Capítulo 7

Moscú, Rusia, 5 de febrero de 1917

El teniente Oleg se vistió con ropa de civil y tuvo la sensación de que estaba traicionando al zar, pero la única manera de llegar a Suiza era atravesando el frente y no podía levantar sospechas. Su ayudante, Kusma, apenas entraba en su traje, pero su aspecto severo al menos se atenuaba con las ropas de paisano. La única manera de viajar era ir primero en tren hasta Bielorrusia, después tomar una de las anticuadas diligencias de caballos por Ucrania hasta Hungría, y desde allí entrar en Suiza. El peligro se encontraba precisamente en Hungría, territorio enemigo, pero si superaban la frontera, no encontrarían más obstáculos.

Oleg y Kusma se dirigieron a la estación y viajaron durante dos días en tren. Todo aquel tiempo libre lo horrorizaba, lo obligaba a pensar mientras el paisaje de su amada Rusia pasaba antes sus ojos. ¿Merecía la penar matar y torturar por su patria? Sin duda merecía la pena, pero no podía evitar recordar el rostro moribundo de su amigo Yegor. Se conocían desde la infancia, habían estudiado juntos en la academia militar y se habían graduado juntos, pero después habían actuado en bandos opuestos. El problema, según creía él, era que su viejo amigo era judío y el Pueblo Elegido tenía un plan diabólico para gobernar el mundo.

—Teniente —dijo Kusma.

Estaba tan absorto en sus pensamientos que no se había percatado de que el revisor les pedía el billete.

—Perdone. ¿Cómo está el camino a Ucrania?

—Despejado por ahora, pero con la nieve y la guerra nunca se sabe —comentó el revisor.

En cuanto se quedaron solos de nuevo, volvió a perderse en sus pensamientos. La decisión de entrar en los servicios secretos había sido meditada, pero nunca imaginó que debería perseguir a algunos de sus familiares y amigos. El patriotismo a veces requería esos sacrificios. Rusia estaba en peligro y él se encargaría de matar al camarada Vladímir Ilich Uliánov.