Capítulo 21

Zúrich, Suiza, 7 de febrero de 1917

La ciudad seguía cubierta por la nieve. Llevaban un día entero encerrados, pero en la situación actual no hubieran podido salir del país hasta que el temporal hubiera remitido. Alicia no dejaba de pensar en Lincoln y en el hermano Juan. No le entusiasmaba la idea de que se separaran, podía ser peligroso; pero por otro lado, podían encontrar algunas respuestas en la charla de aquella noche. Si estaban en lo cierto, aquella visión se refería al comunismo cuando hablaba del príncipe que quería dominar al pueblo por su pobreza. El comunismo proponía exactamente eso, la igualdad económica de todos, aunque eso supusiera terminar con los medios de producción.

Cuando llegaron al teatro, se sorprendieron al verlo completamente abarrotado. Habían imaginado una reunión semiclandestina y mucho menos numerosa. Pensaban que Suiza no era el ejemplo más claro de un país cercano a las ideas comunistas, aunque, sin duda, muchos de los asistentes pertenecían a la numerosa comunidad de refugiados que había producido la guerra.

Entraron en el vestíbulo del teatro y lo segundo que les llamó la atención es que entre los asistentes no vieron obreros o personas humildes, prácticamente todos los asistentes vestían y se comportaban como burgueses. Se dirigieron al patio de butacas y se sentaron muy cerca del escenario.

La sala se fue llenando lentamente. Hércules pudo comprobar que muchos de los acentos eran rusos, pero también alemanes y algunos franceses y británicos.

Tres hombres salieron a escena y se sentaron frente a una gran mesa con un mantel rojo. En el centro, el orador vestía con un austero traje marrón, con chaleco y corbata corta. Tenía la cabeza afeitada y una perilla que le cubría en parte la boca. Sus ojos oscuros parecían expresar mucho más que el resto de su cara.

El teatro se quedó en silencio y el hombre grueso que estaba sentado a la derecha comenzó a hablar.

—Camaradas, estamos aquí esta noche para hablar sobre el avance y progreso de nuestra Internacional Comunista. Afortunadamente, esta guerra cruel y burguesa está dando frutos inesperados. Nuestra amada Rusia, un país en el que han sufrido tan dura persecución nuestros camaradas, parece preparada para asumir los valores e ideales comunistas…

Un murmullo se extendió por la sala.

—Sé que esto extrañará a muchos. Según las teorías de Marx, la revolución siempre surge primero en los países más industrializados, pero en este caso parece que la realidad se ha impuesto a la teoría —dijo el hombre.

Se produjo un largo abucheo y en medio de la sala se levantó un hombre con un fuerte acento alemán.

—Marx no se equivoca, todavía está por ver qué sucederá en Rusia. Lo que sabemos hasta ahora es que el ejército se niega a avanzar y que el zar quiere dejar paso a un Gobierno provisional. Que yo sepa eso no es una revolución.

Muchos de los miembros del público asintieron. Otros negaban con la cabeza.

—Camaradas, nadie ha dicho que la revolución haya comenzado, lo que apuntamos es que el país que parece aproximarse al momento previo a la revolución es Rusia —dijo de nuevo el presentador del acto.

Una mujer se levantó en mitad de la sala y dijo en voz alta:

—Las manifestaciones se suceden en las fábricas de Gran Bretaña. Miles de trabajadores están dispuestos a hacer lo que sea para parar esta guerra. Estamos al borde de una revolución. Lo que pasa en Rusia es otra cosa.

El público comenzó a levantarse y a hablar a la vez. Aquello fue un verdadero caos hasta que Lenin se puso en pie. Al escuchar hablar a su líder la sala quedó en silencio de repente.

—Camaradas, es inútil discutir dónde comenzará primero la revolución. Además, es lo menos importante de todo. Nuestro deseo es que la revolución comience cuanto antes y se extienda por todo el mundo. Estamos en la última fase de la lucha de clases. Los obreros y campesinos han sufrido durante siglos la opresión de sus señores, ahora es su turno. Un gobierno del pueblo, en el que ya no hay dictaduras personalistas o democracias corruptas que favorecen a unos pocos. La única dictadura posible es la del proletariado…

El público se puso en pie y comenzó a aplaudir. Lenin hizo un gesto con las manos para que se calmaran.

—Rusia parece más adelantada en este proceso y la razón es muy simple: la guerra ha sido allí más cruel que en ninguna otra parte y sus gobernantes más inhumanos. Pero, pronto, el resto de Europa se unirá a nuestra causa y después toda América y Asia. Estamos a punto de ver el comienzo de una nueva era en la que los hombres volverán a ser hermanos, una era en la que la pobreza y el sufrimiento desaparecerán. Ya no habrá más guerras fratricidas ni imperialistas. Todos los pueblos serán uno…

La sala parecía frenética ante las palabras de su líder. Lenin hizo un gesto de satisfacción y después volvió a pedir calma.

—Como partido, debemos apoyar plenamente la petición de ayuda de nuestros hermanos rusos. Varios amigos poderosos nos han prometido armas, dinero y transporte para que nuestra revolución triunfe. Es posible que antes de que la revolución se consolide en Rusia tenga que pasar una breve etapa de parlamentarismo burgués, pero no temáis. El pueblo ruso no quiere palabras, lo que desea es pan y justicia.

La sala volvió a aplaudir y Lenin, visiblemente cansado, salió por detrás del escenario. Hércules se puso en pie con Alicia y se dirigieron a la parte trasera, tenían que hablar con él antes de que se marchara.