Espacio aéreo sobre la costa francesa
26 de octubre, 15:40 horas (hora local).
09:40 horas (Tiempo del Este, Nueva York, EE. UU).
El Cuervo Negro descendía hacia la costa francesa en dirección a la fortaleza de Valois.
—Rufus —dijo Madre—. Hay algo que quiero saber. ¿Cuál es la historia con su jefe? ¿Qué hace un tipo honesto como usted con un cabrón asesino como ese Knight?
En el asiento delantero del Sukhoi, Rufus ladeó la cabeza.
—El capitán Knight no es un mal hombre —dijo con su marcado acento sureño—. Y para nada tan malo como todo el mundo dice que es. Sí, puede matar a un hombre a sangre fría, y créame, lo he visto, pero no siempre fue así. Hicieron que se volviera así. No es ningún santo, claro que no, pero tampoco es el demonio. Y siempre ha cuidado de mí.
—Vale… —Madre estaba preocupada por ese cazarrecompensas que en teoría estaba protegiendo a Schofield—. ¿Y entonces qué pasa con todo lo que dice su expediente? Eso de que traicionó a su unidad Delta en Sudán, que alertó a Al Qaeda del ataque y dejó que sus hombres cayeran en una trampa. Trece hombres, ¿no es cierto? Murieron por su culpa.
Rufus asintió con tristeza.
—Sí, yo también he visto ese dosier, y déjeme decirle que toda esa basura sobre Sudán es mentira. Lo sé porque estuve allí. El capitán Knight no traicionó a nadie. Y nunca dejó que trece hombres murieran.
—¿Ni siquiera los abandonó allí? —preguntó Madre.
—No, señora —dijo Rufus—. Knight mató a esos hijos de puta él mismo.
—Yo era piloto de helicópteros por aquel entonces —comenzó Rufus—, con los Nightstalkers. Volábamos con los hombres de la unidad Delta en operaciones especiales. Estábamos haciendo incursiones nocturnas en Sudán, devastando campos de entrenamiento terroristas tras las bombas en las embajadas de Kenia y Tanzania en 1998. Estábamos saliendo de Yemen y nos dirigíamos a Sudán por el mar Rojo.
»Conocí a Knight en la base de Adén. Era un tipo callado, reservado. Leía libros, ¿sabe? Libros gordos, de los que no tienen fotos. Y siempre estaba escribiéndole cartas a su joven mujer.
»Era diferente a la mayoría de los tipos de mi unidad, los pilotos de helicópteros. Ellos no eran tan amables conmigo. Verá, soy bastante inteligente, pero a mi manera. Se me dan genial las matemáticas y la física y gracias a eso puedo pilotar un avión o un helicóptero mejor que cualquier hombre vivo. La cuestión es que no soy tan bueno en el entorno social. En ocasiones no cojo las bromas, especialmente las subidas de tono. Ese tipo de cosas.
»Y los otros pilotos… bueno… les gustaba reírse de mí y gastarme bromas, como cuando me enviaron a una de las enfermeras del hospital para que se acercara a mi mesa y me hablara de manera sensual y erótica. O me adjudicaban tareas que no eran de mi competencia. Cosas así. En vez de llamarme Rufus, me llaman Doofus[3].
»Entonces algunos de los Rangers de la base comenzaron a llamarme así también. Pero el capitán Knight jamás usó ese apelativo. Nunca. Siempre me llamaba por mi nombre.
»El caso es que un día pasó junto a mi habitación justo después de que algunos de esos cabrones se hubieran llevado todos mis libros mientras dormía y los cambiasen por revistas porno. Estaban todos mofándose de mí cuando el capitán Knight preguntó qué estaba pasando.
»Un piloto llamado Harry Hartley le dijo que se fuera a tomar por culo y que se metiera en sus asuntos. Knight se quedó allí, en la puerta, completamente inmóvil. Hartley le dijo de nuevo que se marchara. Knight no se movió. Así que Hartley se acercó hacia él enfadado y le lanzó un puñetazo. Knight tiró a ese cabrón al suelo usando solo las piernas y a continuación le apretó la garganta con la rodilla y le dijo que mi destreza como piloto sí era asunto suyo y que me dejaran en paz… o volvería.
