EL ANILLO DE BODAS

El anillo de bodas tiene una simbología antigua, precristiana. Como hemos dicho al hablar de la sortija, hace cerca de cinco mil años, en el viejo Egipto el aro ya simbolizaba la eternidad. Por eso, el círculo dorado del anillo suponía para la mujer un compromiso matrimonial que nadie, ni siquiera ella misma, podría nunca romper.

También los antiguos hebreos colocaban en el dedo índice de la novia un anillo. Y los pueblos de la India hacían lo mismo, aunque colocando el anillo en el dedo pulgar.

La costumbre europea de colocar el anillo en el dedo contiguo al meñique, el dedo que por esa razón se llamó «anular», proviene de la creencia griega del siglo III antes de Cristo de que en ese dedo termina la vena del amor, vena que partía del corazón y recorría todo el cuerpo para venir a finalizar allí, creencia que heredó Roma del mundo griego. La costumbre de dotar de un anillo a la desposada es anterior a la era cristiana.

Entre los objetos del ajuar doméstico hallados en la ciudad de Pompeya, del siglo I antes de Cristo, son numerosos los anillos de oro, algunos incluso con diseños alusivos a la vida amorosa y al entorno conyugal, como dos manos entrecruzadas, una llavecita soldada entre la parte donde los dedos se unen, y que no significaba que la dueña del anillo lo fuera también del corazón de su enamorado, sino algo mucho más prosaico: que era la dueña de la mitad de su fortuna tras un matrimonio legalmente celebrado. Esta creencia fue mantenida por los cristianos primitivos, herederos del medio cultural grecolatino.

Pero no sería hasta el siglo VIII, en tiempos del papa Nicolás I, cuando la iglesia católica institucionalizaría el uso de la colocación de anillo en la ceremonia nupcial. Se decretaría, además, que dada la santidad del acto el anillo habría de ser del más noble y valioso material posible: el oro. De modo que en el siglo II, el escritor cristiano Tertuliano, escribía:

… La mayoría de las mujeres nada saben acerca del oro, salvo que es el metal del que se hace el anillo de matrimonio que se les pone en un dedo…

Una vez en casa, cambiaban aquel anillo por otro de hierro, guardando el de oro en un joyel doméstico que para el caso se habilitaba, siendo ése, tal vez, el origen del joyero. La costumbre de desposarse con anillos de oro estuvo generalizada, ya que abundan los documentos de compraventa en los que se habla de que se vende una viña, una casa, o cierto número de cabezas de ganado para hacer frente a los gastos de una boda, y a la compra de los anillos de oro.

Entre los pueblos bárbaros que invadieron España en el siglo V, un hombre se casaba con una mujer de su clan, y si no la había tenía que robarla de otro clan, en otra tribu. De allí vino la costumbre del padrino, que al principio fue una necesidad: se trataba del individuo que tenía que ayudar en el robo de la esposa. Entre aquellos pueblos el anillo tuvo un significado algo distinto, ya que recordaba los grilletes con los que el varón se veía obligado a sujetar a la hembra raptada para evitar su fuga.