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OFERTA POR UNA NUEVA VIDA

Gabriel está tan contento que casi no puedo convencerlo para que no venga a por mí al día siguiente.

—Solo quiero sopesar todas las posibilidades. Quiero que redactes un documento con las que serían mis obligaciones, mis derechos, mis…

—¡Vale, vale! —me dijo ayer emocionado.

Y hoy alguien me ha hecho llegar un sobre a mi trabajo. Mis compañeros se revuelven cada vez que me llega algo por correo. Ya están todos puestos al día de la que creen que es mi situación sentimental. Lo que no sé es dónde ubican las peleas que ya han visto entre Álvaro y yo, aunque es posible que el porno hentai ocupe tanta superficie de su cerebro que ni siquiera se lo planteen.

El hecho es que arman tanto revuelo a mi alrededor que tengo que irme al baño a leerlo. Y aquí estoy, sentada en la taza del váter, con las piernas cruzadas, abriendo el sobre. Encuentro un par de folios de papel verjurado con el membrete de un despacho de abogados. Empiezo a leer.

Estimada doña Silvia Garrido Utrera:

Por petición expresa del señor don Gabriel Herrera Vilches (a partir de este momento, el Artista) le hacemos llegar el presente documento, carente de validez legal, que ha sido redactado con carácter informativo.

Por la presente, se pasa a describir el puesto de Asistente Personal que le es ofertado.

OBLIGACIONES:

La responsabilidad del Asistente Personal supondrá la supervisión de los aspectos de los negocios del Artista que le sean asignados, consejo y asesoramiento en temas profesionales y en la toma de decisiones personales que puedan afectar a su carrera.

Otras obligaciones del Asistente Personal serán proporcionar apoyo administrativo al Artista con el objetivo de ayudar a reducir la carga de trabajo relacionada con procedimientos de índole administrativa y de relaciones públicas.

Por otro lado, el Asistente Personal se comprometerá a asistir al Artista en la gestión de su agenda y su tiempo, así como en la atención a requerimientos telefónicos, correspondencia, viajes, organización de proyectos diversos, etcétera.

El Asistente Personal tiene como obligación acompañar al Artista a eventos de índole profesional, tales como galas, conciertos benéficos, giras, presentaciones, promoción, sesiones de fotos, fiestas promocionales y todas aquellas ocasiones en las que se estime oportuno que el Artista vaya acompañado.

A cambio de llevar a cabo estas tareas, percibirá un sueldo mensual de 50.000 dólares.

DERECHOS:

El Asistente Personal tendrá derecho a:

—Un fin de semana al mes para la gestión de su vida personal.

—Usar según su conveniencia los periodos de descanso o faltos de trabajo del Artista.

—Compartir alojamiento y traslados con el Artista, pudiendo reclamar alojamiento individual de la misma categoría que este en cualquier caso.

—Un presupuesto diferenciado de su retribución de hasta 10.000 dólares mensuales para gastos varios invertidos en su imagen personal o acomodamiento (tarjeta VISA a nombre de Silvia Garrido Utrera).

—Un profesor de inglés nativo.

—Cuerpo de seguridad.

—Un asesor legal.

Queda abierta la posibilidad de negociar los puntos anteriormente descritos.

OTROS:

Al tratarse de la cónyuge del Artista, compartirán domicilio en la casa que este posee en Toluka Lake, Los Ángeles.

Puede disponer de la propiedad situada en Venice Beach a su consideración.

El traslado de todas sus pertenencias quedará bajo la responsabilidad de una empresa de mudanzas internacionales y su coste será asumido por el Artista.

Se le facilitará un coche a su nombre en el momento en el que su traslado sea efectivo.

Todo lo expuesto anteriormente puede estar sujeto a negociación.

Madrid, 30 de noviembre de 2012

Me cagüenla…

Voy a mi mesa con las rodillas temblorosas y busco en el bolso el teléfono para llamar a Gabriel. Miro el reloj. Hoy está en Alemania, de manera que es la misma hora que aquí.

—Dime, princesa… —contesta con su voz susurrante—. ¿Te ha llegado el documento?

—Sí.

—Lo redactó un contacto madrileño de mi abogado y…

—Gabriel… se han debido equivocar.

—¿Con qué? —pregunta inquieto de pronto.

¿Por dónde empiezo?

