CAPÍTULO 9

WHIT

Wisty y yo nos encontrábamos en una furgoneta negra sin ventanas. Mi corazón saltaba como el de un conejo epiléptico y tenía la vista nublada por culpa de la adrenalina. Me hizo falta utilizar hasta el último fragmento de la cordura que me quedaba para no arrojarme contra las paredes de la camioneta. Me imaginaba estrellando mi cabeza contra el metal, abriendo las puertas traseras a patadas, ayudando a Wisty a salir y escapando en mitad de la noche…

Solo que nada de eso pasó.

Por lo que sabía, yo no era un mago, ni tampoco un superhéroe. Era un alumno de instituto que había sido arrancado de su casa.

Miré a la pobre Wisty, pero apenas podía distinguir su perfil en la oscuridad. Su cabello mojado caía sobre mi brazo, y me di cuenta de que temblaba de manera violenta. Quizá era por el frío, quizá por el impacto; quizá por el frío y el impacto juntos, sumados a lo increíblemente inverosímil que resultaba todo aquello.

Abracé sus huesudos hombros con cierta torpeza, porque estaba esposado. Tuve que pasar su cabeza entre mis brazos. No podía recordar la última vez que había hecho eso, excepto, a lo mejor, para darle un escarmiento por haberse metido en mis cosas, o cuando la pillé espiándonos a mí y a… Celia.

No podía pensar en ella en este momento o perdería completamente la cabeza.

—¿Estás bien? —dije. Wisty no parecía tener ni rastro de quemaduras. No olía a perrito caliente quemado ni nada parecido.

—Por supuesto que no estoy bien —dijo ella, olvidando su habitual idiota al final de la frase—. Seguro que vertieron sobre mí alguna sustancia inflamable. Aunque no estoy quemada.

—No los vi rociarte con nada —le dije—. Fue más bien en plan ¡boom! ¡Llamas a mí! —mostré una débil sonrisa—. Por supuesto, siempre supe que tu pelo era peligroso.

Wisty es una verdadera zanahoria, con su espeso cabello ondulado de un color rojo brillante, que ella odia. Sin embargo, yo creo que es genial.

Mi hermana estaba demasiado asustada como para morder el anzuelo acerca de su pelo, al menos al principio.

—Whit, ¿qué está pasando? ¿Qué tiene que ver el idiota supremo de Byron Swain con todo esto? ¿Qué nos está ocurriendo? ¿Y a mamá y a papá?

—Ha de haber algún tipo de terrible error. Mamá y papá no serían capaces de matar ni a una mosca —recordé a mis padres entonces, sujetos e indefensos, y tuve que tragarme toda mi rabia.

En ese momento, la camioneta se detuvo de golpe. Me puse en guardia, con la vista clavada en las puertas, preparado para derribar a alguien. Incluso con las esposas puestas. Incluso si se trataba de un gigantesco soldado atiborrado a esteroides.

No iba a dejar que le hicieran daño a mi hermana. No iba a ser ningún niño bueno, ni a obedecer sus estúpidas reglas.