4.7

Imagen

Schofield salió al otro extremo del túnel y comenzó a subir por la montaña.

Tomó una curva, vio la empinada carretera ante él (montones de giros y puntos ciegos y, en la parte superior, los otros dos Peugeot amarillos que habían tomado la carretera).

Habían cogido la ruta más corta y les habían tomado la delantera, de manera que en esos momentos estaban descendiendo por la carretera para provocar un choque frontal con Schofield y Gant.

El WRX de Schofield subió por la montaña, en esos momentos seguido por solo dos vehículos, los dos camiones: el Mack de Knight con su morro alargado y el segundo, un Kenworth de frente respingón.

Pero entonces el WRX tomó una curva ciega y se topó con una imagen inesperada: un caza, con su amenazador morro apuntando hacia abajo y un arsenal de misiles colgando de sus alas.

Schofield lo reconoció al instante: era un Dassault Mirage 2000N-II, el equivalente francés del Harrier. El Dassault Mirage 2000N-II, una variante del estándar Mirage 2000N, era un caza de reacción que solo se hallaba en los portaaviones franceses más nuevos y de mayores dimensiones. Se parecía mucho al Harrier, compacto y encorvado, con sus tomas de aire semicirculares a ambos lados de una cabina con capacidad para dos personas.

El Mirage comenzó a disparar y una ráfaga de balas trazadoras impactó en las paredes rocosas situadas justo encima del coche de Schofield.

Schofield pisó el acelerador y dejó atrás el avión mientras este giraba en el aire y su ráfaga de disparos le pisaba los talones, pero tomó otra curva justo cuando algunas de las trazadoras impactaron en su parachoques trasero.

—Toma el volante, rápido —le ordenó Schofield a Gant.

Gant se colocó en el asiento del conductor. Mientras, Schofield se metió la mano en el bolsillo y sacó unas balas, las de la franja naranja que le había dado Knight.

—Para personas, no. Para aviones caza, sí —dijo mientras cargaba las balas en el cargador de su Desert Eagle. Terminó en el mismo momento en que un segundo Mirage se colocaba sobre la carretera justo delante de ellos y abría fuego.

Pero en esos momentos Schofield ya estaba en condiciones de responderlos.

Se asomó por la ventanilla del copiloto, se sentó en la pieza de apoyo y apuntó con su Desert Eagle.

Las balas del Mirage estaban arrasando el tramo de carretera situado delante del WRX justo cuando Schofield comenzó a disparar repetidamente al avión, alcanzando sus dos tomas de aire al mismo tiempo que algunas de las balas trazadoras del caza atravesaban el parabrisas del WRX.

Las balas con gas expansivo de Schofield hicieron su trabajo.

Cuando las primeras impactaron en los ventiladores de aspiración del Mirage, sus gases internos estallaron hacia fuera, haciendo pedazos las hélices de los ventiladores, combándolas, haciendo que interfirieran entre sí y que el avión comenzara a entrar en pérdida y también que las balas posteriores entraran directamente a los motores y explotaran en el interior de las altamente volátiles cámaras de inyección de combustible.

Dos pequeñas balas fueron suficientes para destruir un avión de seiscientos millones de dólares.

Al comenzar a fallarle los motores, el Mirage empezó a dar vueltas frenéticamente en el cielo, disparando balas trazadoras en todas direcciones, antes de estallar en un millón de pedazos, rociando todo de fuego líquido, para posteriormente precipitarse al vacío y aterrizar en la carretera a cuarenta y cinco metros por delante del WRX.

Schofield volvió a meterse por la ventana del copiloto…

… Y vio a Gant desplomada contra la puerta. La sangre le salía a borbotones de una herida gigante en su hombro izquierdo. En el asiento del conductor, tras ella, podía verse un enorme agujero de cinco centímetros que encajaba con el emplazamiento de su herida. Había sido alcanzada por una de las balas trazadoras del Mirage.

—Oh, no —murmuró Schofield. Se colocó en el asiento y pisó el freno.

El WRX chirrió y se detuvo inmediatamente, a poca distancia de los restos del Mirage.

—¡Zorro! —gritó—. ¡Libby!

Abrió los ojos con dificultad.

—Duele… —gimió.

—Vamos. —Schofield abrió la puerta de una patada y la sacó en brazos. Entonces dijo por su radio—: ¡Knight! ¡Dónde está!

