que ya no necesita al Gobierno estadounidense?

—Espantapájaros lo detendrá —dijo Gant desafiante.

—Sí. Sí. Espantapájaros —dijo Killian—. Nuestro amigo. Es especial, ¿verdad? ¿Sabía que el Consejo estaba tan preocupado por su presencia en la lista que se tomó la molestia de preparar una misión falsa en Siberia para atraparlo? Huelga decir que no funcionó.

—Por supuesto que no.

—Pero si sigue con vida… —dijo Killian—, sí, es un problema.

Killian miró a Gant…

… Y Gant sintió cómo un escalofrío le recorría la espalda. Había algo en aquella mirada que nunca antes había visto, algo realmente aterrador.

Aloysius Knight también lo vio y se preocupó. Todo estaba sucediendo demasiado deprisa. Se revolvió, intentando zafarse de las esposas.

—Bien —dijo Killian—. En cualquier historia normal, un villano como yo buscaría atraer al problemático Schofield reteniendo a su amada, la teniente Gant. Creo que eso era exactamente lo que Damon Larkham tenía en mente esta mañana.

—Sí —dijo Gant con recelo—. Así es.

—Pero no funcionó, ¿verdad? —dijo Killian.

—No.

—Razón por la que, teniente Gant, debo hacer algo más para atraer la atención de Schofield. Algo que haga que encontrarme sea más importante para él que trastocar el plan del Consejo. Señor Noonan.

En ese momento, Cara Rata (Noonan) agarró la manivela de la guillotina y Gant tragó saliva horrorizada.

Entonces miró a Knight y sus ojos se encontraron.

—Knight —dijo Gant—. Cuando salga de aquí, dígale algo a Schofield de mi parte. Dígale que le habría dicho que sí.

Entonces, sin pausa ni paciencia, Cara Rata soltó el resorte y la hoja de la guillotina cayó a gran velocidad hacia el cuello de Gant.

Clunc.