La vasija de cuello largo y angosto que en los tiempos modernos se ha llamado «botella», es muy antigua. Hace 3500 años ya las utilizaba el pueblo egipcio. Empezaron siendo de barro, y hacia el siglo V antes de Cristo comenzaron a generalizarse las de vidrio, hechas mediante la técnica del soplado. Estos envases estuvieron al principio destinados a contener perfumes, e incluso las lágrimas vertidas por los seres queridos. Las grandes, se utilizaban para envasar el vino egipcio que era muy apetecido en Roma.
Los griegos llamaron, a estos recipientes delicados, de tan diverso uso, con la palabra «ampolla», o incluso «balsamario». Estos ejemplares griegos al menos los que nos han llegado eran un tanto diferentes a los egipcios: tenían pequeñas asas en forma de orejas. De hecho, terminarían por parecerse más a las ánforas que a lo que hoy entendemos por botella.
El uso de la botella fue muy general en Roma. En una pintura pompeyana del siglo I se ve claramente dibujada una botella de vidrio con un vaso que le sirve de tapadera. Es casi igual que las de hoy:pero tiene dos mil años.
Contrariamente a lo que pudiéramos pensar, servían para contener agua, ya que el vino se envasaba o presentaba en vasijas de distinto material.
A lo largo de la Edad Media la botella conoció un fuerte declive. De hecho, la rudeza de los tiempos, las dificultades sobrevenidas tras el hundimiento del Imperio romano, no sólo cambiaron las costumbres, sino que dificultaron el comercio. Todo se tornó más tosco, incluido el transporte: una botella de vidrio no hubiera llegado muy lejos. El vidrio, material sumamente frágil, no era práctico, y en el siglo X empezó a ser sustituida por la botella de cuero: la bota. Esta industria, tan nuestra en la actualidad, nació sin embargo en Inglaterra, hacia el año 1000. El vidrio se reservó para confeccionar con él pequeñas botellitas para licores raros y costosos perfumes y esencias.
También la madera fue material con el que se confeccionó esta vasija en la Alemania del siglo XV. A partir de esa fecha entró, este material, a formar parte de la industria botellera…, como también los metales. Sin embargo, nada podía compararse al vidrio. Y volvió su uso. Se importaba el vidrio oriental por mercaderes italianos y aragoneses. Son numerosos los documentos renacentistas españoles que hablan de este comercio. Las casas reales, tanto castellana como aragonesa, poseían un gusto muy refinado por este tipo de envase o recipiente de vidrio, e incluso se nombró a un oficial de palacio cuyo cometido era el de conservar los almacenes reales y sus bodegas: se le llamó «boteller del rey», supervisor del aparador de su real casa en Aragón, y en Castilla y Navarra. Las propiedades del vidrio hicieron que fuera abandonándose la madera, los metales, e incluso la arcilla como elementos que pudieran estar en contacto con los licores.
Pero las botellas de cerámica tuvieron gran predicamento en el Oriente Medio. Eran recipientes artísticos, muy hermosos, de gran panza esférica y cuello largo y cilíndrico que luego degenerarían en botellones chatos de cuello corto, padres de la garrafa y abuelos del botijo. A aquel recipiente llamaron en Castilla la botella del campesino y del pastor.
Desde finales del siglo XVIII, la botella conoció un nuevo uso, al cual tuvo que adaptarse tras sufrir algunas variaciones: los ingleses consumían soda embotellada en sifones de cristal, recubiertos de una malla protectora para los casos no infrecuentes de que el recipiente estallara debido a la presión del gas.
El fabricante de cristal de Bristol, Henry Ricketts, patentó en 1821 un molde para fabricar botellas en serie. Botellas de capacidad uniforme y evidentemente de la misma forma. Ello permitía a su vez estampar rótulos en relieve sobre el cristal, lo que despertó el interés, ya que permitía a los fabricantes poder incorporar a la botella sus marcas comerciales. Fue uno de los hallazgos más revolucionarios dentro del mundo de la botella y aseguraba la producción en serie, cosa que sucedió ya tarde, en 1904. Fue ese año cuando el norteamericano Michel Owens, construyó una máquina capaz de fabricar botellas de forma automatizada. La factoría estaba ubicada en la ciudad norteamericana de Toledo (Ohio).
El tapón de corona y el decapsulado de hierro vinieron más tarde, inventos americanos también: del ciudadano de Baltimore William Panter, que empezaron a enriquecerse con el invento a principios de nuestro siglo XX.
La botella ha permanecido inalterable, en cuanto a su formato general. Sin embargo, a mediados del presente siglo, la aparición de nuevos materiales como el plástico, amenaza con alterar su destino. Algunos, los puristas, los románticos, los amantes de la botella tradicional, se resisten a los avances de nuevas formas de envasado, y luchan contra la innovación. La botella cuadrada ha sido una de las modificaciones aceptables…; todos han visto en este detalle la sombra de su enemigo principal: el «tetrabrik». Pero esa será otra historia.