Zúrich, Suiza, 18 de febrero de 1917
—¿Entonces los judíos tienen el libro? —preguntó el jefe de las Centurias Negras.
Alicia miró con desprecio a Pavel, pero sin mediar palabra. El ruso volvió a abofetearla y Lincoln intentó de nuevo zafarse de las cuerdas que lo ataban a la silla sin conseguirlo.
—Si no contestas, empezaré el verdadero interrogatorio —dijo Pavel. Agarró la blusa de Alicia y la abrió con violencia. El corsé la de mujer apenas tapaba sus pechos pecosos.
—No sabemos más. Es lo que nos dijeron en Praga. Nilus dejó el libro en un depósito en Suiza en un banco judío y ellos se lo quitaron —dijo Lincoln.
—Un banco judío. El único banco perteneciente a un simpatizante del sionismo es el Jacob’s Bank —comentó uno de los oficiales de las Centurias Negras.
—¿Quién es el dueño? —preguntó Pavel.
—Iosef Caro. Uno de los hombres más ricos de Suiza —dijo el oficial.
—Tenemos que interceptarlo a la salida del banco. Lo quiero esta tarde aquí.
El oficial miró a los prisioneros. El hermano Juan parecía meditar en silencio, mientras Lincoln seguía revolviéndose en su silla. Alicia tenía la cabeza gacha y respiraba agitada.
—A ellos que les metan en un cuarto con vigilancia, ya pensaremos qué hacemos más tarde. A la mujer que la lleven a mi cuarto. Esa bastarda va a saber cómo es un hombre ruso.
Pavel salió de la habitación excitado y furioso. Todo se había complicado demasiado, tenían que hacerse con el libro ese mismo día y regresar a Rusia.