»Nadie volvió a meterse conmigo.
Madre dijo:
—Entonces, ¿qué ocurrió con los trece soldados que murieron en Sudán?
—Cuando iba a una misión —explicó Rufus—, Knight a menudo trabajaba solo. A los tipos de la unidad Delta les está permitido. Por lo general, un hombre actuando por su cuenta causa más daño que una sección entera.
»La cuestión es que una noche se encontraba en Puerto Sudán, vigilando un antiguo almacén. Ese lugar era una ciudad fantasma, desierta, dejada de la mano de Dios. Razón por la que Al Qaeda tenía un campo de entrenamiento allí, en el interior de un enorme y viejo almacén.
»Así que Knight entra en el almacén y espera. Esa noche hay una reunión allí, pero no se trata de la típica reunión entre miembros de Al Qaeda y traficantes de armas rusos. El puto Bin Laden estaba allí con tres tipos de la CIA, hablando de los atentados en las embajadas.
»Knight envía una señal digital silenciosa para dar su ubicación y pedir refuerzos, indicando también que OBL está allí. Se ofrece a liquidar a OBL, pero el comandante le ordena que no actúe, que está enviando un equipo especial de la unidad Delta a su señal.
»El equipo proviene de la base de Adén, dieciséis hombres en un Black Hawk que yo pilotaba. Como podrá imaginarse, cuando llegamos al almacén en Puerto Sudán, Bin Laden había volado.
»Nos reunimos con Knight en el punto de encuentro, en la costa, en un faro abandonado. Está muy enfadado. El líder del equipo de intervención era un tipo llamado Brandeis, capitán Wade Brandeis. Le dice a Knight que hay algo más importante en juego. Algo muy por encima de él.
»Knight se da la vuelta y se dirige, furioso, al helicóptero. Entonces, tras él, ese cabrón de Brandeis asiente con la cabeza a dos de esos tipos y dice: “Al piloto del helicóptero también. No puede seguir con vida tras ver esto”. Y entonces esos hijos de puta apuntaron con sus MP-5 a la espalda de Knight y a mí, que estaba en la cabina.
»No tuve tiempo para gritar, pero tampoco fue necesario. Knight les había oído moverse. Después me dijo que había escuchado el ruido de su ropa al rozarse contra su equipo de protección corporal; el sonido de alguien que estaba levantando su arma.
»Un segundo antes de que dispararan, Knight echó a correr y se abalanzó sobre mí en el compartimento del helicóptero. Los tipos de Delta corrieron tras nosotros, disparando sin cesar al helicóptero, pero Knight es demasiado rápido. Me saca por el otro lado del helicóptero y me arrastra por el terreno que lleva al faro.
»No creería lo que ocurrió en el interior del faro. El equipo de la unidad Delta entró tras nosotros, todo el equipo. Dieciséis hombres. Solo tres salieron.
»Knight mató a nueve soldados Delta en el interior de aquel faro antes de que Brandeis y los otros dos decidieran cortar por lo sano y salir. Entonces, Brandeis, sabiendo que Knight seguía dentro luchando contra cuatro de sus hombres, colocó una carga de demolición de termita y amatol delante de la puerta principal.
»No sé si ha llegado a ver la detonación de una carga de termita, pero es descomunal. Bueno, la granada estalló y el faro cayó como una secuoya californiana. Cuando se desplomó, el suelo tembló como si hubiera habido un terremoto.
»Cuando el polvo y la tierra se asentaron, ya no quedaba nada, nada. Solo una montaña de escombros y restos. Nadie que se hubiera encontrado en el interior del faro habría podido sobrevivir. Ni nosotros ni los cuatro tipos de Delta que Brandeis había dejado allí.
»Así que Brandeis y los otros dos se montaron en mi helicóptero y pusieron rumbo a Adén.
»El derrumbamiento del faro sí mató a los cuatro tipos de Delta, los aplastó. Pero no a nosotros. Knight había visto a Brandeis salir del faro y se imaginó que iba a volar el edificio. Así que Knight y yo bajamos corriendo las escaleras del faro, dejando a los tipos de Delta atrás, y nos metimos en un refugio contra tormentas que había en la base del edificio.
