CAPÍTULO 82
WISTY
Si alguna vez te encuentras al borde de la muerte o, como es mi caso, la mala suerte te ha llevado a un destino eterno en forma de roedor, recomiendo canturrear las melodías de la infancia para animarse. ¿Cómo podría estar trepando por una cañería sin darme aliento con una animada versión de «brilla, brilla, linda estrella»? Aunque allí no había más que oscuridad.
De la tubería fui a dar a un canal de desagüe. Fui corriendo por el borde del tejado hasta encontrar un agujero de ventilación del aire acondicionado, como había visto en el esquema de la cárcel que consulté en el ordenador de Janine.
«Genial». Me colé dentro y corrí por el túnel hasta encontrar otro túnel de ventilación. Y después otro. Y otro más.
Nunca había estado tan cerca de ser un ratón de laboratorio resolviendo un laberinto.
Cada vez era más consciente de uno de los efectos secundarios de ser un ratón: podía oír un millón de veces mejor que cuando era una persona. Me di cuenta rápidamente de que tenía cierto olfato para encontrar el camino. Enseguida llegué a una bifurcación que sabía que era la correcta. Olía como el mismísimo infierno en un día especialmente caluroso.
El conducto estaba oscuro como boca de lobo, pero pensé que sería capaz de ver algo en cuanto mis ojos se ajustaran. Si no, siempre podía prenderme fuego a mí misma. Con la inolvidable imagen en mi mente de un roedor en llamas escurriéndose por las tuberías de una prisión, introduje el hocico entre los barrotes y después hice pasar la mayor parte de mi cuerpo. Con un heroico empujón final, de repente, caí hacia abajo, abajo, abajo, en el vacío.