LOS PATRONES DE PAPEL Y LOS LIBROS DE CORTE Y CONFECCIÓN

El triunfo del prêt à porter arrinconó el uso de patrones para el corte y cosido de los vestidos, la antigua costumbre del patronaje. Aunque todavía hoy se sigue publicando revistas de moda que incluyen una sección de costura en la que se ofrece algún patrón de vestidos, la época dorada ha pasado. Revistas como Vogue alcanzaron gran reputación en estas secciones especializadas, como también la clásica publicación alemana Burda, o la no menos famosa Pattern Book. Pero los nuevos estilos de vida, la unificación del gusto, la masificación de la moda han supuesto una «standarización» tanto del vivir como del vestir, en detrimento de la costura, tal como se entendió en el pasado este arte.

Los patrones para vestidos, es decir: la reproducción a escala de las piezas en que debe cortarse el tejido, aparecieron a finales del siglo XVIII, aunque es cierto que contaron con antecedentes notables, entre ellos el libro famosísimo del sastre y modista español del siglo XVI, Juan de Alega, quien publicó en 1589 su obra Libro de Geométrica y Traza, donde ya se ofrecía ilustraciones de tamaño a escala reducida de las tendencias de la moda de su tiempo.

En el siglo XVIII hallamos una serie de diagramas detallados en obras tan curiosas como una especie de enciclopedia del corte y confección publicada en París en 1769, Description des arts et métiers, de M. Garsault. A esta obra le seguirían otras muchas, en un momento de la Historia del Arte en que se tendía a hacer de lo útil el vestido un objeto bello, verdadera manifestación artística. Así, en 1796 aparecieron en Londres una serie de obras dedicadas al arte de la confección y corte de vestidos, tales como The Taylor’s Complete Guide, una guía completa del sastre; y años después, en 1822, aparecía un manual para modistas, titulado «El amigo de los sastres», The Taylor’s Friendly Instructor. Fue también en el siglo XIX cuando empezaron a publicarse una serie de revistas que seguían de cerca la evolución y tendencias de la moda del vestido femenino. Se incluía, como hemos dicho antes, algunos patrones para reproducir todo tipo de atuendo, desde el gorro de punto hasta el vestido de noche.

El patrón de tamaño natural apareció en una revista alemana en la ciudad de Dresde en 1844. Poco después proliferaron tanto este tipo de publicaciones que todos los países europeos y americanos publicaron obras parecidas, como el famoso The World of Fashion, o Mundo de la Moda, aparecida en Londres a comienzo de la década de los 1850. En ella se incluía patrones de tamaño natural para coser corpiños, ropa interior, abrigos, etc., todo dibujado en papel especial, plegado en el interior de la revista. Todas las revistas ofrecían un apartado de patronaje. Ya en 1834 se habían puesto a la venta series o juegos de patrones destinados a las modistas profesionales. Luego vinieron los conocidos patrones Butterick, aparecidos en 1863, o los patrones Weldon, y los que incluía la revista McCall, que revolucionaron el mundo de la aguja en los Estados Unidos de Norteamérica a finales del siglo XIX.

El desarrollo de los patrones de papel llegó a su cima a finales del siglo pasado. Tanto era así que los modistas del momento dependían de ellos. Al menos las cosas no cambiaron hasta la década de los 1940. Cinco años antes todavía las importantes revistas de la mujer, como The Lady, en Londres, mantenían apartados fijos donde se incluía los patrones de moda rabiosa.

Los drásticos cambios de vida, y el avance de la causa feminista a partir de la Segunda Guerra Mundial, supusieron para esta práctica, revolucionaria en su día, el declive imparable. De modo y manera que hoy, aunque todavía hay quien publica patrones de corte y confección, sólo se recurre a ellos de forma muy esporádica, y para ocasiones singulares o extraordinarias.