1.8

Imagen

Fue mientras miraba por la ventana a los soldados mercenarios cuando lo oyó.

Un estruendo fuerte y retumbante.

El sonido inconfundible de un caza.

—La transmisión de antes —musitó Schofield.

—¿Qué? —preguntó Libro II.

—Cuando estábamos dentro del Typhoon, dijeron que habían captado un contacto aéreo entrante: un caza polivalente Yak-141. Pilotado por alguien a quien llamaron «el Húngaro». Dijeron que venía de camino.

—¿Un cazarrecompensas?

—Un competidor. Pero en un Yak-141. Y un Yak-141 es un… —dijo Schofield—. ¡Vamos! ¡Rápido!

Corrieron a la escalera más cercana y subieron en dirección al tejado de la torre de oficinas.

Schofield abrió la trampilla del tejado. Libro II y él la atravesaron y al instante fueron golpeados sin piedad por el fuerte viento siberiano.

Su cronómetro seguía avanzando:

00:29

00:30

00:31

Conformaban una imagen de lo más singular: dos diminutas figuras en lo alto de la torre, rodeadas por los edificios abandonados de Krask-8 y las inhóspitas montañas siberianas.

Schofield corrió al borde del tejado para ver de dónde provenía el ruido del motor.

00:33

00:34

00:35

¡Allí!

Estaba sobrevolando un edificio bajo ligeramente abovedado a unos cuatrocientos cincuenta metros al oeste: era un caza supersónico Yakovlev-141.

El Yak-141, el equivalente ruso al avión a reacción Harrier, era probablemente la aeronave más horrible jamás construida; con sus bordes cuadrados y su abultado motor de combustión residual, no había sido fabricado para ser bonito. Pero su tobera trasera permitía vectorizar su posquemador de combustible para que apuntara hacia abajo, posibilitando de esa manera que despegara y aterrizara verticalmente, y que también se mantuviera inmóvil en el aire cual helicóptero.

00:39

00:40

00:41

Schofield sacó su MP-7 y descerrajó un cargador entero de treinta balas en dirección al morro del Yak en un intento a la desesperada por atraer la atención del piloto.

Funcionó.

Como si de un Tyrannosaurus rex al que le han interrumpido el almuerzo se tratara, el Yak-141 viró en el aire y pareció mirar directamente a Schofield y Libro II. Entonces, con un bandazo, incrementó la potencia y se acercó a la torre.

Schofield agitó los brazos hacia el avión como un idiota.

—¡Aquí! —gritó—. ¡Acércate! ¡Acércate más!

00:49

00:50

00:51

El Yak-141 se aproximó aún más, de manera que en esos momentos se encontraba a unos cuarenta metros del tejado de la torre.

No lo bastante cerca…

Schofield podía ver al piloto desde esa distancia, un hombre de rostro ancho que llevaba un casco de vuelo y parecía confuso. Schofield agitó los brazos frenéticamente, gritando una vez más.

00:53

00:54

00:55

El Yak-141 se acercó una fracción más.

Treinta y cinco metros…

00:56

—¡Joder, aprisa! —gritó Schofield mientras contemplaba el tejado bajo sus pies, esperando a que de un momento a otro las cargas de termita explotaran.

00:57

—Demasiado tarde. —Schofield se giró hacia Libro con gesto elocuente y bajó el arma. Al ver a Schofield, Libro hizo lo mismo.

—Haga lo que le diga —dijo Schofield de repente—, y seguirá con vida. ¡Ahora corra!

Echaron a correr, a gran velocidad, codo con codo, acercándose al borde del tejado de quince plantas de altura.

00:58

Llegaron rápidamente al borde…

00:59

… Y, cuando el cronómetro de Schofield marcó el minuto, Libro II y él saltaron al vacío. Sus pies abandonaron el parapeto en el mismo instante en que la sección inferior del edificio estalló en una lluvia de hormigón, y toda la torre (los sesenta metros, el tejado, las paredes acristaladas, las columnas de hormigón…) se desplomó bajo ellos como si de un gigantesco árbol recién talado se tratara.