—¡Maldita sea, joder! —gritó Rocko.
—¿Qué? —gritó Cowboy.
—¡El otro ha vuelto!
Ninguno de los británicos había visto a Schofield regresar al Hércules.
Ni Cowboy ni Rocko ni el hombre trajeado de la Inteligencia británica que quedaba con vida.
No lo habían visto subir a la bodega tras el Humvee por la rampa trasera, aferrado a sus Maghook.
Ni tampoco lo habían visto avanzar sigilosamente por el lado derecho del Humvee y cruzar por delante de este, sacando de allí a Aloysius Knight… al mismo tiempo que arrastraba al soldado del IG-88 que quedaba hasta colocarlo delante del vehículo en marcha, haciendo que lo atropellara a él y no al Caballero Oscuro.
Schofield y Knight se dieron de bruces contra la pared lateral de la bodega, justo al lado de Gant.
Knight tenía los ojos fuertemente cerrados. Schofield ni siquiera se detuvo a tomar aire.
Cortó las esposas de plástico de Gant y le dio el cuchillo.
—Hola, nena. Te eché de menos en Afganistán. ¡Vamos! Ayúdame con el general.
El general Weitzman seguía sobre el capó del Humvee con las muñecas esposadas a los espejos del coche.
Gant le quitó un manojo de llaves al soldado atropellado y encontró la que abría las esposas.
Mientras tanto, Schofield se puso en pie justo cuando, a su lado, Cowboy emergía de la puerta del conductor mientras, al mismo tiempo, en el extremo delantero del vehículo, el tipo del MI6 desclavaba el cuchillo incrustado en la caja de madera.
Un sándwich poco apetecible.
Schofield extendió los brazos en ambas direcciones y disparó sus Maghook de manera simultánea. En aquella atmósfera impregnada de partículas adhesivas solo podría efectuar un disparo con cada uno.
Disparó.
El primer gancho no alcanzó a Cowboy, pero tampoco era su intención. Impactó en la puerta blindada que estaba abriendo. Desde tan cerca, el Maghook tronó al chocar contra ella, cerrándola, golpeando a Cowboy y metiéndolo de nuevo en el interior del coche.
El hombre trajeado del MI6 recibió en el pecho el impacto del otro Maghook. Se encorvó, con las costillas rotas, y se precipitó hacia la caja que tenía detrás.
Por su parte, Gant estaba soltando la mano izquierda del general Weitzman. La muñeca le quedó libre.
—Vale —dijo—. La otra muñeca. Al otro lado…
Pero al otro lado del Humvee estaba…
Rocko.
Allí. Inmóvil. Cerniéndose sobre el cuerpo tendido de Weitzman.
Schofield apareció al lado de Gant y se quedó mirando fijamente a Rocko.
—Ocúpate del general —dijo sin apartar los ojos del gigante soldado—. Y estate atenta a mi señal.
—¿Qué señal?
Pero Schofield no respondió. Simplemente se acuclilló y sacó dos shuriken de Knight de un cuerpo. Al otro lado del Humvee, Rocko hizo lo mismo.
Entonces los dos caminaron hasta el área tras el Humvee, un espacio reducido que daba a la rampa de carga, desde la que se divisaba el cielo azul.
Permanecieron el uno frente al otro durante un instante (el alto y corpulento Rocko; el menudo y más proporcionado Schofield), cada uno de ellos blandiendo dos afilados shuriken.
Y los lanzaron.
Destellos plateados, el sonido metálico de afiladas cuchillas.
Rocko lanzó un shuriken, Schofield lo esquivó.
Mientras Schofield y Rocko peleaban en la parte trasera del compartimento de carga, Gant soltó la muñeca derecha de Weitzman, pero dejó la esposa abierta unida al espejo lateral. Ayudó a bajar al suelo a Weitzman.
