Carajicomedia, primorosa floresta de vidas y hechos ejemplares de Fray Bugeo Montesino, fue publicada por vez primera en la edición del Cancionero de burlas impreso en Valencia en 1519. El prologuista anónimo refiere que al hojear un día los sermones y epístolas del piadoso autor halló «la obra que este reverendo Padre compuso para su recreación» y, por tratarse de «cosa contemplativa y devota», se decidió a sacarla a luz. El texto, escrito probablemente en el breve reinado de Felipe I el Hermoso y Juana la Loca, no nos aclara el enigma de su creador, «clérigo o fraile y aun tal vez trinitario», según Luis Usoz y Río.
La personalidad de Fray Bugeo Montesino permanece envuelta en la bruma de incontables leyendas y fábulas. Aunque algunos eruditos fijen la fecha de su muerte a comienzos del reinado del emperador Carlos I, otros aseveran que, con el disfraz de un archimandrita griego, intentó socorrer a San Juan de la Cruz en la mazmorra toledana en la que descaecía víctima de la saña envidiosa de los Calzados, e incluso que asistió, con su inseparable fámulo, a un inquietante coloquio interdisciplinario sobre la mística y la poesía del santo en un crepuscular balneario a orillas del mar Negro.
Sea lo que fuere, no abandonó su misión apostólica como creía Usoz y Río sino que, a partir de los años sesenta de nuestro siglo, reapareció como activista de la Santa Obra, sin renunciar por ello a su jerarquía eclesiástica en las Iglesias de Oriente ni a la encomienda papal de transportar la imagen de la Virgen de Fátima a Rusia y auspiciar su conversión a nuestro Credo. Primero en Barcelona, luego en París y en diferentes tierras de misión, predicó de palabra y con el ejemplo el camino de escala a la santidad y se relacionó con escritores del fuste de Jean Genet, Roland Barthes, Severo Sarduy, Jaime Gil de Biedma y Juan Goytisolo, al que alude en ocasiones como «el copista» y «discípulo barcelonés», ironizando sobre su fisgoneo literario y apropiación indebida de los dietarios, borradores y notas de la Primera Parte de su obra para la elaboración de novelas y autobiografías ficticias.
Al final de Las ocultas moradas —segunda parte de la nueva y enjundiosa versión de la Carajicomedia que ofrecemos a continuación al lector—, Fray Bugeo Montesino afirma haberse retirado del mundo tras ceder sus manuscritos piadosos a la Fundación Vaticana Latinitas. Conforme a sus decires, se refugió como los antiguos anacoretas en las fragosidades de la Mauritania Tingitana, acompañado de varios santos de recia y acrisolada virtud, con quienes corea las preces canónicas y se entrega a muchos y fervorosos ejercicios de devoción con ánimo de edificar a los jóvenes y encarrilarlos por las Anchas Vías del consuelo y la gracia.