Capítulo 26

Gerrit está acabando de coser el cuerpo de Asmaa Samir cuando ve a Cristina a través del ventanal de la sala de autopsias.

Tiene puesto un delantal de plástico debajo de la bata de operaciones y no lleva gafas ni mascarilla. Al ver a Cristina, devuelve la sierra giratoria y unas tijeras de puntas romas a la mesa auxiliar, limpia con un paño la mesa de acero inoxidable, se saca los guantes de goma y recoge dos radiografías del negatoscopio, que guarda a continuación en una carpeta. Después le pide a su ayudante, un médico residente de primer año que completa su formación en el NFI, que haga pasar a la inspectora.

Cristina observa el cadáver de Asmaa Samir. Las puñaladas y costurones de la autopsia le confieren un aspecto de paisaje lunar. Su cuerpo azulado parece aún más frágil que cuando lo descubrió en el apartamento de Kennedylaan, cuarenta y ocho horas antes. Aunque reconoce la utilidad de las autopsias para comprender las circunstancias de un crimen, su metódico ritual representa un recordatorio de su propia mortalidad. En el caso de Asmaa Samir, sin embargo, necesita estar presente: el cadáver ha recibido trece puñaladas y tiene cicatrices de viejas heridas; alguna de ellas podría contener una clave para identificar al asesino.

—No te esperaba tan pronto —dice Gerrit—. ¿Cómo va tu dolor de cabeza?

—Mejor.

—¿No tenías que quedarte un par de días en casa?

—Y también dormir diez horas seguidas, y trabajar menos. ¿Cuál fue la causa de la muerte?

Gerrit termina de ordenar sus instrumentos y se acerca al cadáver.

—Una de las puñaladas perforó un ventrículo del corazón. El resultado fue un choque hemorrágico con hemopericardio. La obstrucción del flujo de salida de los ventrículos provocó un taponamiento cardiaco, y el corazón dejó de funcionar.

—¿Qué más has encontrado?

—La víctima ha estado embarazada dos veces. Una hace unos meses; la otra, hace unos quince años… Hay otra cosa; no te va a gustar.

—¿Qué es?

—Asmaa Samir no tenía clítoris; la mutilaron cuando era niña.

La inspectora traga saliva. Pensar en la ablación que padecen millones de niñas cada año le hace hervir la sangre. Esa costumbre troglodita ni siquiera tiene que ver con la religión: en Arabia Saudita se considera una aberración y hasta los talibanes la rechazan. Son las propias madres quienes la imponen a sus hijas, como esclavas que se flagelasen para hacer reír a sus dueños. Resulta patético, y profundamente triste.

—Las manchas en la cara son residuos de un envenenamiento —prosigue Gerrit—. Eso sucedió hace al menos diez años.

Cristina le pregunta por la cicatriz en el costado derecho de la víctima.

—Resultado de una nefrectomía. Le extirparon un riñón hace aproximadamente un año.

—¿Sabes el motivo?

—Pudo ser para frenar el avance de un tumor, o para donarlo a otra persona.

—¿Qué causa te parece la más probable?

—Lo único que puedo decirte es que la cicatrización fue muy dolorosa: la incisión seccionó una buena cantidad de músculos.

En sus treinta y cinco años de vida, Asmaa Samir había sufrido la ablación de su clítoris, la extracción de un riñón y una muerte violenta. ¿Por qué unas personas disfrutan de un karma benigno y otras reciben tantos boletos en la lotería de la desgracia? Si Asmaa Samir hubiese sido un hombre, tal vez seguiría viva. Holanda es una sociedad igualitaria y resulta fácil olvidar la batalla librada por las mujeres para alcanzar la igualdad, pero quedan muchos países donde todavía poseen menos derechos que los hombres: Egipto, entre ellos.

—¿A qué hora tuvo lugar la muerte?

—Hacia las ocho de la tarde, con un pequeño margen de error. La víctima no mantuvo relaciones sexuales antes de morir.

Ese hecho habría reforzado la hipótesis de un crimen pasional, pero la ausencia de relaciones sexuales tampoco permite excluirlo. Cristina había encontrado el cadáver de Asmaa Samir a las nueve de la noche. Si la estimación de Gerrit es correcta, la víctima llevaba una hora muerta. El hombre de la cicatriz tenía que saber que los gritos de Asmaa Samir alertarían a los vecinos. ¿Por qué permaneció tanto tiempo en el apartamento, arriesgándose a ser descubierto?