AGRADECIMIENTOS

Siempre quise ser escritora, pero como suele pasar con los sueños que parecen complicados, lo sepulté debajo de un montón de otras cosas. Cosas y excusas y mucho miedo. Pero Valeria me enseñó que no hay que hundirse cuando las cosas salen mal porque siempre que se cierra una puerta se abre una ventana. También aprendí que el amor hay que cuidarlo y que tus amigas pueden salvarte hasta de ti misma.

Y aquí sigo, gracias a toda esa gente que me rodea y que me quiere.

Y quiero dar las gracias a los abrazos que me habéis dado, a los besos, a la publicidad que hacéis cada día con el boca a boca, a los «me he leído tus libros en dos días», a los «espero con ansia tu próximo libro» y a los «sabía que lo conseguirías». Yo no tenía tanta fe, así que supongo que he vivido un poco de la vuestra.

Gracias por la confianza, por los ánimos, por enseñarme qué es ser escritora, por darme una oportunidad, por seguirme en redes sociales, por acompañarme en el día a día y arrancarme una carcajada. Gracias por el cigarrito de las once de la mañana, los almuerzos entre risas, por el café de después de comer y los viernes de cañas. Gracias por los consejos, la paciencia para escuchar mis agonías, los «esta es mi chica» y las cenas con un buen vino. Gracias por hacer mi vida más plena, por ser mis padres, mi hermana, mi familia, mi familia postiza, mis amigos, mis niñas, mis coquet@s, mis editores… A cada uno su parte y a todos un enorme GRACIAS.

Especialmente a Óscar, que soporta mis vaivenes, mis dudas, mis pataletas. Que me mima, que me riñe y que me comprende. Que completa mi vida y me hace más fuerte. Es así como entiendo yo el amor y todo lo que sé sobre ello lo he aprendido con él. Gracias por vivir estos dos libros con la intensidad con la que lo has hecho. Gracias también por los viajes que hemos compartido y que inspiran páginas y capítulos. Nuestro Los Ángeles también está en este libro: el restaurante japonés en el penhouse de aquel edificio de negocios donde vimos atardecer; aquel local lleno de aspirantes a actores donde comimos las tortitas más grandes del mundo; ese paseo entre las lápidas del Westwood Memorial Park… y Venice Beach.

Gracias, Óscar, por construir la vida conmigo.