Capítulo 67

Praga, Chequia, 16 de febrero de 1917

Los hombres de Pavel siguieron disparando durante diez minutos hasta que este les ordenó que pararan. Con un gesto ordenó a dos de sus hombres que se acercaran hasta el mausoleo. Nadie les disparó. Entraron en el pequeño edificio y salieron para avisar a sus compañeros.

Pavel se acercó y miró en el interior. El suelo estaba repleto de casquillos y todavía podía olerse la pólvora y el miedo de sus malditas presas.

—¿Dónde se han metido? —preguntó al final en alto. Aunque seguía confuso en su mente.

Los hombres registraron el mausoleo hasta que uno encontró el pasadizo.

—Señor, aquí hay un túnel.

Pavel corrió hasta la entrada y ordenó a sus hombres que entraran en el pasadizo.

—No pueden estar lejos —dijo mientras pasaba a la oscura y húmeda gruta.

Al principio les costó acostumbrarse a la oscuridad. Unos respiraderos dejaban entrar una leve luz, suficiente para saber dónde se ponía el pie.

Caminaron media hora sin encontrar a nadie.

—Maldita sea. Esto es un laberinto. Sin alguien que nos guíe, nos les encontraremos jamás —dijo Pavel, resignado—. Regresemos.

El grupo dio media vuelta y regresó hasta el mausoleo. Revisaron de nuevo el panteón con la esperanza de encontrar alguna pista. Casi habían desistido cuando alguien acercó a Pavel una caja de cerillas vacía. Pavel la revisó cuidadosamente. Había impreso el nombre de un hotel y una dirección en Zúrich, Suiza.

—Viajaremos a Suiza, esperemos que esas ratas regresen a su madriguera —dijo Pavel furioso. Sabía que el tiempo se acababa. El imperio de desmoronaba en pedazos y ellos eran los únicos que podían impedirlo.