Capítulo 44

Zúrich, Suiza, 12 de febrero de 1917

Masha fue a su cita con Oleg desoyendo sus propios consejos. Sabía que había algo oscuro en su viejo amigo, pero no podía evitar sentirse atraída hacia él. En cierto sentido, Oleg representaba todo lo que un día había soñado ser, pero lo había abandonado por su marido y la causa comunista. Ahora que su esposo había muerto y sus ideales comenzaban a tambalearse, su viejo amigo le recordaba un pasado no tan lejano.

En la primera cita se habían contentado con pasear por las calles de la ciudad y recordar viejos tiempos. Una época apasionante, cuando todos los amigos se reunían después de clase para hablar sobre el futuro y soñar con una Rusia diferente. Pero después de la segunda cita las cosas comenzaron a cambiar.

Oleg la había besado y aquello era lo más parecido al amor que había sentido en los últimos dos años de exilio. Nunca había mantenido una relación con nadie del partido, al fin y al cabo era una mujer casada y aquello era sagrado para Lenin, cuya moral se parecía más a los puritanos ingleses que a los libertinos franceses. Tampoco se había sentido atraída por nadie. Su ideología era lo único que importaba, pero sin duda su viejo amigo había desestabilizado su pequeño mundo.

Después de tomar un café se dirigieron al hotel de Oleg. Un encantador hotelito cerca de las montañas, a las afueras de la ciudad.

Primero se sentaron en el vestíbulo, pero después él la invitó a subir a la habitación. Al principio Masha se negó. Se acababa de enterar de la muerte de su marido y aquello le parecía alguna forma de traición, pero al final decidió ir al cuarto.

Cuando Oleg la rodeó con sus brazos, sus últimos años de vida pasaron por su mente. Sabía que estaba haciendo algo que la llevaba indefectiblemente hacia el abismo, pero se dejó llevar.

Una hora más tarde, Masha estaba levantada y se había sentado en la silla enfrente del balcón. Su corazón sufría una mezcla de vergüenza, rabia y plenitud, como si todos los sentimientos fueran posibles al mismo tiempo, pero al menos se sentía viva.