LA SORTIJA

De acuerdo con el relato mitológico, la sortija fue inventada por Júpiter, Padre de todos los dioses, no para honrar a los mortales, sino para castigarlos. Con una sortija ató a Prometeo a una roca del Cáucaso. Era un gran anillo de hierro.

Pasando el tiempo, las sortijas empezaron a gozar de una reputación distinta, ya que se daban como señal de honor y honra. En el mundo clásico su uso estaba reglamentado. Así, los esclavos llevaban sortija de hierro; los que habiéndolo sido se encontraban libres, podían utilizar sortija de plata; y los miembros de las familias de cierto abolengo podían lucirlas de oro.

Se cuenta, que tras la batalla de Cannas, en la que como es sabido Aníbal destrozó a los ejércitos de Roma, el general cartaginés envió a su ciudad, como botín, tres «modios de sortijas romanas de oro», esto es: tres recipientes con una capacidad de hasta quince litros cada uno.

El mundo grecolatino solía grabarlas con el sello familiar, a modo de firma. César Augusto utilizaba casi siempre una sortija en la que había mandado esculpir la es finge. En los desposorios romanos, el esposo daba a la esposa una sortija de doble anillo en muestra de alianza, de donde vino posteriormente toda la simbología europea al respecto de los casamientos. Esta misma alianza era empleada por los romanos, en tiempos del poeta Ovidio, para dar a entender a sus admiradoras si estaban o no dispuestas a complacerles: bastaba con cambiar la sortija de dedo.

En el mundo antiguo existió una gran tradición de sortijas mágicas. De la sortija del rey Giges, de Lidia, se decía que tenía la virtud de hacerle invisible. Y el poeta renacentista italiano, Ariosto, escribe en su Angélica, que su sortija servía para contrarrestar los encantamientos.

Sea como fuere, no está claro, entre los estudiosos, el significado y origen de la sortija. Se sabe que hace cinco mil años la usaban los egipcios, para quienes el círculo simbolizaba el misterio de la vida, y la eternidad. Un viejo papiro recoge este sentir, diciendo: «¿Acaso puedes tú decir dónde está el principio o el fin…?» En una sortija, hacer tal determinación es imposible. Entre las clases populares era frecuente el uso de anillos de cobre con un escarabajo sagrado de esteatita engastado en él: era una sortija protectora, con la que luego eran enterrados. Sobre el escarabajo se inscribía el nombre del dueño y una fórmula mágica para atraer sobre sí mismo la suerte. La sortija era un recuerdo de la vida terrenal, y una forma de mantener la conciencia de sí mismo.

El mundo clásico utilizó, como hemos dicho antes, la sortija. Las primeras aparecieron en Grecia tres mil años antes de la era cristiana. Eran simples tiras de oro alrededor del dedo. Pero en los tiempos de su mayor esplendor, hacia el siglo IV antes de Cristo, la sortija ateniense se sofisticó, naciendo la moda de engastar en ellas piedras preciosas o semipreciosas como la cornalina, la amatista o la piedra almandina de color rojo brillante, capaz de desorientar la mirada de aojadores o fascinadores.

Los romanos, que como hemos visto arriba gustaron mucho de este adorno, introdujeron también una moda: la de engastar en las sortijas una moneda de oro un poco combada, costumbre que ha permanecido hasta nuestros días.

En la Edad Media, la sortija sufrió muchas transformaciones, llegando a servir en un momento dado para casi todo, incluido el fin poco saludable de deshacerse de los enemigos personales. En esto último fueron famosas Venecia y Florencia, lugares donde, por otra parte, nació la moda de engastar brillantes en las sortijas, haciendo de ellas piezas de extremado valor. Desde entonces hasta hoy, la sortija ha cambiado poco, no experimentando variaciones ni en el terreno social ni en lo relacionado con los materiales suntuarios con los que se elabora.

En cuanto al término «sortija», el lector advierte que se trata de una voz latina relacionada con la palabra «suerte», de la que deriva. Y ello era así porque se le atribuyó a este objeto ornamental, poderes mágicos. Hemos mencionado antes la sortija del rey Giges, del siglo VII antes de Cristo, pero la creencia en anillos mágicos pertenece a todas las culturas y a todas las edades. Personajes de la Antigüedad, como Polícrates, del siglo VI antes de Cristo, tirano de Siracusa, fue crucificado por el rey persa Darío, a pesar de su anillo mágico. El emperador Carlomagno, en el siglo VIII y cientos de caballeros, reyes e incluso clérigos poseyeron sortijas con virtudes de amuleto o talismán, capaces de encender la llama del amor en la persona amada, de generar pasiones, de hacerse invisible o de predecir el porvenir. El término latino sors, del que desciende, significaba también «destino». En ese sentido está empleada la palabra en La Gran Conquista de Ultramar, primer ejemplo de la literatura caballeresca en lengua castellana, de finales del siglo XIII, donde al hilo de relatos alusivos a las Cruzadas, se habla de una reina poseedora de artes mágicas que «tenía en las manos dos sortijas redondas, fechas como botones de oro». Y es que aún hoy, en muchas regiones del mundo mediterráneo, la sortija y el espejo, la mano y el ojo, la mirada y los destellos dorados son tenidos por elementos capaces de dirigir o desviar el rumbo o destino de los corazones y las vidas de los hombres.