EN lo que a Bertha concernía, el caso terminó dos días después, cuando llegó un cheque de Mrs. Endicott por valor de quince mil dólares.
Para mí, el caso no acabó realmente hasta varias semanas después, al recibir una carta por correo.
No llevaba remite. La dirección había sido escrita por una mano femenina y cuidadosa. Olía a perfume. Dentro del sobre, iba un recorte de periódico, con un titular que decía: «Banquero detenido bajo acusación de secuestro y estupro». El artículo contaba que Cooper Franklin Hale, prominente banquero de Citrus Grove, y presidente de la Compañía Hale de Inversiones, había sido arrestado por la denuncia de miss Stella Karis.
Según se desprendía del relato de la joven, Hale había estado administrando algunas inversiones de miss Karis. Hubo, por tal motivo, ciertas discrepancias entre ambos. Miss Karis afirmaba que Hale había estado utilizando su dinero y su crédito para favorecer sus propias inversiones.
Hale fue a casa de su cliente y le sugirió que dieran un paseo «para conversar sobre todo aquello».
Dos horas después, un motorista recogió a miss Karis. Se hallaba cubierta de polvo y llena de contusiones, con la ropa tan rota y desgarrada que casi estaba desnuda.
Declaró que Hale había detenido su coche en un lugar solitario y había intentado arreglar por medios amorosos las diferencias de índole financiera que ambos tenían. Al rechazarle la muchacha, se volvió loco. La arrastró fuera del coche, hasta un matorral cercano a la carretera, y allí abusó de ella. De acuerdo con la declaración de miss Karis, sólo lo logró cuando su resistencia fue vencida por la fuerza bruta.
Hale juró que todo aquello era un engaño, y dijo que no había necesitado usar fuerza alguna.
Seguí el juicio con mucho interés. El jurado creyó a Stella Karis, quien causó además una tremenda impresión en la sala.
Cuando escribo esto, Hale se encuentra ya en San Quintín, cumpliendo su sentencia de cadena perpetua, sin posibilidad de indulto.