Capítulo 28

Zúrich, Suiza, 9 de febrero de 1917

Cuando el coche llegó a la ciudad ya era bien entrada la madrugada. Oleg y Kusma habían sorteado la última frontera y llegado a Zúrich sin muchos impedimentos. Lo más difícil había sido que las autoridades suizas no se dieran cuenta de su falsa identidad, pero los servicios secretos rusos sabían hacer muy bien su trabajo.

Tenían la dirección de Lenin y sabían con cuántos hombres contaba para protegerlo. Había espías suyos en Suiza, pero los servicios secretos preferían que lo hiciera alguien externo, algún agente virgen, que hasta ese momento no hubiera actuado. El zar se encontraba en un momento muy delicado, lo último que necesitaba era que lo acusaran de asesinar a la oposición. Oleg era el hombre más indicado. Joven, soltero y convencido de que matar a Lenin era hacer un gran servicio a su país.

El joven oficial nunca había asesinado a nadie, si exceptuamos a su joven amigo Yegor, pero eso era una ventaja más que un inconveniente. Sus superiores sabían que un fanático cumplía mejor su misión que un profesional. Oleg estaba dispuesto a morir antes de dejar escapar a su presa.

La única cosa que lo ataba a ese mundo era su vieja amiga Masha. Yegor y él habían competido por ella cuando eran estudiantes en la academia militar, pero al final Masha se había casado con Yegor. Los dos se habían afiliado al partido comunista y habían pasado a la clandestinidad. Ahora desconocía dónde podía estar. Los padres de Oleg habían muerto, era un hijo tardío que había nacido cuando sus progenitores ya no lo esperaban.

Kusma era otro huérfano y solitario miembro del servicio secreto. No sentía el fanatismo de su oficial, pero era fiel como un perro, capaz de ejecutar cualquier orden que su amo le pidiera.

Los dos rusos se dirigieron a la casa de Lenin. Lo esperarían hasta que saliera a la calle y no le dejarían volver a casa vivo. Aquel perro debía morir antes de que destruyera Rusia, pensó Oleg mientras encendía un cigarrillo, agazapado detrás de un gran árbol que los separaba apenas diez metros de sus enemigos.