Capítulo 57

París, Francia, 14 de febrero de 1917

Al otro lado Pavel y diez de sus hombres golpeaban la puerta con todas sus fuerzas. Ya había intentado dar caza a esos malditos extranjeros en la torre Eiffel, pero sus hombres habían fallado. Había cosas que era mejor hacerlas uno mismo, pensó mientras la puerta se hacía añicos.

Cuando entraron en el salón, no había nadie. Estaba seguro de haber oído los murmullos de sus presas al otro lado de la puerta, pero después de que sus hombres terminaron de registrar la casa, le informaron de que no había ni rastro de ellos.

—Son unos diablos —dijo Pavel enfadado.

Después se quitó el gorro y se frotó la calva. Llevaba el pelo al cero y en su rostro carnoso crecía una leve pelusa canosa alrededor de los labios. No estaba en forma, lucía una barriga que le impedía correr con agilidad, pero seguía conservando su fuerza y la malicia de sus penetrantes ojos verdes.

Sus hombres se acercaron haciendo gestos de desconcierto, pero ninguno se atrevió a decir nada.

—Maldita sea, debe de haber una salida trasera —dijo Pavel.

—No hemos visto ninguna —comentó uno de sus oficiales.

Pavel lo cogió por el cuello y comenzó a apretar. El hombre no intentó defenderse, pero se aferró a las manos de su jefe.

—En las Centurias Negras nadie se dirige a su superior sin que este le dé permiso. Esto no es el maldito ejército regular. —Pavel soltó a su ayudante y este cayó al suelo medio desmayado.

Las Centurias Negras llevaban poco tiempo actuando, pero se habían convertido en las fuerzas más leales al zar. El grupo no era un ejército regular ni mercenario, sino una milicia extremista liderada por Alexander Ivanovich Dubrovin. En ella se integraban desde campesinos y nobles hasta burgueses y religiosos. Todos ellos adeptos incondicionales al zar. Su misión era aterrorizar a los partidos de izquierdas y perseguir a los judíos. Colaboraban activamente con los servicios secretos.

—Será mejor que busquemos por las calles cercanas. No pueden haber ido muy lejos —dijo Pavel.

Todos los hombres corrieron escaleras abajo y él fue el último en salir antes de echar un último vistazo a la casa.