Knight y Gant lo vieron todo desde su camión conforme se alejaban de la carretera.
Vieron que el Mack de Schofield chocaba contra la barrera de seguridad y se precipitaba hacia el Mirage, tras lo cual se produjo la tremenda explosión y la caída al océano.
Nadie podría sobrevivir a un impacto así.
A pesar de sus heridas, a Gant casi se le salieron los ojos de las órbitas.
—Oh, Dios. Shane. No… —susurró.
—Hijo de puta —murmuró Knight.
Montones de pensamientos se agolparon en su mente. Schofield estaba muerto, un hombre que le habría reportado millones de dólares a Knight si lo hubiera mantenido con vida. ¿Qué hacía ahora? ¿Y qué hacía con esa mujer herida que ya no le servía de nada?
Lo primero que tienes que hacer es salir de aquí con vida, dijo una voz en su interior.
Y entonces, de repente, el último Peugeot sobrepasó al camión y siguió avanzando.
Sorprendido, Knight miró hacia delante y vio la carretera que se alzaba ante él.
En la siguiente curva, una estructura similar a un castillo pequeño conformaba un arco sobre la carretera.
De piedra y rematada con almenas, era una torre de entrada de dos plantas que debía de tener la misma antigüedad que la fortaleza de Valois. Probablemente marcara el límite exterior del terreno de la fortaleza.
En el lado más alejado de la torre, sin embargo, había un puente levadizo que cubría una sección de seis metros de espacio vacío en la carretera. Solo podía atravesarse si el puente estaba bajado. Y, en ese momento, lo estaba.
Pero entonces el Peugeot llegó a la torre y uno de sus ocupantes se bajó y, de repente, ante los ojos de Knight, el puente levadizo comenzó a subir.
—No… —dijo en voz alta—. ¡No!
Pisó el acelerador.
El Kenworth se dirigió hacia la torre de entrada medieval, ganando velocidad.
El puente levadizo estaba levantándose con la ayuda de sus cadenas de hierro.
Iba a estar muy justo.
El camión aceleró.
El puente se levaba lentamente: treinta centímetros, sesenta, un metro…
Los hombres del Peugeot abrieron fuego cuando el camión de Knight se dispuso a recorrer los últimos cuarenta y cinco metros.
Knight se agachó. El parabrisas se hizo añicos.
El puente levadizo siguió subiendo…
… Y entonces el camión cruzó la entrada, dejando atrás a los hombres de ExSol…
… Y corrió hacia la rampa, fácilmente a cien por hora, cuando se precipitó al extremo del puente y salió despedido, volando por encima del vertiginoso hueco de la carretera bajo el puente y…
… El camión aterrizó en tierra firme de nuevo, dando uno, dos, tres botes antes de que Knight lograra recuperar el control.
—Uau —suspiró aliviado—. Ha sido…
¡Pum!
El tramo de carretera que tenía ante sí estalló en una nube de tierra. Un obús del destructor.
Knight pisó los frenos y su camión derrapó hasta detenerse a escasos centímetros del reciente socavón de la carretera.
Knight gimió.
La carretera había desaparecido, se había evaporado, y la distancia hasta el otro lado del abismo era de al menos nueve metros.
Gant y él estaban atrapados, flanqueados por delante y por detrás por sendos cráteres en la carretera.
En ese momento, casi al unísono, el helicóptero de Axon, que había contemplado la persecución desde una prudente distancia muy por encima de la carretera, apareció junto a ellos. El piloto estaba hablando por la radio de su casco.
—Joder —dijo Knight.
Quinto ataque
Inglaterra - Francia - EE. UU.
26 de octubre, 14:00 horas (Inglaterra).
09:00 horas (Tiempo del Este, Nueva York, EE. UU).
Debemos evitar la adquisición de la injustificada influencia, sea solicitada o no, del complejo militar-industrial.
Presidente Dwight D. Eisenhower
Discurso de despedida. Enero, 1961