19

La nieve crujió cuando Gabriel se posó sobre ella con los pies descalzos. Miró arriba, la luna llena brillaba al borde de un cielo sin nubes. Una ráfaga de viento helado le azotó el rostro. Se giró muy despacio, enfundó las manos en los bolsillos de su pantalón y se acercó al precipicio. Nunca se cansaba de admirar la belleza del mundo, y desde aquel pico, el más alto de la tierra, esa belleza era indescriptible. Aunque no lo suficiente como para calmar el torbellino de sentimientos que se agitaban dentro de él.

Dejó que su mirada se perdiera en el horizonte. De repente, su cuerpo se estremeció con una especie de conexión eléctrica.

—Si me has citado aquí, debe ser importante —dijo una voz.

Gabriel se volvió y clavó sus ojos plateados en su hermano con una mezcla de enfado y reverencia.

—¿Qué ocurrió con Leinae? —preguntó.

—¿Por qué me preguntas por ella?

—Tú eras su mentor.

—Se cansó de esto y emprendió una nueva vida.

—Sí, eso he oído. Una nueva vida junto a ese vampiro que, mira tú qué casualidad, resuelta que es un descendiente de Lilith. —Guardó silencio, estudiando la reacción de su hermano, pero este parecía una estatua fría y distante—. Iniciaron una relación prohibida que dio fruto y tú lo permitiste. ¿Cómo pudiste hacer algo así, Miguel? Conocías las consecuencias que esa decisión traería y aun así no la detuviste. —Miguel lo miró en silencio, ninguna emoción se atisbaba en su rostro, ni siquiera la sorpresa—. Pero lo que más me cuesta entender, es cómo has guardado silencio durante tanto tiempo, cómo nos has mentido así.

—Nunca os he mentido.

—Tu silencio es peor que cualquier mentira…

—Si quieres que algo no se sepa, no se lo cuentes a nadie.

—Miguel, he visto al hijo de Leinae. He hablado con él y sabe quién es… Pudiste deshacerte de él antes de su primer soplo, evitar la profecía… y no hiciste nada, ¿por qué?

—No soy un asesino de niños, Gabriel. —Le dio la espalda y contempló el horizonte. Surgidas de la nada, nubes de borrasca encapotaron el cielo y comenzó a nevar de forma lenta, casi pausada—. Sospechaba la relación que Leinae y ese vampiro mantenían, y una noche acudí dispuesto a averiguar la verdad. No solo confirmé lo que temía, sino que descubrí que en su vientre crecía vida.

—Esa cosa no era un niño, ni ahora es un hombre. No has sentido su poder como yo lo he hecho, y en este momento lo que siento es miedo. Si acaba en el bando equivocado… —Movió la cabeza como si así pudiera desechar esa idea.

—Puede que no fuera un niño, pero para mí era una vida.

—Pero sabías lo que esa vida auguraba —lo reprendió Gabriel. Miguel asintió—. Y aun así…

—No pude. —Sacudió la cabeza con pesar—. Mirando a Leinae a los ojos no fui capaz. No podía causarle ese sufrimiento, siempre la he amado por encima de todos. Quizá porque era la única que se atrevía a contradecirme todo el tiempo. —Sonrió para sí mismo al recordarla—. Una parte de mi creía que ese niño no nacería, era tan antinatural que pensé que la propia naturaleza arreglaría el desastre, pero nació. Desde entonces rezo cada día para no tener que arrepentirme de aquella decisión.

—Pues empieza a arrepentirte, la profecía se está cumpliendo —le espetó Gabriel.

Miguel ladeó la cabeza y sus miradas se encontraron. Hubo un largo silencio.

—El segundo espíritu está entre los hombres… —añadió Gabriel.

—Si así fuera, lo habría percibido.

—Lo protege un Oscuro, uno de nuestros hermanos —respondió Gabriel—. Van tras el hijo de Leinae, conocen la profecía y están haciendo todo lo posible para que se cumpla. Tenemos que hacer algo.

—¿Cómo han sabido de la profecía? Solo tú y yo la conocíamos.

—No lo sé… pero les ha llevado hasta William y ese otro chico, están conspirando.

—¿Tienes pruebas?

—No. Solo sé lo que William, el hijo de Leinae, me ha contado; y creo cada una de sus palabras.

—Sabes que no podemos intervenir.

—Si esa profecía se cumple nada importará, y no tendremos más remedio que intervenir.

—Sin pruebas no podemos tocarlos. Así que, a no ser que los cojas en plena conjura, olvídalo. No romperemos las reglas.

—¿Me estás pidiendo que me quede de brazos cruzados viendo cómo el fin se acerca?

—No, te estoy pidiendo que averigües qué está pasando. Que encuentres a ese otro híbrido y a sus padres para obtener respuestas; pero sin romper el acuerdo. —Apoyó una mano en el brazo de su hermano—. Tengamos fe. He usado todo mi poder para que esas puertas no puedan abrirse, he previsto cada movimiento y creado un sello que lo domine. Y esa sangre puede que nunca se vierta. No todo está perdido.

—Si te sientes mejor pensando así.

Miguel ignoró el comentario y contempló el cielo.

—Averigua cuanto puedas —ordenó a Gabriel.

—Haré todo lo posible, pero será mejor que nos vayamos preparando para lo que está por venir. Los demás deben saber qué ocurre, o se lo dices tú o lo haré yo. Se acabaron los secretos —dijo Gabriel mientras se desvanecía entre la cortina de nieve.