—El sueldo. Me parece una barbaridad. No te digo que me ofrezcas una cosa mediocre como lo que tengo ahora, pero no sé qué haría yo con diez mil dólares al mes. Ni siquiera se me ocurre en qué gastármelo. No creo que haya tiempo en un mes para gastar tanto dinero.

—Gustándote tanto los zapatos, me sorprende mucho esa afirmación, pero déjame que te pida que vuelvas a leer el documento, porque me enviaron por correo electrónico una copia esta mañana y yo no leí esa cifra.

Más tranquila, vuelvo a repasar esa parte. Pestañeo. Vuelvo a leerla. Cincuenta mil dólares mensuales. Eso pone. No diez mil. Cincuenta mil.

—Estás loco… —digo con un hilo de voz inaudible.

—¿Silvia?

—Pero… ¿¡tú estás loco!?

Todos se me quedan mirando y yo miro hacia el despacho de Álvaro, donde él, apoyado en la mesa, me mira también. Cierro los ojos y trato de tranquilizarme mientras oigo a Gabriel parlotear sobre la calidad de vida en Los Ángeles, mis necesidades y mi futuro.

—Gabriel…, ¿no te das cuenta de que es una brutalidad de dinero?

—Eres la única persona que conozco que se queja porque le han ofrecido un sueldo elevado en un nuevo empleo. —Se ríe.

—Es que… no creo que sea… sostenible.

—¿Estás diciéndome que no podré pagarlo? Esto no depende solo de mí, Silvia.

—No. Bueno… no lo sé. Tienes que comprender que me parece una cantidad desorbitada de dinero.

—¿Quieres saber cuánto dinero líquido tengo en el banco? ¿Es eso lo que te preocupa? Solo líquido…

—No, no quiero saberlo. —Miro hacia la mesa, jugueteando con un lápiz.

—Tengo negocios en los que he invertido parte de mis ganancias con los discos y las giras y…

—Gabriel, que no quiero saberlo.

—Con lo que tengo en el banco puedo pagarte yo solo durante más años de los que vas a vivir, te lo aseguro. Y no porque vayas a morir joven, sino porque…

—¡Que lo dejes estar, leñe! —me enfurruño. No es una cuestión de dinero—. Me parece abusivo a no ser que me exijas por contrato darte a todos mis hijos en sacrificio.

—No me alimento de niños, aunque algunos digan por ahí que bebo sangre… Cincuenta mil está bien. Me parece una cantidad justa de dinero.

—¿Qué voy a hacer con tanto dinero, Gabriel, cariño? —Veo que varios de mis compañeros me miran, sorprendidos.

—Invitarme a cenar de vez en cuando no estaría mal —bromea—. Y por nuestro aniversario puedes llevarme de viaje.

—Lo digo en serio —bajo la voz.

—Te dije que te lo daría todo. Y te doy todo lo que está en mi mano. Hago muy pocas promesas, pero las pocas que hago las cumplo.

Me quedo callada mirando el papel. No sé qué hacer y se lo digo.

—Aceptar —contesta él—. Cuanto antes. Quiero que seas feliz ya mismo.

—Tengo que pensarlo, Gabriel… No sé si…

Él chasquea la lengua contra el paladar. No está acostumbrado a que le den largas o a que le hagan esperar; es algo con lo que tendré que lidiar si decido aceptar.

—Silvia, ¿puedo decirte algo? Es muy personal.

—Creo que todo lo nuestro es muy personal… —le contesto en un murmullo, tocándome nerviosamente el lóbulo de mi oreja derecha.

—Por lo único que sufro en el caso de que aceptes es por que yo te decepcione, pero si nunca me esfuerzo por no hacerlo, estaré derrotado de antemano… y además, sé que es por ese por quien no quieres venir ya. Y no se lo merece. Te ha tratado como le ha venido en gana. Es hora de que hagas tu vida lejos de él. Y tu vida ahora está conmigo.

Dirijo la vista hacia el despacho de Álvaro y lo descubro mirándome.

—Dame un par de días.

—Vale. ¿Eh? —llama mi atención antes de que cuelgue—. Te quiero, ¿te acuerdas?

—Y yo. —Cierro los ojos.

¿No empezaré a quererle demasiado como para aceptar la proposición? Sigo siendo una kamikaze emocional, no hay duda.