La cirugía estética, también llamada «plástica» o «reparadora», no es ni mucho menos invención moderna. Hace dos mil años, el famoso médico hindú, Susruta, practicaba con éxito todo tipo de rinoplastias o reconstrucciones de nariz. Utilizaba para ello técnicas conocidas en la India desde el primer milenio antes de la Era Cristiana. Susruta se servía de tejidos procedentes de la mejilla o del sobaco del mismo paciente intervenido, y no sólo reparaba la nariz, sino que era capaz de reconstruir orejas deformadas o malformadas.
En la Roma clásica, Celso, en su De re medicina, describe una serie de operaciones quirúrgicas realizadas en el siglo I, que no sólo afectaban a la nariz, sino también a los labios seccionados o partidos, a las mandíbulas destrozadas o a las orejas deformes. Escribe Celso: «Nada es tan grotesco que no pueda adquirir un noble aspecto si se trata convenientemente».
Tres siglos más tarde, Amintas de Alejandría llevaba a cabo, en aquella famosa ciudad egipcia de cultura griega a la sazón, intervenciones de cirugía plástica que reformaban de manera casi milagrosa las más deformadas narices. Era natural que esta parte del cuerpo fuera la más intervenida, y la que más necesitada estuviera de tratamiento reparador o estético, sobre todo teniendo en cuenta la costumbre antigua de amputar esta parte del rostro a delincuentes y enemigos.
Los cronistas árabes del siglo X hablan también de la pericia de ciertos cirujanos indios, especialmente en el arte de restaurar labios hendidos. De hecho, fueron los médicos árabes quienes transmitieron este saber del mundo antiguo a Occidente, en plena Edad Media, y hasta es posible que sin su mediación científica y cultural todos aquellos conocimientos se hubieran perdido irremediablemente. España jugó papel importante en este transvase de técnicas e ideas, dado su papel capital en la comunicación de culturas como la islámica, la judía y la cristiana.
La Medicina renacentista italiana contaba en el siglo XV con una famosa pareja de médicos sicilianos, padre e hijo, los Branca. Eran muy expertos en el oficio de reconstruir narices y bocas. Desgraciadamente no dejaron por escrito las técnicas de que se valieron. Sí lo hizo su coetáneo alemán, el médico Enrique de Pfolspeundt, en su obra escrita en 1460, y publicada nada menos que cuatrocientos años más tarde. Médicos de la importancia de Andrés Vesalius, o del francés Paré, mencionan técnicas de cirugía plástica en pleno siglo XVI, intervenciones audaces y bien planificadas que aún hoy nos parecen de extraordinaria habilidad. De aquel siglo data también el primer manual de Medicina estética, De curtorum chirurgia per intionem, del boloñés Gaspar Taglicaozzi, una verdadera obra de arte con doscientas noventa y ocho páginas y veintidós ilustraciones, describiendo cómo corregir narices y labios partidos mediante tejidos extraídos del brazo del paciente «al modo italiano».
En los siglos siguientes, la medicina plástica decayó, languideció, para resucitar de nuevo, con cierto brío, en el siglo XIX, en Alemania, con la publicación del famoso manual del Dr. Fernando von Gräfe titulado Rhinoplastik. Fue este médico el primero en reconstruir párpados dañados, en 1809. Desde entonces hasta nuestros días, los progresos en este campo de la cirugía han sido tantos, y de tal naturaleza, que esta rama de la Medicina quirúrgica es seguramente la que más haya progresado, dando pasos de gigante.