CAPÍTULO 93
WHIT
Después de depositar a los niños en Garfunkel’s, decidimos olvidarnos del atajo por las tripas del metro y tomamos otro camino para regresar a la cárcel. Seguí mi promesa de evitar cualquier tipo de indicaciones de Emmet, costara lo que costara.
Esta vez mi copiloto era Margo. Estábamos solos en la furgoneta, los demás se reunirían con nosotros en las puertas de la cárcel.
Había lanzado un hechizo bastante logrado a la furgoneta antes de salir, volviéndola de un color azulado y poniéndole una matrícula de otro estado.
Pero aquel no era el único gran cambio.
Hasta hacía poco tiempo tenía la pinta de un treintañero. Sin embargo, un cambio repentino (sin ningún tipo de aviso) me volvió a convertir en un adolescente en una de las escaleras de Garfunkel’s, lo que me hizo perder el equilibrio y caerme varios escalones. Nada cool.
Mientras Margo y yo nos dirigíamos hacia la cárcel, me preguntaba si Wisty habría cambiado de improviso, igual que yo. ¿Los hechizos, simplemente, se habrían gastado?
No tenía ni idea de dónde podría estar ella, de lo que estaría haciendo o de la forma que tendría cuando la encontrara. ¿Aplastada como una tortita, quizá? ¿O con solo una o dos extremidades tras haber perdido las demás en una trampa para ratones?
—Pareces preocupado, Whit —dijo Margo, lanzándome una mirada comprensiva.
—Bueno, pues sí —dije, de forma un poco más áspera de lo que me hubiera gustado—. ¿Tú no lo estás?
—Sí y no —respondió Margo, para mi sorpresa—. Quiero decir que sí, que algo malo podría haber sucedido, pero… es que así es la vida ahora. Esto es lo que pasa. No tengo padres, ni hermanas o hermanos. En realidad no tengo nada que perder. Lo único que me importa son las cosas buenas que podemos conseguir: ayudar a esos chicos y a tus padres.
Me quedé estupefacto, en silencio. Entonces dije:
—Lo siento.
Ni siquiera podía recordar cuál fue la última vez que pronuncié aquellas palabras con un verdadero significado. Y tampoco estaba seguro de por qué las pronuncié en aquel momento. Pero me hizo sentir bien.
—No lo sientas, Whit. No soy ninguna heroína —soltó Margo—. Lo que es heroico es enfrentarse al propio dolor, y es lo que estás haciendo tú ahora mismo. Lo comprendo. Tienes ahí dentro a una hermana a la que quieres. Tienes a tus padres en busca y captura, vivos o muertos. El amor de tu vida murió pero te sigue visitando, y encima, he oído que te querían ejecutar el día de tu cumpleaños.
—Bueno, a decir verdad —dije con una sonrisa—, cambiaron la sentencia para poder ejecutarme inmediatamente.
—Entonces ¿cuándo es tu cumpleaños? —me preguntó.
Vaya. No estaba seguro. El tiempo parecía haberse retorcido. En realidad, con todos los portales que habíamos estado cruzando, seguro que se había retorcido de verdad.
Miré a Margo, sorprendido.
—Creo que ya ha pasado.
—Vaya, ¿qué te parece? —dijo con una sonrisa que pocas veces le había visto—. Y ni siquiera lo has celebrado.
Siguió sonriendo, con sus ojos castaños brillando intensamente, y tomó aliento. Sé reconocer la amenaza de una canción cuando la veo.
—No te atreverás… —protesté, pero ella se lanzó de todas formas.
—¡Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos, Whit…!
Se detuvo al mirar a un punto en el exterior, y se estremeció.
—¿Qué es eso que hay en las ventanas de arriba del edificio principal?
Frené en seco la furgoneta.
—Son llamas. La cárcel está ardiendo.
«Oh, Wisty, ¿qué has hecho?».