LA GASEOSA

En 1741, el inglés William Browning tuvo una curiosa idea: inyectar ácido carbónico en un recipiente con agua mineral; observó que burbujeaba, y ni corto ni perezoso procedió a embotellar aquel producto. Acababa de nacer, de esta manera, la gaseosa.

Al principio todo quedó en mero experimento, en curiosidad que atraía a la gente, que se acercaba al prodigio con ciertos reparos y reticencias. Nadie estaba dispuesto a experimentar el sabor de aquella bebida, a pesar de que su inventor hacía demostraciones, bebiéndola él en público, haciendo mil alabanzas al respecto de su sabor, e incluso de sus cualidades medicinales.

El nuevo producto se impuso, primero, por prescripción facultativa. En 1807, el médico norteamericano, padre de la cirugía en su país, Philip Syng Physic, encargó a un químico amigo suyo la preparación de un agua carbónica para cierto paciente aquejado de dolencias estomacales. Para hacer más grato el preparado, disolvió en él un edulcorante de sabor agradable. El éxito del brebaje fue fulminante. Pero nadie estaba dispuesto acudir a la botica para comprarse un refresco, por atractivo que fuese al paladar.

Fue más tarde, en 1832, cuando John Mathew inventó un aparato para saturar el agua con gas carbónico que popularizó la bebida con burbujas, como se le llamó enseguida. Y a finales de aquel siglo ya existían gaseosas con sabores tan diversos como la grosella, las fresas, las moras o la granada. Estos preparados con gas o ácido carbónico, perseguían finalidades médicas, pero al ser su bebida inocua, la gente los consumía a placer para calmar la sed.

En 1928, este tipo de bebida gaseosa iba a experimentar una importante novedad. Aquel año, el director de un pequeño periódico en el estado norteamericano de Indiana, cansado del absentismo laboral que entre sus empleados causaba la gripe, ideó una mezcla de aspirina con bicarbonato que mezclado con agua producía el famoso fizz, fizz. De este invento casero se aprovecharía poco después el laboratorio del doctor Miles para comercializar su conocido AlkaSeltzer en 1931. Como los Estados Unidos, a la sazón, estaban en plena Ley seca, la ausencia de bebidas alcohólicas fue suplida por múltiples paliativos. Entre tantos curiosos y chocantes experimentos e inventos, uno, muy relacionado con la gaseosa, se impuso: los polvos de gaseosa, los Sidlitz powder, y otros refrescos en general que dieron el empujón definitivo a la poderosa industria de las bebidas gaseosas refrescantes.