CAPÍTULO 62

WHIT

A pesar de la deprimente incertidumbre sobre el paradero de nuestros padres, la voz de Wisty estaba llena de emoción cuando pronunció aquel nombre familiar.

—Supongo que esto es una especie de sueño hecho realidad, ¿eh? —le dije.

Me devolvió una sonrisa irónica mientras Sasha nos conducía al otro lado de las puertas giratorias, una de las cuales había hecho añicos una bomba, o tal vez un tanque descontrolado.

—Totalmente —dijo Wisty—. Por una parte, nos han separado de nuestros padres, nos han encarcelado, nos han matado de hambre, nos han disparado con pistolas paralizantes, nos han negado los derechos y libertades más básicos, etcétera, etcétera. Por otra, ¡mira! ¡A mi derecha! ¡Estamos en Sujetadorlandia!

Estaba a punto de hacer una broma sobre el hecho de que jamás necesitaría ponerse uno de aquellos sostenes, cuando ella elevó su baqueta ante mí y me callé de inmediato.

—Aquí no hay electricidad —dijo Sasha mientras subíamos por una escalera mecánica parada—. Pero ¿tenéis idea de lo inflamable que es el perfume? Uno de los chicos ha montado un pequeño generador de combustión. Con un frasco minúsculo, de los de llevar en el bolso, podemos alimentar un portátil durante un par de horas.

De repente, me di cuenta de algo, y fue como un puñetazo. ¿Ninguno de aquellos críos tenía padres? Acabábamos de llegar a la planta principal. Comencé a mirar a mi alrededor y a pensar en que cada uno de aquellos chicos, medias luces o no, tenía una historia que contar… quizá una historia incluso peor que la nuestra.

—¿Y cuánta gente vivís aquí?

—Supongo que alrededor de doscientos cincuenta —meditó Sasha— sin contar con los medias luces, que entran y salen. Pero no pueden permanecer demasiado tiempo, si no…

—No hay por qué entrar en esos detalles —dijo Celia, algo alterada, muy distinta de la Celia relajada que conocía antes. Cuánto deseaba abrazarla muy fuerte, decirle que todo iba a salir bien. Pero no podría volver a tenerla entre mis brazos jamás, ¿verdad? Definitivamente, nunca sería capaz de decirle otra vez que las cosas iban a salir bien.

—Aquí tenemos nuestra pequeña sociedad plenamente operativa —dijo Sasha—. Lo que incluye, tachán, ¡nuestro líder de la semana!

Nos había conducido por un pasillo hasta una zona de oficinas. Allí, sentada a una mesa con un pequeño cartel metálico con la palabra MANAGER, había una chica guapa de no más de quince años, tecleando sobre el portátil con pinta de estar muy ocupada. Un grueso cable corría desde el ordenador hasta lo que parecía un pequeño cubo de la basura a unos seis metros de distancia. Olía a humo y algo como limones quemados saliendo del portátil alimentado a base de perfumes. Uf. Los perfumes no volverían a ser lo mismo.

La chica guapa nos miró, mientras acariciaba sus largos rizos castaños por encima del hombro. Tenía cara de no andarse con tonterías, iba sin maquillar y llevaba un peto vaquero sobre una camiseta manchada.

—Sasha —dijo—. ¿Cuánto tiempo ha pasado, cuarenta y tres días? Te necesitábamos aquí.

—No es por escurrir el bulto, pero Celia dirigía la operación —dijo Sasha—. Y debería añadir que ha sido una operación enormemente exitosa. Pero no estamos al corriente de todos los portales hacia Shadowland. Por no mencionar que tenemos una evasión que organizar. Whit, Wisty —se volvió a nosotros—, os presento a mi antigua compañera de combate básico y líder de esta semana, como podéis adivinar debido a que la veis en la oficina del director y porque lleva la enseña de MANAGER en la solapa: ¡Janine!

—Hola —dijo Janine, seria. Sin llegar a levantarse, se incorporó y estrechó mi mano como si acabara de llegar para realizar una entrevista de trabajo—. Bienvenidos —dijo, y luego se dirigió a Celia—: ¿Sacaste a algún otro chaval del Hospital?

Celia sacudió la cabeza.

—Solo había otro tendido en el suelo, y no era… rescatable.

Janine asintió.

—Es una vergüenza encontrar a esos rígidos, la supuesta gente de bien, haciéndole daño a niños. En fin, ¡la lucha continúa!

—La lucha continúa —repitió Celia, y se volvió hacia mí—. Debo irme, Whit. Pero trataré de regresar.

La palabra trataré sonó en mis oídos como campanas de funeral.