Madrid, España, unos meses más tarde
La boda se celebró en la más absoluta intimidad. Apenas una docena de personas asistieron a la ceremonia en la capilla de la embajada de Estados Unidos. Alicia y Lincoln pasaron la luna de miel en Granada y después del viaje decidieron comprar una casa y quedarse a vivir allí.
La guerra continuó en Europa con un balance aterrador para la mayoría de los contendientes. Rusia salió de la guerra y Estados Unidos entró en ella tras las últimas dudas del presidente Wilson.
Una tranquila tarde de agosto, Alicia le llevó una limonada a Lincoln y se sentó junto a él en el patio.
—Hace mucho calor —dijo Lincoln.
—Dentro de una hora comenzará a refrescar —dijo la mujer sonriente.
—No te había visto sonreír desde…
Lincoln prefirió no terminar la frase. Los últimos meses habían sido muy difíciles, la muerte de su amigo les había dejado una profunda huella.
—La vida continúa, seguro que Hércules hubiera disfrutado mucho viéndonos felices —dijo Alicia.
—Sin duda, nunca conocí a un hombre tan noble y fiel —dijo Lincoln dando un suspiro.
—Tengo algo que contarte —dijo Alicia no pudiendo aguantar la emoción.
—¿Qué sucede?
—Estoy embarazada, creo que dentro de poco veremos a un pequeño George correteando por la casa.
Lincoln se puso en pie y abrazó a su esposa.
—Prefiero que lo llamemos Hércules —dijo al fin.
—¿Estás seguro? —preguntó Alicia.
—Él fue quien nos unió —dijo Lincoln.
—Pues espero que el pequeño Hércules no salga tan aventurero como su tío —dijo Alicia sonriendo, mientras el sol se ponía sobre Granada.
Fin