San Petersburgo, Rusia, 6 de marzo de 1917
«Los judíos hemos sido acusados de los más viles crímenes y maldades, pero lo cierto es que la tierra ha sido bendecida por Dios por nuestra causa. Como fieles siervos de Yahvé debemos propiciar la llegada del Mesías.
Dios nos ha reunido de todas las partes de la tierra con el fin de darle gloria. Los aquí reunidos nos comprometemos a poner toda nuestra sabiduría, tiempo y dinero al servicio de nuestro pueblo. Procuraremos construir un hogar en el que los judíos podamos vivir libremente y demostrar al mundo cómo vive el pueblo de Dios…»
Después de varios capítulos, Alicia y Lincoln comprendieron que lo único que buscaba el sionismo era la fórmula para que los judíos regresaran a Israel.
—¿No pone nada de conspiraciones para gobernar el mundo? —preguntó Alicia al traductor.
—No, ya les he leído la mitad. Lo único de lo que habla es del regreso de los judíos a la Tierra Prometida —comentó el hombre.
—Sin duda Nilus, el stárets, falseó los datos para culpar a los judíos de las mayores atrocidades —dijo Lincoln.
—Sí, pero ¿por qué? ¿Qué consigue Nilus con todo eso?
—¿Parar la revolución? —preguntó Lincoln.
—No, creo que él piensa que la revolución es un castigo justo. Pretende algo más —dijo Alicia.
Un hombre se acercó a ellos y les extendió un papel con una dirección y una hora anotada:
«Diríjanse al palacio de Tsárskoye Seló a las 9 de la noche. Frente al complejo hay una casa semiderruida de tejas negras. Allí se efectuará el cambio. Traigan el manuscrito y liberaremos a sus amigos.»
Después de leer la nota, levantaron la vista, pero el hombre había desaparecido.