—Estoy en el primer camión. Tengo otro cerca, detrás de mí. ¿Dónde…? Espere, los veo.

—Zorro ha sido alcanzada. Necesitamos que nos recoja.

—Cuando llegue, suban rápido, porque voy a tener al otro camión pegado al culo.

Y entonces Schofield vio a Knight: vislumbró el morro alargado del Mack subiendo la pendiente con rapidez.

Con un chirrido de sus frenos, el Mack se detuvo delante del WRX.

Knight abrió la puerta y Schofield subió a Gant y luego se montó él. Knight cambió la marcha y pisó el acelerador un instante antes de que el Kenworth de morro respingón apareciera tras la curva, acercándose a toda velocidad.

El Mack pasó por encima de los restos del Mirage, desperdigados por la carretera, y fue alcanzando velocidad. El segundo camión avanzó también por encima de los restos del Mirage antes de golpear con dureza la parte trasera del camión de Knight, que todavía estaba ganando velocidad.

Knight, Schofield y Gant se precipitaron hacia delante por el impacto.

Knight y Schofield se miraron y dijeron al mismo tiempo:

—¡Tenemos dos coches acercándose desde delante!

Los dos se quedaron callados. Imágenes gemelas.

—¡Qué le ha pasado! —gritó Knight.

—Ha sido alcanzada por los disparos de un caza —dijo Schofield.

—Oh.

Los dos camiones siguieron avanzando mientras sus chimeneas despedían un humo negro.

Entonces, de repente, divisaron cómo los dos coches amarillos tomaban una curva justo delante del camión de Schofield y Knight y descendían por la misma pendiente. Los dos vehículos tenían hombres apostados en las ventanillas de los copilotos y estos blandían AK-47.

Para el caso, bien podían estar disparándoles con una cerbatana.

El gigantesco Mack se abalanzó sobre el Peugeot izquierdo, haciéndolo pedazos, mientras que el segundo coche de rali de Axon se apartó del camino, golpeándose contra la pared rocosa de la carretera y derrapando antes de lograr detenerse. Los dos camiones pasaron de largo.

El Mack llegó a la parte superior de la montaña y retomó la carretera principal en una intersección.

El Kenworth estaba justo detrás, seguido de cerca por el restante Peugeot. Retomando la persecución, el coche de rali accedió a la carretera principal una fracción de segundo antes de que, ¡bum!, toda la bifurcación estallara en una nube de tierra, alcanzada por un obús del omnipresente destructor francés.

Los dos camiones tomaron una curva, dejando el océano a su izquierda, cuando de repente se toparon con la entrada de otro túnel por el carril del acantilado. Ese pasadizo se doblaba en una larga curva a la derecha, pegado a la pared del acantilado, y sin duda era mucho más largo que el resto de los túneles previos.

El Mack entró en el subterráneo a noventa kilómetros por hora justo cuando, detrás, el Peugeot se colocó a la altura del Kenworth y el hombre apostado en la ventanilla del coche le lanzó una ráfaga de disparos a las ruedas traseras del Mack.

Los neumáticos estallaron y comenzaron a golpearse contra la carretera y la sección trasera del camión comenzó a dar coletazos.

Momento en el que el camión Kenworth aprovechó su oportunidad y comenzó a acelerar.

—¡Se acercan! —advirtió Schofield a gritos.

En los confines del túnel, el camión de morro respingón se acercó al flanco derecho del Mack.

—Yo me encargo —dijo Knight—. Tenga el volante.

Knight saltó del asiento del conductor y se dirigió a un compartimento trasero donde había una cama. Allí disparó rápidamente dos veces a la ventana posterior, que daba a la sección plana del camión donde se conectaba el remolque. En cuestión de segundos había desaparecido por la ventana, recibido por un viento atronador.

Los dos camiones avanzaban pegados por el túnel en curva, dejando atrás las columnas que daban al océano.

Schofield conducía mientras miraba a Gant. Estaba gravemente herida.

Se oyó un estallido desde algún punto cercano y Schofield se volvió. El segundo Mirage estaba tras las columnas a su izquierda, disparándoles.

Esto no pinta bien, pensó Schofield.

Y entonces el camión del morro respingón se colocó junto al suyo por la derecha. Vio a dos hombres de ExSol en el interior de la cabina y, cuando se colocaron a la altura del Mack, el copiloto pasó por encima del conductor y abrió la puerta más cercana al Mack.

Iba a saltar.

Schofield levantó su Desert Eagle en respuesta. Clic.

