Capítulo 62

Praga, Chequia, 16 de febrero de 1917

—¿Por qué ese libro es tan peligroso? —preguntó Alicia.

—Ese libro es una blasfemia y una mentira —contestó Moses indignado.

—Pero ¿qué contiene? —insistió Hércules.

El rabino se puso en pie y, con el ceño fruncido, comenzó a pasear por la sala. Todos lo miraron expectantes, entonces el rabino se paró en seco y dijo:

—Ese libro maldito es la gran mentira antisemita. Los protocolos de los sabios de Sion son las actas de una supuesta reunión secreta de varios varones judíos. En ese libro aparentemente hay un plan para gobernar el mundo —dijo el rabino.

—¿Un plan para gobernar el mundo? —preguntó Lincoln.

—Sí, yo no he leído el libro, pero es lo que ha llegado a mis oídos —dijo Moses.

—¿Quién escribió el libro? —preguntó Churchill.

—Un tal Sergei Aleksándrovich Nilus parece ser el autor, aunque él dice que simplemente tradujo el libro —dijo Moses.

El hermano Juan abrió mucho los ojos y tomó su cuaderno, comenzando a escribir a toda velocidad. Después le entregó la hoja a Alicia.

—Dice que él conoce a Nilus —leyó la mujer.

—¿Conoce al escritor del libro? —preguntó Hércules.

El monje hizo un gesto afirmativo con la cabeza. Después volvió a escribir.

—Es el stárets de su monasterio —leyó Alicia—, el hombre que lo ha enviado a buscarnos.

Todos se miraron sorprendidos. El rabino los miró con desconfianza.

—Ustedes trabajan para Nilus —dijo el anciano.

—No, simplemente nos pidieron que descubriéramos quién había asesinado a varios hermanos de su congregación —negó Hércules.

El rabino les hizo un gesto con las manos para que se fueran.

—Ya no tengo nada más que decirles. Será mejor que se marchen.

El grupo abandonó confuso la sinagoga y salió a la plaza. El primero en hablar fue Hércules.

—Será mejor que regresemos a Suiza —comentó.

—Sí, yo aquí tengo que separarme de ustedes —dijo Churchill—, el deber me llama. No puedo retrasar más mi incorporación.

Apenas habían cruzado cuatro palabras cuando un anciano judío se les acercó.

—¿Han hablado con el rabino Moses?

Todos se sorprendieron por la indiscreción del hombre.

—Sí, ¿por qué lo pregunta? —dijo Hércules.

—Yo soy judío, pero no estoy de acuerdo con sus planes.

—¿Qué planes? —preguntó Lincoln.

—Los protocolos. Yo estuve en aquella reunión secreta hace diez años y no estoy dispuesto a callar por más tiempo. Cuando pasé delante del despacho del rabino los escuché. ¿Quieren saber la verdad? ¿Lo que realmente pasó en aquellas reuniones?