Capítulo 22

Zúrich, Suiza, 7 de febrero de 1917

Parecía que había pasado mucho tiempo, pero cuando Lincoln miró el reloj tan solo hacía tres horas que sus amigos se habían marchado. El hermano Juan estaba dormido en el sofá, se le veía agotado y demacrado, como si los últimos días le hubieran terminado de hundir. Lincoln se aproximó a la mesa auxiliar. Allí tenían algunos libros, siempre intentaban viajar con un buen número. En muchos casos, los libros les habían sacado de graves apuros.

Lincoln comenzó a leer. El silencio de la habitación y de la calle contrastaba con sus pensamientos confusos y pesimistas. Intuía que algo malo iba a suceder. No era la primera vez que le pasaba, a veces podía prever lo que iba a suceder, como si algo en su interior lo advirtiera. Intentó concentrarse en el libro, pero un ruido en la planta de abajo lo asustó.

La casa era una pequeña pensión en la que vivían la dueña en la parte inferior y cuatro habitaciones con inquilinos en la superior. Aunque ellos ocupaban toda la planta, lo normal es que hubiera tres o cuatro personas de distintas procedencias. El lugar era barato, limpio y discreto.

Lincoln dejó el libro sobre la mesa y tomó su pistola. Pensó en despertar al monje, pero luego creyó que era mejor dejarle descansar. Abrió lentamente la puerta y miró hacia el pasillo. Estaba completamente vacío, apenas iluminado por una pequeña bombilla. Salió de la habitación y se asomó por las escaleras. Volvió a escuchar el ruido. Como si arrastraran algo por el suelo de madera.

Bajó lentamente las escaleras. La madera crujía a cada paso, aunque la alfombra amortiguaba en parte sus pisadas. Tras recorrer el primer tramo se paró de nuevo e intentó escuchar mejor.

Sin duda se escuchaban pasos; parecía que al menos dos personas se movían por la planta inferior.

Cuando puso el pie en la planta baja, escuchó un ruido que provenía de la cocina. Caminó en silencio en mitad de la oscuridad del pasillo. Entonces la puerta abatible se movió y enfrente de él apareció el rostro de un hombre vestido con traje, pero con una larga y espesa barba rubia.

Los dos se miraron incrédulos y el desconocido se lanzó hacia él. Lincoln apenas tuvo tiempo de reaccionar. El desconocido le quitó la pistola y los dos cayeron al suelo. Aquel hombre era gigantesco. Lincoln no se lo podía quitar de encima. Intentó desequilibrarlo con las piernas, pero el tipo ni se inmutó. El desconocido lo cogió por el cuello y comenzó a asfixiarlo, entonces Lincoln comenzó a sentir que lo abandonaban las fuerzas y perdió el conocimiento.