CAPÍTULO 90

WISTY

—No lo comprendo. No falta ningún prisionero en las celdas —le dijo el administrador a los guardias que me llevaban. Era un hombre pequeño y muy arreglado, que se mantenía forzadamente erguido para no dar la impresión de ser ni un centímetro más bajo de lo que era en realidad—. Ayer mandamos a tres a la enfermería después de los interrogatorios, pero todos los demás están en su sitio.

Sentí que la sangre abandonaba por completo mi rostro. ¿Habían herido a tres niños mientras los interrogaban? A estas alturas no debería sorprenderme que el cruel Nuevo Orden fuera proclive a la tortura, pero aun así mi desesperación descendió hasta un nuevo nivel.

—Te lo voy a preguntar otra vez —dijo, volviéndose hacia mí—. ¿Cuál es tu bloque de celdas?

Yo estaba tan destrozada que no podía ni hablar. Él interpretó que le estaba desafiando. Pero yo sabía la triste verdad: ya no quedaba demasiada capacidad de desafío dentro de mí.

El intercomunicador del administrador se iluminó con una luz azul. Estaba recibiendo una llamada y se giró para atenderla.

—No, no lleva el pelo corto según las especificaciones. Sí, es rojo… —de repente, su rostro se tensó, y se mantuvo aún más erguido mientras se volvía para examinarme—. Sí —prosiguió—, casi un metro sesenta, y poco más de cuarenta y cinco kilos… diría yo… sí, sí —su rostro cobró una sonriente expresión de orgullo—. Esto sí que es una adquisición afortunada.

Entonces pronunció las palabras que realmente me hicieron alucinar.

—Ahora solo tenemos que encontrar a sus padres y a su hermano, y todo el problema Allgood pasará a ser historia.

—¿Qué? —grité.

Los guardias me acorralaron dolorosamente contra el muro por atreverme a interrumpir su conversación.

—Sí… muy bien —continuó—. Delo por hecho… y enhorabuena a usted también —el intercomunicador del administrador se apagó, y este me miró con una sonrisa burlona.

—¿Mis padres no están en esta prisión? —le chillé, ganándome otro futuro moratón por parte de los guardias.

—¿Por qué iban a estar tus padres en una cárcel para niños y adolescentes? —se burló.

—No lo sé —repuse—. ¿Quizá porque estáis todos locos de atar?

Los guardias me dieron otra torta, pero el administrador me ignoró.

—Además, ¿para qué íbamos a mantenerlos con vida? A ti tendremos que interrogarte, pero a ellos… puedes estar segura de que en el momento en que los encontremos podrás considerarte oficialmente una huerfanita.

Me dedicó una sonrisa amenazadora, pero a pesar de su crueldad, me resultaba consolador que mis padres estuvieran vivos… y libres.

—Ponedla en el bloque D, celda cuatro doce —chilló a los guardias, que me arrastraron hacia el lugar donde tendría que pasar el resto de mi corta vida.

Miré hacia las puertas de las celdas. Las barras se hallaban repletas de caras de niños con los ojos abiertos de par en par. Ninguno tenía más de dieciséis años.

Un nuevo tipo de rabia estaba empezando a crecer dentro de mí. ¿Sería Sasha un espía del Nuevo Orden? ¿Nos había engañado a Whit y a mí para que viniéramos aquí con intención de que nos capturasen?

Me llevaron escaleras arriba, hasta la celda 412, que, como todas las demás, estaba llena de caras hundidas y sin esperanza. ¿Cuánto tiempo les quedaba de vida? ¿Cuánto tiempo más teníamos todos?