CAPÍTULO 95

WHIT

Tosiendo y casi ahogado por el humo y por el olor a pintura quemada, vi cómo chicos y más chicos, centenares de ellos, salían a borbotones por las puertas de la cárcel. En realidad era una bonita imagen.

«Wisty lo ha logrado —pensé—. Lo ha conseguido». Ahora solo tenía que asegurarme de que estuviera bien y de que hubiera encontrado a nuestros padres. ¿Dónde se había metido? ¿Dónde estaban los tres?

Parecía que había pasado una eternidad desde que vi las llamas en las ventanas de la cárcel, pero en realidad solo habían transcurrido unos cuantos minutos.

—¡Daos prisa! —gritaba Margo mientras ayudábamos a los niños a pasar las puertas, haciendo una especie de cadena humana—. Hemos planeado un camino para huir por las alcantarillas.

Giré el cuello desesperadamente, buscando a Wisty (como chica o como ratón), pero no era capaz de verla por ninguna parte.

¿Estaba con nuestros padres? ¿O se había quedado atrapada en el interior del edificio en llamas? ¿La habrían apresado?

La calle, fuera, se hallaba repleta de chicos que estaban siendo acompañados por nuestro segundo equipo, liderado por Sasha. El tráfico se había detenido, incapaz de avanzar. Había alarmas destellando y resonando por todas partes. Pero seguía sin ver a Wisty.

Entonces salieron los últimos niños, y por fin la vi. Completamente en llamas.

Esta vez era distinto. Estaba brillando con más intensidad, como si estuviera al rojo vivo. Nunca la había visto así. Y su cara parecía muy débil. Tenía los ojos abiertos de par en par, más cercanos al terror y a la muerte de lo que nunca hubiera imaginado.

Me vio, y su cara (incluso a través de las llamas) resplandeció de esperanza. Pero entonces se le pusieron los ojos en blanco y cayó al suelo como si la hubieran disparado.

—¡Traed la furgoneta! —grité a Margo, que estaba detrás, mientras corría hacia Wisty—. ¡Voy a llevarla hacia allí!

—No creo que eso vaya a ser posible, hechicero —dijo una voz grave y terrible muy cerca de mí.