Capítulo 30

Zúrich, Suiza, 9 de febrero de 1917

Lincoln había logrado liberarse de las ataduras poco después de que los hombres abandonaran la habitación. Afortunadamente, no estaban en la vieja mansión del doctor Jung a las afueras de la ciudad. Los habían encerrado en un piso destartalado muy cerca de la calle principal, donde estaban todos los bancos. Después de liberar al hermano Juan, los dos hombres se dirigieron a la salida. No había vigilancia. Seguramente ya no era necesario retenerlos por más tiempo, Jung habría obtenido su premio y sería muy difícil demostrar que uno de los hombres más respetables de la ciudad los había retenido.

La puerta estaba cerrada con llave por fuera. Era muy difícil salir por la ventana, estaban en una tercera planta. Lincoln abrió la ventana y miró a uno y otro lado. Si caminaban por la fachada hasta el fondo, podrían llegar a una azotea cercana.

—Venga, hermano Juan —dijo sacando al monje por la ventana. Después salió él.

Caminaron con paso lento por la fachada. El monje se detuvo un momento y miró al vacío.

—No mire abajo —dijo Lincoln.

Siguieron arrastrando los pies hasta llegar a la azotea. Después dieron un pequeño salto. Allí Lincoln se dirigió al monje.

—¿Dónde está la caja de seguridad del banco?

El hermano Juan se encogió de hombros. Lincoln intentó recordar la conversación. Aquellos hombres habían dicho unas siglas, pero no era capaz de recordar nada.

—¿Cómo era? Era algo de… Da igual, todos los bancos están en la misma calle. Los veremos allí.

Los dos hombres corrieron escaleras abajo. No podían dejarlos escapar.