Capítulo 116

Klin, Rusia, 4 de marzo de 1917

Levantaron al monje de la cama. Su cara parecía aterrorizada. En ese momento entró en el cuarto Pavel, se acercó al monje y después de darle un golpe en el abdomen le preguntó:

—¿Dónde está el manuscrito?

El hombre lo miró confundido. Apenas era consciente del peligro que corría. Hizo un gesto con los hombros y la paciencia de Pavel se agotó de repente.

—¡Maldito monje! Maté a todos tus hermanos y haré lo mismo contigo si no me dices dónde está el manuscrito.

El monje señaló tembloroso el maletín. Pavel lo registró, tirando todos los papeles por el suelo, pero sin encontrar nada.

—¿Quieres burlarte de mí? —preguntó al monje mientras lo zarandeaba.

—Estaba en el maletín, yo mismo lo guardé. Deben de haberlo cogido ellos.

—¿Dónde están? Mis hombres solo han visto a dos niños.

—No lo sé. Anoche cenamos juntos, pero no sé dónde están ahora.

—Te mataré lentamente —dijo Pavel.

—La zarina me escribió una carta pidiéndome ayuda, si me llevas ante ella seguro que te premiará.

—Esa alemana es uno de los problemas de Rusia —contestó Pavel.

Una voz fuerte y arrogante sonó a sus espaldas.

—Deja a ese pobre viejo. ¿Es lo único que sabes hacer, pegar a viejos y violar a mujeres indefensas?

Cuando Pavel se dio la vuelta vio la cara de Hércules y, junto a él, había una mujer rubia que no conocía.

—El señor español está con nosotros. Será un placer acabar contigo y después ocuparme de tu amiguita. Pero antes quiero saber dónde está el manuscrito.

—Búscalo tú mismo si estás tan interesado en él.

—Maldito cerdo —dijo Pavel dejando al monje y dirigiéndose hacia él.

Hércules le esquivó y el ruso se desplomó en el suelo. Se puso en pie y miró el rostro del español.

—Será mejor que no te resistas.

Sus hombres apuntaron a la mujer y al anciano. Hércules levantó las manos y se dejó registrar. Dos hombres lo cogieron por los brazos y Pavel aprovechó para darle una buena paliza. A cada golpe Hércules pensaba en aquellos últimos años. Cuántos sufrimientos sin sentido, estaba demasiado cansado para seguir luchando, lo único que quería era descansar. Al final perdió el conocimiento y se derrumbó en el suelo.