Mientras, el general murmuraba incoherencias:
—Oh, Dios, el código… el código universal… vale, vale, existe, pero solo algunas personas lo conocen… Se basa en un principio matemático… y, sí, se introdujo con el Kormoran, pero hubo… hubo también otro proyecto involucrado… Camaleón…
Schofield y Rocko seguían moviéndose en la parte posterior de la bodega mientras sus shuriken volaban y chocaban.
Llegaron al lado derecho del Humvee, donde estaban Gant y Weitzman. Schofield encabezaba la marcha, desplazándose hacia atrás, esquivando los shuriken de Rocko.
—¡Gant! —gritó Schofield—. ¿Preparada para la señal?
—¡Sí! ¿Cuál es?
—¡Esta!
Y entonces Schofield placó el siguiente golpe de Rocko y, con gran rapidez, cambió su peso y golpeó la mano del gigante que blandía el shuriken contra el capó del Humvee, justo al lado de la esposa abierta que instantes antes había retenido a Weitzman.
—¡Ahora!
Gant respondió al instante, se tiró al capó del Humvee y cerró la esposa alrededor de la muñeca de Rocko.
Rocko se quedó helado.
¡Estoy esposado al espejo lateral del Humvee!
Schofield se arrojó al suelo junto al general Weitzman.
—Señor, ¿se encuentra bien? —preguntó mientras se acercaba a él.
Pero el general seguía balbuceando:
—Oh, no… no fue solo el proyecto Kormoran… También estaba el Camaleón… Oh, Dios, Kormoran y Camaleón juntos. Barcos y misiles. Todo encubierto. Dios… Pero el código de desactivación universal cambia cada semana. En este momento, es… el sexto… oh, Dios mío, el sexto m… m… mercen… mercen…
De repente, un silbido. El destello del acero. Y a continuación la cabeza del general se convulsionó y una línea roja apareció en su cuello…
… Y entonces Schofield vio que la cabeza del general Ronson H. Weitzman se separaba de su cuerpo.
La cabeza cayó al suelo y rodó hasta detenerse junto a los pies de Schofield. Tras una decapitación, la cabeza humana aguanta con vida otros treinta segundos. Así, el rostro sin cuerpo de Weitzman se quedó mirando de manera horripilante a Schofield desde el suelo. Sus párpados pestañearon unos instantes antes de que, gracias a Dios, sus músculos faciales se relajaran finalmente y la cabeza quedara inerte.
Schofield se volvió para alzar la vista y vio al segundo de Larkham, el apuesto y joven Cowboy, al otro lado del Humvee, blandiendo un machete de filo largo del que en esos momentos goteaba sangre fresca.
Sus ojos eran los de un demente, sedientos de sangre. Se dispuso a abalanzarse sobre Schofield con el machete…
… Justo cuando una mano le agarró la muñeca por detrás y la golpeó contra el capó del Humvee, haciendo que el machete saliera disparado de su mano, al mismo tiempo que su sigiloso atacante cerraba la otra esposa alrededor de la muñeca de Cowboy.
Cowboy se volvió: era Aloysius Knight, de pie, tras él, con un nuevo par de gafas con cristales de color ámbar.
—No ha estado mal, Cowboy. Ha recordado mi talón de Aquiles.
A continuación Knight cogió el machete y sonrió al asesino del IG-88.
—Yo también recuerdo el suyo. Su incapacidad para volar.
Entonces Knight se dirigió a la puerta del conductor del Humvee, se inclinó y metió la marcha atrás.
Asintió a Schofield y Gant.
—Apártense.
Cowboy y Rocko, esposados a ambos lados del Humvee, miraban horrorizados a Knight.
—Adiós, chicos.
Y, tras eso, Knight clavó el pedal del acelerador al suelo del coche con el machete.
El Humvee salió despedido hacia atrás, hacia la rampa trasera abierta.
El vehículo alcanzó el final de la rampa y luego se quedó un instante inclinado hacia abajo antes de precipitarse a una caída de veinte mil pies.