Esta novela debe mucho a Fernando Mariño, Pilar Espinosa y Tita Clavero, por sus sabios consejos; a mi agente Antonia Kerrigan y su equipo, especialmente a Hilde Gersen por su generoso asesoramiento sobre los usos y costumbres holandeses; a todo el equipo de Editorial Viceversa, por ayudar a la inspectora Molen a crecer a lo largo del tiempo, y a Mayland y Diego, sin los cuales nada de lo demás habría sido posible.