»El faro cayó, pero el refugio resistió. Era sólido, de paredes de hormigón. Tardamos dos días en abrirnos paso entre los escombros.
—Joder… —murmuró Madre.
—Resultó que Brandeis trabajaba para un grupo del ejército estadounidense llamado Grupo de Convergencia de Inteligencia o GCI. ¿Ha oído hablar de ellos?
—Sí. Alguna que otra vez —dijo Madre con voz seria.
—Ya no se oye hablar de ellos —dijo Rufus—. Dicen que se trataba de una agencia gubernamental que se infiltraba en unidades militares, importantes empresas y universidades y luego informaban al Gobierno. Pero se produjo una purga, hará un par de años, que acabó con ella. Sin embargo, algunos miembros sobrevivieron, Brandeis entre ellos. Al parecer, el GCI había estado detrás de los ataques a las embajadas estadounidenses en África. Estaban liquidando a algunos espías en esas dependencias y habían contratado a Al Qaeda para que hiciera el trabajo sucio.
»Para cubrirse el culo respecto al baño de sangre en el faro, el GCI echó la culpa a Knight. Dijeron que había estado recibiendo millones de dólares de Al Qaeda. Le atribuyeron las trece muertes del equipo Delta bajo la acusación de haber avisado a Al Qaeda de su llegada. Colocaron a Knight en los primeros puestos de la lista de personas más buscadas del departamento de Defensa. Su expediente recibió la clasificación Cebra: disparar contra él nada más verlo. Y el Gobierno estadounidense puso precio a su cabeza: dos millones de dólares, vivo o muerto.
—Un cazarrecompensas con un precio por su cabeza. Curioso —afirmó Madre.
Rufus añadió:
—Pero entonces el GCI hizo lo peor de todo. ¿Recuerda que le dije que Knight estaba casado? También tenía un bebé. El GCI los mató. Hicieron que pareciera que un ladrón había entrado en su casa. Mataron a la mujer y al bebé.
»Y ahora, ahora el GCI está muerto y la familia de Knight también, pero la cabeza de Knight sigue teniendo un precio. El Gobierno estadounidense manda de tanto en tanto a un equipo tras él, como hicieron en Brasil hará unos años. Y, por supuesto, Wade Brandeis sigue en servicio activo con los Delta. Creo que tiene el rango de comandante, y sigue destinado en Yemen.
—Y por eso Knight se convirtió en cazarrecompensas —dijo Madre.
—Así es. Y yo fui con él. Me salvó la vida y siempre ha sido bueno conmigo, siempre me ha respetado. Y no se ha olvidado de Brandeis. Tiene un tatuaje en su brazo para recordarlo. Está esperando su oportunidad de volverse a encontrar con él.
Madre reflexionó sobre lo que le acababa de contar Rufus.
Rememoró la misión que había realizado con Schofield y Gant en aquella remota estación polar en la Antártida algunos años atrás, una aventura en la que habían tenido que vérselas con el GCI.
Por suerte para ellos, habían ganado. Pero, más o menos al mismo tiempo, Aloysius Knight también había batallado contra el GCI. Y había perdido.
—Es como Shane Schofield, pero por el mal camino —susurró.
—¿Qué?
—Nada.
Madre contempló el horizonte mientras un pensamiento de lo más peculiar se le venía a la mente. Se preguntó qué le ocurriría a Shane Schofield si perdiera en una contienda así.
Unos minutos después, el Cuervo Negro alcanzó la costa de Bretaña.
Rufus y Madre contemplaron la carretera que se extendía desde la fortaleza de Valois y los cráteres, los impactos de los proyectiles en los acantilados, el amasijo de metal humeante de los camiones, los coches y los helicópteros desperdigados por todo el lugar.
—Pero ¿qué demonios ha pasado aquí? —acertó a decir Rufus.
—Espantapájaros. Eso es lo que ha pasado —dijo Madre—. La pregunta es: ¿dónde está ahora?