3.12

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Pero el gancho del Maghook que llevaba en la mano sí lo logró.

Puede que el maldito Maghook ya no funcionara pero, al llevarlo en la mano, Madre había añadido otros treinta centímetros a su brazo. Era justo lo que necesitaba.

El gancho de acero se agarró al suelo del ascensor y frenó la caída de Madre. Había comenzado a trepar por él cuando…

Zum-zum-zum-zum-zum-zum-zum…

El Lynx.

Había vuelto y se cernía, amenazador, ante Madre mientras esta pendía del suelo del ascensor destruido. Tras él, un segundo helicóptero Lynx del IG-88 observaba la escena.

Esta vez el Lynx se hallaba tan cerca de Madre que esta pudo ver el rostro sonriente del piloto.

La saludó con la mano y a continuación agarró el disparador de su arma.

Madre, colgando de la plataforma del ascensor, totalmente vendida, negó con la cabeza.

—No…

Los cañones de la minigun del helicóptero comenzaron a rotar, justo cuando Madre percibió un movimiento tras el aparato: una columna de humo gris, tras el Lynx, la estela de un misil que parecía provenir de…

El segundo helicóptero Lynx.

El misil impactó en el Lynx que había estado amenazando a Madre.

Se produjo una explosión colosal en el aire y, en menos de un segundo, el Lynx había desaparecido. Tan cerca estaba de la onda expansiva que Madre no pudo hacer otra cosa que seguir agarrándose con fuerza al Maghook.

Los restos del primer Lynx comenzaron a golpearse contra el edificio, humeantes, en llamas.

Lo que quedaba del helicóptero se precipitó a una franja de hierba situada en la base del edificio con un fuerte estruendo.

Madre miró hacia el segundo helicóptero Lynx, el que había volado en pedazos a su compañero… y vio al piloto.

Libro II.

Oyó su voz por el auricular:

—Hola. Acabo de encontrarme con esta preciosidad en el tejado. Por desgracia, su piloto no quería vendérmelo. Me preguntaba dónde se había metido.

—Ja, ja, muy gracioso, Libro —dijo Madre mientras trepaba al quinto ascensor—. ¿Qué tal si me baja de esta puta torre?

—Encantado. Pero ¿puede conseguirme algo primero?

Madre corría por un pasillo de la planta 39. Su Colt encabezaba la marcha.

Aquel lugar era un desastre. Las paredes estaban llenas de agujeros de balas. Nada fabricado en cristal o vidrio seguía en pie.

Si el IG-88 seguía allí, Madre no se topó con ellos.

—Está cerca de la escalera interna —explicó la voz de Libro por su auricular—. La sala donde encontramos a Rosenthal. Tiene que ser una especie de sala de interrogatorios.

—Recibido —dijo Madre.

Madre vio una puerta cerca de la parte superior de las escaleras en curva y corrió hacia ella.

Al entrar se encontró con un espejo semirreflectante que daba a una sala de interrogatorios adyacente. Dos videocámaras apuntaban al espejo. En una mesa cercana había gruesas carpetas de papel manila y dos cintas de vídeo digitales.

—Es una sala de interrogatorios —informó Madre—. Hay archivos. Cintas de vídeo. ¿Qué es lo que quiere?

—Todo. Todo lo que pueda coger. Y todo lo que tenga que ver con el M-12 o el CincLock-VII. Y coja las cintas, incluso las que sigan dentro de las videocámaras.

Madre cogió un maletín Samsonite plateado que había en el suelo y lo llenó de documentos y de cintas de vídeo. Las dos cámaras tenían cintas, así que también las cogió.

Y entonces salió de la sala de interrogatorios y subió las escaleras de incendios que conducían al tejado.

Llegó al exterior corriendo, bajo la lluvia, justo cuando Libro aterrizó allí con su Lynx. Subió al helicóptero y este despegó, dejando las ruinas humeantes de la torre King tras de sí.