No le quedaba munición.

—¡Mierda!

El hombre de Executive Solutions sorteó el hueco entre los dos camiones y aterrizó en el peldaño exterior de la puerta del copiloto del Mack. Apuntó con su ametralladora a la ventana, un disparo imposible de fallar…

… Al mismo tiempo que Schofield sacaba el Maghook de su funda, lo apuntaba y apretaba el gatillo…

¡Pffff!

El Maghook no disparó. Solo emitió un débil silbido. Se había quedado sin gas propulsor.

—¡Maldita sea! —gritó Schofield—. ¡Esto nunca me había pasado!

Se había quedado sin opciones. Gant y él eran blancos fáciles.

El hombre de ExSol lo vio y su dedo se dispuso a apretar el gatillo. Momento en el que fue aplastado por su camión Kenworth, que lo golpeó con dureza contra el Mack, con tanta dureza que los dos camiones se elevaron momentáneamente por encima del suelo.

El mercenario, impotente, estalló en una masa carmesí. Sus ojos se le salieron de las órbitas antes de desaparecer del campo de visión de Schofield y caer a la carretera bajo los dos camiones.

Cuando el hombre desapareció de su vista, Schofield pudo ver al nuevo conductor del Kenworth: Aloysius Knight.

Pues, cuando el mercenario de ExSol había saltado de la puerta del Kenworth al Mack, otra figura había cruzado en la otra dirección, desde la sección trasera del Mack a la sección trasera del Kenworth.

Era Knight.

En ese momento los dos camiones avanzaban juntos por el largo y curvado túnel, perseguidos tan solo por el último Peugeot amarillo.

Pero, con las llantas reventadas, el Mack de Schofield era peligrosamente inestable. Derrapaba y daba bandazos al intentar coger algo de tracción.

Schofield habló por su radio.

—¡Knight! ¡No puedo controlar este camión! ¡Tenemos que subir al suyo!

—De acuerdo. Me acercaré. Envíeme a su dama.

El Kenworth se acercó al Mack, prácticamente rozándole un lateral.

Schofield aseguró el volante del Mack con el cinturón de seguridad. A continuación abrió de una patada la puerta del copiloto y comenzó a ayudar a Gant a moverse.

Al mismo tiempo, Knight abrió la puerta del conductor y extendió la mano.

De repente, disparos. Disparos que impactaron en los dos camiones. Pero tan solo eran disparos desesperados del Peugeot.

Schofield le pasó a Gant, y Knight la cogió y la colocó con cuidado en el asiento del copiloto.

Una vez Gant estuvo a salvo, Schofield se dispuso a saltar. Justo en ese instante, una impresionante ráfaga de balas trazadoras cortó horizontalmente el aire delante de él, creando una barrera letal cual láser, impidiéndole acceder al camión de Knight y Gant.

Schofield se giró para mirar hacia delante y vio el origen de aquellos disparos.

Observó que, al final del túnel en curva, la carretera torcía a la derecha, y contempló, cerniéndose amenazante en el aire justo en esa curva, al segundo Mirage 2000N-II, disparando con su minigun de seis cañones.

Y entonces Schofield advirtió horrorizado que las balas trazadoras se precipitaban contra su camión y una inimaginable ráfaga de disparos impactaba en la rejilla de metal del Mack, dejándole millones de pequeñas abolladuras.

Los motores del Mack se prendieron y el fluido hidráulico comenzó a verterse por todas partes. De pronto, Schofield no podía ver nada por el parabrisas. Pisó el freno; no funcionaba. Probó con el volante; funcionaba, pero muy poco, lo suficiente para que le dijera al caza:

—Si caigo, tú caes conmigo.

El Mack siguió avanzando por el túnel, junto con el otro camión.

Y aun así los disparos del Mirage no cesaron.

Los dos camiones llegaron al final del pasadizo, en esos momentos ya separados, y Aloysius Knight no tuvo otra opción que girar a la derecha, mientras que el Mack de Schofield, con el capó en llamas y los neumáticos traseros reventados, no pudo hacer otra cosa que seguir hacia delante, haciendo caso omiso de la curva.

Schofield lo vio todo antes de que ocurriera.

Y supo que no había nada que pudiera hacer.

—Dios mío… —dijo.

Un segundo después, el Mack no pudo tomar la curva y se estampó contra la barrera de protección y salió disparado, por los aires, directo al caza Mirage.