Capítulo 51

Zúrich, Suiza, 13 de febrero de 1917

Tras la reunión Masha acompañó a Lenin hasta su residencia. No podía dejar de pensar en Oleg. La tenía poseída de una pasión que nunca había sentido antes por nadie. Como si su viejo amigo hubiera descubierto una debilidad que ella misma ignoraba.

—¿Está bien, Masha? —preguntó Lenin.

—Sí, lo cierto es que estoy algo cansada —dijo la mujer bajando la cabeza.

—Será mejor que se tome el resto del día libre —dijo Lenin.

—Querría pedirle otro favor, camarada Lenin —comentó Masha mirando al suelo.

—Dígame…

—Un compatriota nuestro llamado Oleg ha venido huyendo de Rusia. Ha trabajado para el ejército, pero está arrepentido y quiere unirse a nuestra causa. Me preguntaba si él podría venir con nosotros a Rusia en ese tren.

—¿Cómo ha dicho que se llama? —preguntó Lenin frunciendo el ceño.

—Teniente Oleg.

Lenin se quedó unos segundos pensativo. Le gustaba tomar todas las precauciones posibles. Los servicios secretos rusos habían intentado durante años introducir a sus topos en el partido.

—Mandaré a un par de hombres que lo investiguen a fondo. Si está limpio, no tendré ningún inconveniente en que viaje con nosotros —dijo Lenin.

—Gracias, señor —contestó Masha, con un brillo especial en la mirada. Al menos podría volver con Oleg a Rusia y si la revolución triunfaba, tal vez formarían una familia.

La joven dejó la residencia de Lenin y se dirigió al encuentro de su amigo. Sentía el corazón acelerado y la misma sensación que cuando se enamoró por primera vez.

Oleg la esperaba en un viejo café a un par de manzanas de allí. Fumaba nervioso un pitillo de filtro largo. El tabaco suizo era excelente, pero no lograba calmar su ansiedad. Sabía que todavía sentía por Masha algo más que amistad, pero no podría definirlo como amor. Tal vez la palabra más exacta para definirlo era revancha. Había esperado aquello durante años. Volver a recuperar a la mujer que su amigo le había robado, sentir el placer de poseerla y robarle su voluntad. Cuando se convirtiera en un viejo cascarón vacío y él consiguiera cumplir su misión, se desharía de ella como de un trasto viejo e inservible.